Jesús Díez, poeta, narrador, fotógrafo, habitante del Curueño en su Sopeña natal, soñador de su río en su exilio laboral madrileño... siempre tuvo preferencia por regresar a su tierra y a sus recuerdos ‘a lomos’ del tren Hullero. Fue el niño de este tren y completó su mirada con una trilogía.
Ahora acaba de publicar ‘Silbar del Tren Hullero’, su viaje más cercano de palabras e imágenes que construyó después de muchos viajes, muchas conversaciones, muchas horas con viajeros, ex trabajadores del tren de vía estrecha, de quienes le ven pasar... con la compañía especial de Manuel Suárez, el antiguo maquinista y ahora responsable del Museo Ferroviario de Cistierna; y el recuerdo del gran ilustrador Tino Gatagán, que un día ilustró El Transcantábrico y también dibujó la portada de varios libros de Jesús Díez. A él le dedica el libro.

«La Vida es un viaje, iniciamos el partir, la salida en una estación incierta, regresamos en la memoria, en el recuerdo. Volvemos a estaciones de llegada que en otro tiempo fueron de adioses. Este tren con 131 años de existencia, es longevo y sabio en experiencias y en conocimientos de todo tipo a lo largo de la Historia. Es un Tren con muchas vidas a sus espaldas, de viajeros y de ferroviarios»; explica Díez, quien señala que eso ha querido recuperar en este viaje literario y real.
No olvida el escritor que en este tren, que se niega a languidecer, viajó desde niño, «en él a mirar dentro y fuera del vagón, a través de las ventanillas, a ser viajero en soledad y acompañado de otros viajeros. He hecho su recorrido León-Bilbao-Matallana-La Robla de todas las maneras posibles y en varias circunstancias. He hablado con otros viajeros que me han contado su propio filandón de su vida y el viaje. He escuchado con fervor y he aprendido de los ferroviarios que trabajaron en él, en esa época de esplendor de las minas de carbón. Ahora, todo forma parte de un decorado que nos interpela a todos para salvarlo del olvido y el desconcierto al que le han conducido personajes extraños, y eliminando a los guardagujas de siempre en los cambios de vía».
En esa batalla andan muchos, al rescate de la historia y sus gentes, ese enorme patrimonio que anda por las páginas de este ‘Silbar del Tren Hullero’, gentes que no quieren quedar huérfanas de un vecino centenario o que le deben fidelidad a algunos de los que se han ido en estos años que han pasado desde que Jesús Díez realizó sus primeros viajes, a Maxi el de Palacios de Valdellorma y su museo en casa, a Escobar... a tantos.

«Antes de escribir algo referente a la Vida, es necesario haberlo escuchado en nuestro interior. Aún llevo el Silbar de sus locomotoras en mis oídos. Necesitaba que en este viaje de regreso, me acompañaran los recuerdos, pero también los olvidos. La lucidez de lo que fue su trazado inaugurado en 1894, el impulso de este tren y de todas las vidas gastadas en él; me animó a volver a subirme en él literariamente y físicamente con esta narración y las imágenes que he tomado, una fórmula que ya había iniciado ‘Carbonilla en los ojos, con fotos de espacios aledaños a esta línea de 340 kilómetros de trazado, por las cinco provincias del Norte que atraviesa… trataba de aunar la breve narración, a pie de foto, con la potencia que puede dar la fotografía de contar lo retratado, el paisaje, los viajeros, los ferroviarios..».
Y quiere enfrentar, al bajarse del tren, dos realidades con un siglo de distancia y en las que tristemente la realidad feliz, el acierto, no parece la actual, sino la antigua. «En el año 1923, ya hace más de un siglo, disfrutaron de la lucidez al inaugurar el ramal Matallana-León. Frente a ello, en la actualidad, ‘la torpeza’, (dicho con palabra suave, el cuerpo me pide otros adjetivos), iniciada en 2011 para que dejara de llegar el tren hasta el centro de León, a la calle Padre Isla de la capital, a su estación de Mattalana. Ahora sabemos que no sólo es un sinsentido, detrás están objetivos obscuros de hacer negocios, anteponiéndose a seguir dando un buen servicio a los habitantes de los pueblos del Torío y el Curueño. Y es esta otra realidad que estoy viviendo la que me descorazona, y me revuelve en el desasosiego, y en el peligro de un descarrilamiento mayor de este Tren Hullero».
