Javier Revilla: "Imaginar a cientos de obreros en aquel valle; eso ocurrió"

El historiador leonés ofrece este sábado una nueva entrega del seminario ‘Los hombres de la Ferrería’ (de San Blas de Sabero) en el que se centrará en los primeros trabajadores que llegaron a esta industria

Fulgencio Fernández
05/05/2018
 Actualizado a 15/09/2019
Imagen de principios del siglo de Sabero, que han elegido para la portada del libro dedicado a la ferrería y titulado ‘.
Imagen de principios del siglo de Sabero, que han elegido para la portada del libro dedicado a la ferrería y titulado ‘.
Reconoce Javier Revilla, historiador y director del Mihacale de Gordoncillo, que la investigación sobre los primeros trabajadores de la Ferrería de San Blas de Sabero, a mediados del siglo XIX, es una de las más complejas que ha abordado como investigador, para un capítulo del libro ‘Vida, trabajo y muerte en la Ferrería de San Blas’. Los resultados de esa compleja investigación los lleva hoy (a las 12 de la mañana) a la propia ferrería, hoy convertida en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León (MSM). «Es cierto que se presentaba como un trabajo complicado. No existen fuentes directas de la propia empresa, la Sociedad Palentino Leonesa, aunque afortunadamente en los registros parroquiales el párroco de la época mencionaba en algunos documentos que eran trabajadores de empresa de Sabero, como en las partidas de nacimiento, en las actas de las bodas…». Y a partir de los datos que iba recogiendo fue Revilla tejiendo una tela de araña. «En algunos casos teníamos que intuir o deducir algunos datos;  por ejemplo, a la vista de la procedencia geográfica de trabajadores de otros puntos del país e, incluso, del extranjero. He manejado más de 500 referencias cruzadas, realizando tablas excel, buscando incluso en los padrinos de boda con procedencias similares a los trabajadores que aparecían para poder relacionarlos con otros por sus apellidos, origen. Poco a poco iban encajando las piezas, podíamos ir poniendo nombres y apellidos a muchos de los trabajadores de aquella Ferrería de San Blas en sus primeros pasos, a mediados del siglo XIX».

Y así vamos conociendo como en aquel Sabero, y su valle, de los años 1841 a 1862, de aquellos orígenes de la siderurgia, de la primera gran industria en aquel valle. Resulta complicado imaginarse cómo influiría en aquel valle agrícola la presencia de cientos de trabajadores, de puntos lejanos del país e incluso extranjeros ¿Cuántos?... «Las cifras concretas de la plantilla no se han podido constatar fehacientemente. Si Sabero hubiera sido municipio propio se sabría con mucha más aproximación al comparar los censos anteriores a 1841 y los posteriores, pero hasta 1927 pertenecía al municipio de Cistierna. Lo que sí hemos podido saber son otros datos que nos ayudan a aproximarnos a aquella realidad, importante pues sabemos que en la construcción de la ferrería, sólo en la construcción, había más de 400 operarios, pero no existe el dato concreto de la propia siderúrgica desde 1841 a 1862. Sí podemos saber de unas 300 personas vinculadas directamente a la Ferrería sólo en el núcleo de Sabero, pero habría que ampliarlo aún más en otros núcleos del valle, que es donde seguramente estaba la mayor parte de la mano de obra», señala Revilla, quien en su estudio recoge otro dato: «En 1854 tenía operativas en la cuenca 167 obreros, de los que 40 eran picadores, 58 rampleros, 54 carreteros, 6 entibadores, 6 camineros y 3 vigilantes». En otro momento recoge que «he localizado un total de 164 familias, de las que 50 trabajaron seguro en la ferrería, 90 tienen una alta probabilidad y una veintena son dudosas».

Todos estos datos abundan en la importancia de esta industria en la comarca, tanto que Revilla recoge que «la creación de la ferrería trajo a Sabero también otras inversiones complementarias. Por ejemplo, conocemos que el 9 de julio de 1850 Manuel Arija cedió a Juan González Agüeros, un prado en Sabero para hacer un parador, edificio cuya ubicación coincide con el actual Bar León (cerrado), inmediato a las instalaciones de la Ferrería de San Blas».

Para comprender la dificultad de la investigación Javier Revilla aporta otro dato curioso, pero muy significativo. Todo es tan complejo que el propio fundador aparece en diversos documentos con nombres diferentes. «Hemos pretendido –sin éxito, por cierto– resolver este tema analizando una fuente poco estudiada hasta ahora como es el Archivo Parroquial de Sabero, el cual nos será de gran ayuda a lo largo de todo este trabajo. En él aparece Miguel de Iglesias en tres ocasiones, aunque en ninguna figura su segundo apellido. Curiosamente y de manera muy posterior al periodo que nos ocupa, en 1880 fallece en Sabero su hijo José Botia Pastor Iglesias, quien sorprendentemente lleva en primer lugar los apellidos de su madre, una palentina cuyo nombre de pila desconocemos pero que apellidaba Botia Pastor, mientras que el acta de defunción confirma que Miguel Iglesias era natural de Granada y vecino de Madrid».

Otro aspecto importante es la procedencia de los trabajadores, que Revilla ha documentado con bastante precisión. «Hay ingleses, belgas, franceses, trabajadores expertos que vienen de otras ferrerías u otros núcleos industriales como técnicos, maquinistas… Pero también vienen otros trabajadores de Asturias, Cantabria o Málaga, y tiene sentido estas tierra de origen pues vienen después de otras crisis. Así los cántabros de la Cavada, que llegan después del cierre de la fábrica de cañones; otros desde Málaga con la crisis de los hornos de Marbella o Málaga; y otros extranjeros están casados con asturianas, cántabras o malagueñas, de lo que deducimos que han estado antes trabajando en estas tierras».

Otros aspectos llamativos del trabajo de Revilla pudieran ser los sueldos. Así desvela que, por ejemplo, en 1845 Philippe Paret (ingeniero director)cobraba 12.000 reales al año más entre 3-5% beneficios; y 5 años más tarde otro ingeniero director, José Denis, ya cobraba 27.000 reales/año más un 1% de utilidades mientras un obrero, de los que hay muy pocas referencias, se sabe que en 1843 ‘Miguel Santos y esposa’,  minero y fab. Cok, cobraban a = 7 reales /jornal (y ella a 5 reales/jornal). De lo que se deduce que trabajaban mujeres.

Se habían apuntado algunas de las profesiones de los trabajadores, el trabajo de Revilla documenta claramente profesiones como ingeniero, maquinista, tunelador, calero… «Matizar escalafones o los distintos roles ejercidos por cada uno es ya tarea mucho más complicada. Como en todos los estudios históricos, nada es definitivo, mas al contrario, abre un camino que puede y debe ser completado en el futuro. Nos hemos limitado a estudiar la localidad de Sabero, emplazamiento principal, donde se situaban los edificios de la fábrica de hierro, de la administración local de la empresa y algunas minas; pero somos conscientes y tenemos la seguridad de que en los pueblos donde se explotaron el resto de mina».
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