Entre aldabillas, picaportes y manillas

La calle es esa maestra de la vida que te enseña a observar sus cosas como si hubieran existido siempre y, a la vez, cambian según vas creciendo. Un museo que recorremos viendo sus aldabillas, picaportes o manillas, un mundo

Toño Morala
27/02/2017
 Actualizado a 19/09/2019
Bonita mano de Fátima en un picaporte de una piedra del viejo León, al fondo la Catedral de León. | REPORTAJE FOTOGRÁFICO MAURICIO PEÑA
Bonita mano de Fátima en un picaporte de una piedra del viejo León, al fondo la Catedral de León. | REPORTAJE FOTOGRÁFICO MAURICIO PEÑA
Miles de detalles de nuestras calles van conformando y aprendiendo a mirar a los ojos, y a interpretar con la mente esa gran transformación de lo cotidiano; te va enseñando que las cosas no estánahí por casualidad, sino por necesidad la mayoría de veces; y enla calle todo se ve desde el punto de mira de la observación, ese casi sexto sentidoque nos enseña algunos de los “porqué” sin que nadie te dé explicaciones; esa cotidianidad de nacer entre miles de cosas que poco han cambiando con el paso del tiempo y que la calle expone en ese majestuoso escaparate; de ahí nace el aprendizaje de darle mucha importanciaa esas pequeñas cosas que nos rodean y que apenas nos fijamos en ellas; y de ese aprendizaje de lo cotidiano que los ojos tiene como costumbre, hoy vamos a escribir; vamos a escribir sobre ese majestuoso arte en el gran museo que es la propia calle.

En otra ocasión escribimos sobre algunas puertas de la calle Ordoño II de la ciudadde León; hoy vamos a escribir sobre los picaportes, aldabillas, manillas, bocallaves… esa cerrajería artística – a veces no tanta, con la simpleza vale- que viste alas puertas de entrada de edificios y casas, y cuadras, y edificios singulares, iglesias, monasterios… vamos a intentar hacer un recorrido por ese arte poco apreciado que la calle expone a nuestro paso, y que con solo pararse un segundo y mirarlo, nos damos cuenta de que es muy bonito y lleno de trabajo de los maestros fundidores, de los herreros, y después de los carpinteros y ebanistas, así como de metalistas y carpinteros metálicos… imagino que habrá más -quedan nombrados en la memoria de la vida-.Hay que retomar la memoria de las cosas como algo queha tenido mucha utilidad en tiempos pasados, y no por ello hay que dejar en el olvido; no hay que dejar que las cosas cotidianas a la mirada mueran como se han muerto muchas de ellas en la tristeza del paso del tiempo, y en ese devenir de las cosas modernas que sí es verdad que ayudan y mucho, pero no por ello, hay que desechar aquellas tan tradicionales y antepasadas que nuestros ancestros inventaron para mayor comodidad de los habitantes de aquellos tiempos. Y aquí comienzan algunas preguntas sobre este arte tan antiguo de aquellos inventores que a la vez que inventaban un útil para diferentes usos,lo vestían de belleza y de una durabilidad fuera de lo común, parecido a lo de ahora. Y de los diversos materiales con los que están fabricadas estas cosinas, prevalecen variosmuy especiales y queridos;son elbronce, el hierro fundido o colado; el metal, y otros bañados para dar brillo y durabilidad a estas maravillas que llaman poderosamente la atención. Aldabas, Picaportes, Llamadores…para llamar y hacerse escuchar en las casas, bocallaves que enseñan el dibujo del maestro cerrajero de aquellas llaves grandes y seguras. Los pomos y manillas que cierran despacio las puertas recias de maderas nobles trabajadas por los maestros ebanistas, con esa particularidad de los vacíos realizados a formón, escofina y gubias afiladas con la piedra de aceite y la paciencia del que sabe manejar estas herramientas tan sencillas, pero tan necesarias para estos impresionantes trabajos. Empezamos con el molde de arena y tierra para fabricar parte de esta cerrajería artística. No era fácil el hacer estos moldes; había que saber mucho de fundición, de aleaciones varias para dar más dureza, de temperaturas de los hornos, de los crisoles diferentes para echar el fundido con sumo cuidado; había que saber sacar las piezas de los moldes, sacarlas en su justo momento y, además, había que saber mucho para no dejar burbujas de aire en el interior de la pieza para que ésta no fallase. Otras piezas eran las fabricadas por los maestros herreros; aquí la cosa tenía otras formas bien diferenciadas de fabricación; carbón vegetal, ponerlo al rojo vivo con el ventilador de mano- el famoso fuelle - y darle la forma creativa del forjador con martillo y encima del yunque, casi nada la broma; de aquí sí que han salido verdaderas obras de arte que podemos ver en muchas puertas de los edificios más antiguos. Si dan un paseo por cualquier pueblo, por los barrios más antiguos de las ciudades y los centros de muchas de ellas, podrán encontrar verdaderas joyas. No vamos a indicarles ni calles ni portales; por suerte, tenemos este arte gratis a la vista de cualquiera en esas calles que recorremos habitualmente. Hay que hacer también mención a los cierres peculiares realizados en madera, generalmente por los mismos habitantes de las casas; para cerrar cuadras, las gocheras y gallineros, los soportales, los hórreos antes de echar la llave… cosas muy simples y sencillas, pero que hacían una labor de maravilla para el cometido encomendado.

Los estudiosos atribuyen el origen de estos llamadores de puertas a los árabes y en algunos pueblos islámicos, en las puertas hay dos aldabas. Una para que la utilicen los hombres, a la derecha, y otra para uso de las mujeres. Suenan de manera distinta y así saldrá a abrir un hombre o una mujer según sea quien llame; muy curioso… posteriormente se siguieron utilizando, siendo muy abundantes en la Edad Media y también durante el Renacimiento. Las primeras eran una especie de pequeños martillos suspendidos de las hojas de las puertas por la parte exterior. Una forma también muy antigua eran las argollas de hierro unidas a una cabeza de bronce. Se golpeaba con ellas sobre un clavo bastante grueso.

Se conservan importantes ejemplos de aldabas de indudable valor artístico, ornamental e histórico en palacios, casas señoriales e incluso iglesias. Se pueden ver principalmente en aquellas ciudades y pueblos que conservan en su casco histórico este tipo de edificios. Expresiones o dichos como “a tal casa tal aldaba” o “tener buenas aldabas” nos indican que este objeto era una señal de riqueza y ostentación. Se distinguían por los materiales con los que estaban elaboradas y también por la decoración o adornos que los forjadores realizaban en ellas. Las familias, de quienes se decía o a quienes se aplicaban los refranes, solían gozar de buena posición económica. Las aldabas daban también importancia a la ciudad y enriquecían sus casas. Hay aldabas circulares y de otras formas, que se dicen de tirador, pues sirven incluso para cerrar las puertas. Ocurre además que algunos vecinos han remodelado o restaurado su casa antigua, de tapial o adobe, y han respetado la puerta y el llamador, que sigue allí ejerciendo su función, para quien lo desee, junto a los timbres y otros artilugios técnicos más modernos. Y no solamente se ven de puño, con más o menos adornos, (grabados o relieves con anillos en los dedos y pulseras en la muñeca), sino que también hay llamadores con otras formas y otros materiales. Y aunque no son tan valiosos ni tan artísticos, sí desempeñaron y desempeñan su función. Antiguamente en casi todas las puertas de arquitectura rural y tradicional no faltaba la aldaba lo mismo que la cerradura, la manija, el cerrojo e incluso la mirilla o la gatera. Cada parte o elemento tenía su función. La palabra aldaba tiene además otros usos muy generalizados por estas tierras. El que se refiere y designa la pieza de hierro en forma de argolla que se fija en la fachada de las casas para atar a los animales y otro (también conocido como aldabilla) que es la pieza de hierro en forma de gancho que, entrando en una hembrilla, sirve para cerrar puertas y ventanas. “Echa la aldabilla, para que no salgan las gallinas” se decía con frecuencia. Uno de los ejemplares más antiguos, hallado en la ciudad romana de Pompeya, se compone de una argolla colgada de una cabeza de Mercurio. En los periodos bajomedieval y renacentista, las aldabas fueron objeto de un destacado desarrollo artístico, multiplicándose sus motivos ornamentales curvos. Por entonces asirse a una aldaba servía para solicitar expresamente el beneficio de asilo. Las aldabas podían asumir un significado de protección mostrado iconográficamente mediante el gesto feroz de un animal o mediante el recurso a algún ser mítico o deidad, como la Gorgona. Las primeras aldabas en la Edad Media fueron llamadores con forma de falo o martillitos suspendidos de las hojas de las puertas por la parte exterior. La forma más típica y antigua es la de argolla. Se golpeaba con ellas sobre una cabeza de clavo bastante gruesa. Servían además como tiradores y en las puertas de algunas iglesias eran un signo de asilo que se requería asiéndose de dicha anilla. De tan antigua costumbre habla San Gregorio de Tous. Dicha cabeza era de león o de grifo o de quimera. Esta clase de llamadores se destinaron especialmente a las puertas de las iglesias sin duda porque así lo pedía la tradición del derecho de asilo.

Y para ir acabando, qué mejor que hacerlo con un pequeño relato etnográfico… Se titula… “Entre Aldabillas, Picaportes y Manillas…”Aquel domingo había amanecido con niebla y algo de esa fina lluvia; la familia salía por la puerta camino de la Iglesia. Ese era el momento para que el gato anduviera a sus anchas; a su paso chirriaba la puerta de la despensa donde se guardaban un montón de cosas y útiles para la casa; a la madre se le había olvidado cerrar la puerta y poner la aldabilla. En el sobrado todavía quedaban uvas de buen ver. El portalón se cerraba desde dentro del corral; la manilla exterior era de madera y giraba para dejar caer el pestillo sobre la espera. A los lados, dos anillas servían para atar a las bestias… El abuelo me trae en brazos y ante la puerta, me deja sonar el picaporte. El sonido es grave y pesado; la llave grande gira y se abre la casa. Es la hora de comer. La importancia de lo cotidiano en nuestras vidas...entre aldabillas, picaportes y manillas.
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