Llega el estío, ese
verano de nostalgias y sonrisas en la memoria de la retina del
mar; sí, hoy el mar y sus olas tienen el protagonismomerecido que a tanta gente ha conmovido y, que a tanta gente ha ayudado a pasar unos días o día en el rugir y con ese olor tan sanoque reparte vida. Años aquellos donde ver el mar era cosa de gentes con cierto poder adquisitivo; muchas buenas gentes del interior han fallecido sin conocer el mar, la mar. Pero no hay que ponerse tristes; hay millones de anécdotas,iremos contando algunas, en este devenir diario de la memoria y su vida. Pero antes, hay que recordar y nunca olvidar, aquella primera impresión al ver por primera vez- ya siendo chavalines- el mar y toda su inmensidad; hayque cerrar los ojos y oler a salitre y escuchar el graznido de las gaviotas sobre la arena, mirar sus huellas, reconciliarse con el miedo cuando tu padre te bañaba entre olas gigantes a tus ojos, y aquella explosión de espuma sobre aquellos pequeños cuerpos; qué bestias eran algunos padres al intentar quitar el miedo a los chavales a lo burro; te llevaban enbrazos y de repente te soltaban en el agua fría del cantábrico y, te veías morir entre el abrazo de las olas. Qué angustia entre risas de los mayores y el llanto incontrolado y el tiritar, más de miedo, que de frío. Y las madres venga a repetir aquello de… ¡Cómo te ahogues, te mato…! El querer era inmenso en aquellas madres y abuelas; a estas, lo de ir a la playa les gustabamenos, que el solno era bueno para ellas y además les daba algo de vergüenza en aquellos años, ponerse con la pañoleta de colores y en bata de verano a las miradas del resto de mortales playeros. Y aquellos juegos con la arena mojada, aquellas primeras construccionesdecastillos y casas, y puentes de palo de polo helado; cuando los polos sabían a algo y te rechupabas los labios y lo saboreabas a la vez con arena que se pegaba a las manos. Aquellos cubos de plástico, y las palas y los rastrillos, la de ellos que esconderá el mar y sus adentros; no había salida a la playa donde no se perdiera alguna cosa, e incluso, algunos niños; «en sus labores, también se perdían», pero siempre aparecíamos… en las playas había puesto de la casa de socorro, la cruz roja, y por los altavoces de bocina se oía aquello de…- ¡se ha perdido un niño, pueden pasar a recogerlo en el puesto…!, lo siguiente era una cachetada en el culo de tu madre, y una bronca del copón. Así era el duro día playero para los más pequeños.Contaba mi padre, que algunas buenas gentes, al probar el agua del mar por primera vez, decían que «para qué le echarán tanta sal al agua, si estaba mejor como la del río, dulce…». Muchos tardamos años en saber el porqué de esa sal.

«Delicia de los ojos,
playa de San Lorenzo, de este a oeste extendido tu manto de canela; la mirada perdida en el confín del lienzo o acariciando el seno sonoro de la vela. Así, para mis versos cursé el aprendizaje buscando un equilibrio de belleza madura, en esta villa nuestra, que aún es casi paisaje y no tiene dos casas de la misma estatura…». Gerardo Diego, 1922. Y hoy nos vamos a la playa, a la de San Lorenzo, de
Gijón, la playa leonesa por excelencia. En realidad debe de ser la más cercana si vamos desde León, pero en aquellos años, para ir a la playa desde aquí, la cosa cundía en el viaje;mucho más para acá, el tren playero resolvió la situación de maravilla. Los domingos de julio y agosto, el tren playero tenía y tienedestino directo a la estación de Gijón que está muy cerca de la playa- ahora hay más-. Los viajes se hacían con gran alegría y algarabía; los chavales madrugaban ya soñando con la arena y el agua; quedabaya en las cestas y serillos todo lo imprescindible para ir llenos hasta arriba de cachivaches playeros, la merienda, las toallas, los bañadores, las sombrillas… aquel balón hinchable de marca ‘Nivea’, que dejaba uno allí los pulmones al hincharlo, alguno hasta se mareaba de tanto hinchar balones, flotadores, manguitos… las madres enroscaban las tortillas y los filetes empanados en las fiambreras aquellas de magefesa de aluminio… y nos vamos a la playa. Gorras y camisetas, zapatillas o aquellas sandalias de medio goma y plástico, yvenga a hacer cola en el andén, mientras tu padre sacaba los billetes para tamaña aventura. Y salía el tren a toda pastilla camino de Pajares, que había que bajarlo con prudencia. Y en poco más de dos horas, a la salida de la estación del tren en Gijón, el viento olía a mar, y venga para la playa, hincar las sombrillas, embadurnar la piel del personal con crema solar… y a pasar el día de maravilla.
La playa de San Lorenzo está situada en pleno centro de Gijón. Con una longitud de 1550 metros y forma de concha, es una de las playas más emblemáticas del Principado de Asturias. Se prolonga desde la escalera 0 (‘La Cantábrica’), situada tras la Iglesia de San Pedro, hasta la escalera número 16 (zona popularmente conocida como ‘el Tostaderu’), en la desembocadura del río Piles. No obstante se extiende una zona rocosa durante trescientos metros más hasta el ‘Mayán de Tierra’, llegando a alcanzar una longitud total de unos 1,8 km. Paralela a ella discurre el Paseo del Muro de San Lorenzo, que continúa hacia el este más allá de la propia playa con la conocida senda costera del Cervigón, un recorrido marítimo de más de 2 kilómetros que nos acerca a otras playas como la del Rinconín o la de Peñarrubia. El Muro ya es centenario. Cien años atrás, en el arranque de 1911, los gijoneses estrenaban la prolongación del popular paseo desde la escalera 5 hasta el puente del Piles, un estirón vial de algo más de un kilómetro que redimensionó la villa de Jovellanos y erigió la playa de San Lorenzo en su gran escaparate. Entonces se pensaba en atraer a los primeros turistas; hoy llegan por cientos de miles con el mismo objetivo: el mar… y desde León, pues mucho personal va para allá. Fue aquel3 de junio de 1907 cuando se iniciaba la construcción del Muro sobre el Arenal de San Lorenzo entre la calle Ezcurdia y el puente del Piles. Los gijoneses de entonces no fueron conscientes de que ese día comenzaba una operación urbanística de gran trascendencia, que daría origen a uno de los espacios públicos más conocidos y representativos del Gijón contemporáneo. El propio Jovellanos fue un visionario. El ilustrado, que disfrutaba de frecuentes paseos por el litoral gijonés, había propuesto a la corporación municipal la construcción del muro de contención y tuvo parte decisiva en su realización. El final de las obras, sin embargo, no llegó hasta la primera década del siglo XX.A la playa de San Lorenzo se la llama cariñosamente ‘La playona’, se dice de ella que es el gran anfiteatro de la historia de Gijón, ya que por ella pasaron los romanos, fue campo de batalla en casi todas las épocas antiguas, zona de juegos para la infancia de Jovellanos (su casa natal está en las inmediaciones del barrio de Cimadevilla) y área de expansión para la ciudad en todas las épocas.Un baño relajante en la playa, paseos por el puerto o una buena mariscada a la orilla del mar… Son placeres que los castellanos y leoneses echan de menos en su comunidad. Sin embargo, por suerte para aquellos que no pueden desplazarse a otros lugares costeros, Renfe regresa cada año con la clave para pasar un verano de maravilla. Escribimos sobrelos trenes playeros. Los viajeros pueden utilizar un tren que procede de Valladolid y sale de León, -depende de horarios de Renfe-con parada en algunas estacionesentre las que destacan La Robla, La Pola de Gordón, Santa Lucía, Villamanín, Pola de Lena, Mieres y Oviedo, entre otras. Estos años de atrás,más de 22.000 viajeros utilizaron este servicio que se presta desde el 1 de julio hasta el 31 de agosto y que permite a los ciudadanos del interior pasar un día de playa y volver a tiempo a sus casas para la cena. También la empresa Alsa tiene ese servicio playero. ¡Bueno, qué, vamos a la playa, a ese Gijón maravilloso… vamos a la memoria de Jovellanos!...Y protéjanse del sol, que anda últimamente muy revuelto…