Este domingo se celebra la Feria Carea en Cerezales del Condado donde se premia a un pastor —una pastora en este caso—, pronto comenzarán a subir los rebaños hacia los puertos de montaña aunque las lluvias persistentes propician buenos pastos para los rebaños trasterminantes y trashumantes... es tiempo de pastores.
Y pensando en inolvidables del gremio, en nombres legendarios que, sin embargo, se fueron en el anonimato es imposible no cruzarse con la figura y el recuerdo de un pastor sin nombre pues para todos fue El Moreno de Casares, tomando por apellido su pueblo, que es cuna de grandes pastores pero, dice Tomás el del bar González, «duros como El Moreno no los vas a encontrar, por mucho que busques».
Recuerdo la admiración de Mauri al verle saltar sebes cuando con 85 años fuimos a hacerle un reportaje cuando bajaba su rebaño (su, pues era él quien había pasado el verano en el puerto con el rebaño) desde la majada de Gete hasta unos pastos que había alquilado en Moral del Condado, en aquella ocasión. Saltaba, daba órdenes a los carea, corría y mantenía las viejas costumbres, como detenerse a comer con toda la expedición una buena empanada, embutido casero, tortilla, vino... «lo que manda la costumbre», explicó el veterano pastor.
Yentonces nos desveló otra vieja costumbre: «Este paisano que aquí ves se ha levantado de noche todos los días de su vida, desde los ocho años. Jamás me levanto después del amanacer».
La cifra de los ocho años no estaba elegida al azar, pues recordaba que con 8 años.
- No se si creerme que te levantaste de noche siempre.
- Tan verdad como que estoy aquí, y aquí ya ves que sí estoy.
- ¿Por miedo a los lobos?
- Miedo a nadie, cariño a las ovejas, que hay que cuidarlas como merecen y si no quieres cuidarlas... pues no las tengas, que nadie te obliga. De los lobos se ocupan los mastines, que siempre tuve los mejores.
- ¿Y no se te estropeó nunca el despertador?
- ¿Qué despertador?Nunca lo necesite. Abría yo el ojo y a los pocos minutos empezaba a clarear. Fueron muchos años con esa costumbre, ochenta, desde niño empecé con el rebaño de casa. Bajé muchos años a Extremadura, hice la trashumancia andando, en el tren, en camión; volví a ir andando a la ribera. «Ysi por mí fuera yo seguía con el rebaño», decía como hablaba él, mirando al horizonte, como si añorara el monte.
Aquel paisano duro sufrió un ataque de un animal, le golpeó duro y aunque aguantó... la leyenda de El Moreno se fue apagando, aunque él es un inolvidable del pastoreo. Eterno.