La calle Azorín es una de esas calles que comparten municipio, ya que una parte pertenece al ayuntamiento de León y la otra a San Andrés del Rabanedo, en la pedanía de Trobajo del Camino. En ella hay asentados ya dos espacios dedicados al Arte, uno de ellos es Espacio E, mientras que el otro es el Andén Creativo, que se acaba de inaugurar y ambos comparten su actividad con otros muchos otros creando lo que han dado en llamar el barrio de los Artistas que celebrarán un evento el próximo 22 de junio en el bar social la Vega que dispone de amplia terraza.
Estela González Román inauguró su local con una fiesta en la que participaron numerosas personas y con ella ha conversado La Nueva Crónica sobre la aventura que acaba de iniciar.
– ¿En qué consiste el proyecto?
– Pasé mi infancia en el barrio ferroviario de León. Años más tarde, nos mudamos a un pequeño pueblo donde mi habitación daba justo encima de una estación de tren. Desde la ventana, observaba a diario los vagones llegar y partir. Los viajes y los viajeros se convirtieron en historias que imaginaba en movimiento, y aquella escena cotidiana, entre paisajes, luz, color, metal y observación, fue mi primera escuela de creatividad.
Con los años descubrí que no todo el mundo tuvo ese espacio simbólico donde imaginar libremente. Las expectativas y normas sociales que fui observando en mi entorno parecían frenar la expresión creativa de muchas personas. Ver a compañeras de profesión dudar de su talento y no tener espacios donde desarrollarlo me marcó profundamente. Fue entonces cuando supe que quería crear un lugar donde eso no pasara.

Estudié Bellas Artes en Altea, me especialicé en Barcelona y, después de un tiempo entre ciudades, los caminos de hierro me trajeron de vuelta a León. Así nació Andén Creativo, mi tienda-taller de arte y artesanía, un espacio para detenerse, crear, aprender y reconectar con la expresión personal desde el juego y el cuidado.
Andén Creativo también recoge un legado importante: el de Feli y Artesanía Feso, que durante 37 años dio clases y vendió material de manualidades en este mismo local. Para mí es un honor continuar esa historia, con una mirada renovada pero profundamente agradecida por lo que hubo antes.
En el taller imparto clases de dibujo, pintura en todos sus formatos y escultura, acompañadas de talleres monográficos y actividades adaptadas a distintas edades y niveles. Mi objetivo no es solo enseñar técnica, sino acompañar procesos, generar confianza y devolver la creatividad y el arte al lugar cotidiano que nunca debió perder.
– ¿Cómo se adecúa el espacio?
– El local está distribuido como una pequeña estación creativa, pensada para que cada zona cumpla una función distinta dentro de la experiencia. Los escaparates a pie de calle (exposición de obras originales, materiales artísticos y piezas artesanales) funcionan como un espacio de democratización del arte, donde cualquier persona puede detenerse a contemplar, inspirarse o incluso llevarse arte accesible a casa. En la tienda (taquilla simbólica) recibo encargos, atiendo consultas y ofrezco materiales tanto de bellas artes como de manualidades y artesanía, como un espacio de intercambio donde escucho lo que cada persona necesita porque no se trata sólo de vender materiales, sino de sostener caminos creativos: Mi lugar favorito, el taller, es un espacio reducido para un máximo de diez personas por clase, y ha sido concebido como esa sala de espera de mi infancia: un lugar de juegos, confluencias y pausas donde todo es posible. Allí se imparten clases, se conversa, se comparte y se transforma.
Todo el espacio ha sido restaurado y diseñado por mí, buscando que haya luz para crear, materiales al alcance, y una atmósfera que invite a quedarse. Quiero que quien entre sienta que aquí el tiempo cambia de ritmo.

– ¿Cómo te encuentras en el barrio en relación con las personas y el entorno?
– Llevo sólo un mes abierta, y aunque abrir en verano tiene su dificultad, me he sentido muy acogida. Las vecinas y compañeras emprendedoras, los comerciantes, y quienes pasan cada día por la calle me han hecho sentir parte desde el inicio. El barrio tiene una humanidad sencilla, una calidez que valoro mucho.
Me alegra que Andén Creativo despierte curiosidad. Hay personas que entran a mirar, otras que preguntan si pueden encargar algo especial, otras simplemente quieren saber qué es este lugar que huele pintura. Y eso me parece maravilloso: que un espacio inspire, incluso antes de saber exactamente qué contiene.
– ¿Qué te parece que el barrio haya sido elegido por tantos artistas?
– Creo que no es casual. Este barrio conserva algo muy valioso: identidad, memoria ferroviaria, y precios de alquiler que aún permiten emprender sin asfixia. En otras zonas de la ciudad, los precios se han disparado y muchos proyectos preciosos han tenido que cerrar. Aquí, en cambio, hay margen para sembrar.
En los últimos meses, además, ha surgido una iniciativa preciosa: el colectivo ‘El barrio de los artistas’, formado por artistas, estudios y centros de arte que comparten una visión de transformación cultural desde lo colectivo. Aunque aún no formo parte activa del grupo, me motiva profundamente su energía, y tengo muchas ganas de sumarme a esa red que está dando forma a un barrio vivo, creativo y en conexión constante.
Cada vez somos más quienes elegimos quedarnos, trabajar con las manos, crear comunidad y ofrecer algo real. Me enorgullece formar parte de ese paisaje en construcción, y contribuir desde un espacio que invita a parar, mirar hacia dentro y dejarse llevar. Un lugar donde la rutina se desvanece y la creatividad tome el control.