Uno de los ‘dramas’ de comarcas como la Cabrera es que esa invisibilidad en la que a veces viven los lugares aisaldos hace que no se conozcan muchas de sus historias o, lo que es peor, se asignen a otros lugares. Cuando se habla de los pescaderos madrileños se dice siempre que son maragatos... y de Cabrera. En una entrevista a Amable Liñán, premio Príncipe de Asturias de Investigación, le preguntaron por sus orígenes en la Cabrera y él lo celebró:
«Hombre, alguien que me pregunta por mi verdadera tierra...».
Viene a cuento la reflexión porque el personaje de hoy, cabreirés de San Pedro de Trones, muchas veces se habla de él como berciano... y, sinceramente, es Isaac Núñez García un patrimonio del que ni debe ni puede prescidir ninguna tierra pues pocos pueden hacer sentir más orgullo que este cura cuya sola presencia transmite una paz difícil de describir. Desde el primer apretón de manos, irradia una bondad que se siente más que se dice, una luz serena que acompaña. Fue, como titular pero con mucha más historia detrás, fundador de Proyecto Hombre en El Bierzo, pero con una labor pastoral y humana tan profunda y extensa que se necesaitaría un libro entero para narrarla.
Una escueta biografía diría que nació en 1946, en el pequeño y entrañable pueblo de San Pedro de Trones, enclavado entre montañas y viñedos. Desde muy joven mostró una sensibilidad especial hacia lo espiritual, quizás alimentada por los silencios del valle. A los once años, cuando otros niños aún jugaban, su familia tomó una decisión que marcaría su vida para siempre: ingresó al seminario de los Franciscanos en Chipiona, Cádiz. Culminar sus estudios eclesiásticos en el seminario de Astorga, se ordenó sacerdote y dijo una emocionada primera misa en su pueblo cabreirés, donde y aún vivian toda su familia: Era el regreso de un hijo del pueblo a casa, pero con una misión, la de servir.
Su primer destino fue muy cerca, en Pombreigo, donde permaneció 6 años hasta que el viento del destino lo llevó (era 1978) a un rincón olvidado por muchos: Las Ventas de Albares.
«El lugar no contaba ni siquiera con una iglesia, y la comunidad estaba compuesta en su mayoría por emigrantes portugueses, caboverdianos y pakistaníes, que habían llegado por la llamada de trabajo en las minas de carbón, que luchaban por integrarse en una tierra que no era la suya». Esta situación no le provocó el desánimo, todo lo contrario, le dio la oportunidad de mostrarse como era, trabajador, insequible al desaliento: construyó una iglesia, piedra a piedra, símbolo de esperanza para una comunidad diversa y muchas veces desorientada.
Pero su mayor desafío no sería físico, sino humanos. La juventud del Bierzo vivía tiempos oscuros. La heroína y otras drogas se infiltraban por las rendijas de la sociedad, arrastrando a cientos de jóvenes a un destino trágico. Muchos morían, y con ellos, morían sus familias.El padre Isaac no pudo permanecer indiferente. Intentó, junto a unas monjas de Bembibre, organizar un programa de ayuda. Pero la falta de preparación, metodología y recursos convirtió aquella iniciativa en un fracaso, pero no en el desaliento ni el abandono. Lejos de rendirse, buscó otras soluciones, no podía ver morir a jóvenes cada día sin hacer nada.
Y así surgió la creación del Proyecto Hombre en El Bierzo, una iniciativa pionera para enfrentar la lacra de la drogadicción desde una mirada humana, espiritual y terapéutica. Para ello, cinco personas de la diócesis se trasladaron a la localidad italiana de Castelgandolfo, donde durante tres meses recibieron formación directa del Progetto Uomo, la organización original fundada por el padre Mario Picchi en 1979
«como un sistema terapéutico de rehabilitación de drogodependientes, que incorpora las experiencias de Maxwell Jones y Daytop en las comunidades terapéuticas y que utiliza la autoayuda y el encuentro como base fundamental».
En España se instauró tras una formación específica y una adaptación a la realidad social de esos momentos. A partir de 1984, en España, adaptándose siempre a los tiempos. Y el cabreirés Isaac Núñez fue el responsable de liderar estos pasos en el Bierzo. Y los resultados iban llegando pues nuestro cura no solo trajo herramientas y conocimientos: «trajo esperanza». Su legado no solo está en los muros de una iglesia levantada desde la nada, sino en cada joven que logró salir del abismo, en cada familia que volvió a sonreír, y en cada rincón del Bierzo donde aún se escucha su nombre con gratitud.
Implementó Núñez un completo programa, en varias fases, de la acogida a la fase de internado y la posterior reinserción. Muchos jóvenes atendidos, de forma gratuita para poder llegar a todos, muchas familias que supieron de su trabajo y fueron su mejor altavoz... y así fue sumando adeptos: desde la entonces Reina Sofía, con fama de apoyar causas sociales, a colaboradores de gran peso social y mediático, como el periodista berciano Luis del Olmo y el magistrado Baltasar Garzón, entre muchos otros. Una vez al año se celebraba un partido en el Santiago Bernabeu, entre el Real Madrid y un combinado del resto de equipos de primera división, cuyos beneficios que eran importantes ayudaban a poder continuar con la labor del proyecto.
Se puede resumir señalando que «el padre Isaac Núñez no solo salvó vidas: transformó el dolor en esperanza, el abandono en acogida, la ruina en redención. Su legado permanece en cada persona recuperada, en cada familia reunida, en cada gesto de dignidad que floreció allí donde solo había sombras».
Hoy, su nombre es sinónimo de coraje, fe y compasión. Un pastor que no dudó en caminar entre la miseria para encender una luz en el corazón del Bierzo.
Cuenta el bueno de Isaac, que «la primera persona en acceder al programa, fue una mujer joven, destrozada por la droga, cuya familia la repudiaba y había tenido que llegar a prostituirse para mantener su adicción».
La joven padecía el SIDA y por ello tuvo que estar mucho tiempo ingresada en el hospital de León, hasta su fallecimiento. Recuerda Isaac como él, que la visitaba con toda la frecuencia que podía ya que su familia no la iba a ver, llegó a ver su deterioro, hasta pesar veinte kilos y la cogía en sus brazos para llevarla hasta el baño.
Otra anécdota es aquella en que también una joven zamorana le confundía con uno de los internos, puesto que en aquella época y en la actual también don Isaac mantenía un aspecto totalmente hippie con su bonita y larga coleta y con su bolso al hombro; en la actualidad la coleta ya no la tiene, pero sí su inseparable bolso.Tras la experiencia del Proyecto Hombre, el bueno e infatigable Isaac se propuso el reto de cruzar el charco y marcharse a Bolivia, a trabajar a cuatro mil metros de altitud con las comunidades indígenas aymaras y otras más. Allí desarrolló su labor pastoral y educativa trabajando sobre todo con niños y mujeres a las que les daba sobre todo formación.
Dice el gran Isaac que se fue con la idea de estar un año y permaneció ocho. Cuando finalmente regresó a España, con ya más arrugas por el sol, más cicatrices por el frío, y un corazón lleno de gratitud.
Nunca deja de hablar de esas montañas, ni de las voces del altiplano que, aún hoy, resuenan en sus sueños. Hoy a la edad de 80 años ha vuelto a su parroquia querida de Las Ventas de Albares y desde allí atiende otras 14 localidades más. Le pregunto cómo fue aquello de ser propuesto para el premio Príncipe de Asturias y con toda humildad me dice, que algo secundario, algo que nunca le preocupó y que además no cree ser merecedor de él.
En Puente de Domingo Flórez, le han dedicado una calle y desde aquí, desde el conocimiento del personaje, no estaría de más que las autoridades de Ponferrada y León respondieran a una reflexión, basada en la justicia:
¿Para cuándo una calle al Gran cura Isaac Núñez?, por entender que es merecedor de eso y de mucho más; y conscientes de que él ni la va a pedir ni, diría más, la quiere.Pero sería de justicia con el cura del Proyecto Hombre, de cuyo lado marchas convencido de que te ha hecho ser mejor persona. Su marca y su recuerdo permanecerá en ti.