"La diversión supera al riesgo"

Lo dice Jadama, conocido -aunque no del todo- por haber posicionado esculturas como un pene gigante en la glorieta del Hospital o una vulva de mismas dimensiones en el campus de Vegazana sin descubrir nunca su identidad

28/01/2024
 Actualizado a 28/01/2024
Dos ratas de escayola apareándose en la glorieta del Parque Teconológico de León (enero de 2022). | MAURICIO PEÑA
Dos ratas de escayola apareándose en la glorieta del Parque Teconológico de León (enero de 2022). | MAURICIO PEÑA

En un mundo de incongruencias la creación artística, como toda tarea, no tiene espacio de salvación. Menos aún, el entramado económico que la rodea y que tacha de vándalos a quienes, sirviéndose de grandes grúas en periodos de tiempo menos apresurados, acaban por ser buenos ejemplos de artistas urbanos. De entre los que corren al mínimo asomo de luces azules, los más afortunados terminan contratados y remunerados por plasmar una figura elegante en colegios, ayuntamientos o festivales. Y, como el fumador que se pregunta en una tarde de frío dónde termina el humo y empieza el vaho; el observador de la obra de este anónimo artista no tiene otra que plantearse: ¿dónde termina el vándalo y empieza el artista?

– Yo creo que el arte cumple la ley de Pareto– suelta tranquilo este tipo, que con misma emoción remueve el café con leche que despierta, todavía más, a las neuronas:– veinte por ciento de arte y ochenta por ciento de negocio.

– ¿El arte de los museos?

– Cualquier referente del arte, salvo que sea un antisistema de libro, cuando huele a dinero o que puede vivir de eso y entrar en ese circuito comercial, el ‘chip’ cambia un poco. Pero, claro, hasta ahí, ¿cómo has llegado? ¿cómo te abres camino? O planteas algo completamente disruptivo o eres uno más.

Conocido por aparecer en numerosos medios de comunicación a raíz de la colocación de un pene de grandes dimensiones en la glorieta del Hospital, un par de ratas apareándose junto al Parque Tecnológico o, en diciembre del año pasado, un pimiento de cuatrocientos kilos forrado de falsos billetes, Jadama -apodado también Jincho- no quiere, por el momento, dar la cara. Aunque, en esta ocasión, no tiene reparo, tras años en el cuasi absoluto anonimato, en prestar la voz a un arte que se ha tachado de «perturbador», «escatológico» e «ilegal» y cuyas piezas, una a una, han sido retiradas.

– ¿Cuánto tiene tu obra de antisistema?

– Yo no voy contra el sistema– y su gesto es sincero;– de hecho, me aprovecho del sistema. He estudiado gratis y tengo un montón de comodidades gracias a él. Con eso no quiero decir que luego no escoja los asuntos con los que no estoy de acuerdo y los intente reflejar a través del arte urbano, que ahora tiene incluso más fuerza que el arte de los museos. 

"Voy sobre la marcha y lo voy a seguir haciendo pase lo que pase, aunque nadie lo publique en medios"

Museos como el Musac, que ha sido la «víctima» de algunas de sus obras en varias ocasiones.

– ¿Cuántas personas van a visitar ahora los museos?– se plantea, agarrado a una parsimonia que parece caracterizarle, y confiesa:– Yo, en el Musac, he pedido incluso que me dejaran hacer alguna cosa en el laboratorio y siempre ponen trabas y nunca admiten nada; es un chiringuito.

– ¿En qué sentido?

– Creo que están bastante cerrados– opina sin temor a dejar entrever una especie de manía al que es el centro de referencia artística de Castilla y León.– Es un museo de arte contemporáneo y está más obsoleto que mi abuelo, que iba con boina. Mantienen el chiringuito, mantienen su puesto y rinden cuentas al final del año.

Esa personal consideración tiene resultados de distintas formas: una conejera del mencionado abuelo pintada de rosa, una serie de pinturas colgadas, de farola a farola, o una figura humana enrollada en alambres que se cuestiona: «¿Alguna vez has estado atrapado por tu avaricia por el dinero? ¿La avaricia rompe el saco?». Y es que dinero y temáticas explícitas que apelan a órganos sexuales y situaciones de misma índole forman parte de la obra del artista, que no firma sus piezas, pero, en todas ellas, deja parte del poso que es el sello identitario del creador y que hace reconocibles esculturas como ‘El cagador de León’, la vulva gigante del campus de Vegazana, o carteles como el posicionado en la carretera de Asturias. Todas ellas, por cortesía de Jadama. Todas ellas, fruto del carácter curioso de este seudónimo, que -gajes del oficio- deja aparecer en la conversación algunos términos psicológicos. 

– Voy sobre la marcha, tampoco es que me guste complicarme mucho– suelta;– lo voy a seguir haciendo pase lo que pase, aunque nadie lo publique en medios. 

– ¿Y por qué esa pulsión? ¿Por qué esas ganas de seguir creando aunque no haya repercusión?

– No lo sé– dice, tras unos segundos que destina a meditar, ansioso por encontrar la respuesta adecuada.– Hay varios rasgos: uno es la apertura a la experiencia y otro sería el interés por los procesos reivindicativos.

Aunque, señala, no se ha parado a analizar la razón, habla de la diversión por medio de una analogía.

– ¿Quién, de pequeño, no iba por ahí y pintaba una polla en un espejo o en la luneta trasera de un coche sucio?– su mirada queda fija, en busca de una confirmación que viene resuelta por una sonrisilla tan cómplice como desinhibida, pues la situación a ello se presta.– Es un acto más espontáneo y reivindicativo que coincienzudo.

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La estructura previa a la escultura final llevada a cabo por Jadama. | CEDIDA 

Tan poco coincienzudo que ha llegado a correr el riesgo de multas, a lomos de un tractor con el que llevar a cuestas esculturas de tamañas dimensiones. También, a estar expuesto a críticas de quienes se aferran a ese otro arte más clásico, más sobrio, más serio y, casi siempre, menos accesible.

– Si nos atendemos al orden, sí, estoy rompiendo las normas escritas– reconoce y, solo atendiendo a su gesto, es fácil discernir que la declaración no termina ahí.– Se supone que sólo un sesenta por ciento de la población está completamente adaptada a las normas. ¿Por qué hay radares? Porque la gente se pasa de velocidad.

«La diversión supera al riesgo» es la particular bandera que ondea, cobijado en un anonimato que le permite hacer y ser. Habla de la «sociedad líquida» y de «la ruptura entre modernismo y posmodernismo» relatadas por el sociólogo Zygmunt Bauman. También, de artistas como Antonio López y la cúpula de las Naciones Unidas de Miquel Barceló y rememora su viaje a Nueva York para continuar con sus explicaciones.

– En las galerías, había verdaderas mierdas de artistas asiáticos; no mierdas– rectifica,– pero sí arte conceptual que valía millonadas y que te hace plantearte cómo algo así puede llegar a tener ese valor. Pero hubo precursores, como Andy Warhol, que ya entendieron eso– y se sorprende de la conclusión, demostrando que, como con sus obras, el discurso le sale sobre la marcha. Reflexionado, sí, pero nada aprendido.– Yo no estoy haciendo nada nuevo, te lo aseguro; plantar una mierda en una rotonda y abandonarla ahí no es nada nuevo ni rompedor. 

Jadama es tan tranquilo de gestos como inquieto de mentalidad. Se le nota. Viste oscuro, sin darle demasiada importancia a su atuendo y tomándose la vida no demasiado en serio. Se le nota también. Quiere conocer y escucha, sin prejuicios y con una mirada fija, que -dicen- es señal de confianza. No tiene miedo a pensar sus respuestas; tampoco de cometer algún error. Y hasta su seudónimo de artista, igual que su obra, tiene algo de sorna y algo de verdad.

– Jadama no es mi apellido– aclara conciso;– es como se llama a los desiertos de piedras.

Aunque el sabelotodo Internet lo llama ‘hamada’ o ‘hammada’. 

– ¿Por qué un desierto de piedras?

"El arte urbano es como una voz particular frente a las voces oficialmente establecidas"

– ¿Has visto esto?– se refiere a la ciudad.– ¡Qué plaza León! ¡qué plaza! Esto es una ‘jadama’ prácticamente, pero con clima extremo.

El paisaje, en plena plaza de San Marcelo, con un Jadama caminante sobre sus piedras como protagonista, no puede venir mejor.

– ¿Crees que la percepción de tus esculturas sería menos controvertida en otro lugar?

– Puede ser– conjetura alguien que ha permitido apreciar su obra a gentes de Madrid, Salamanca o San Sebastián.– Es verdad que las ciudades, hoy en día, transigen poco. Mucha gente dirá que es una mierda, pero hay una gran parte de la población, sobre todo joven, que sí comprende qué es el arte urbano y lo que supone. 

– ¿Y qué supone?

– Una reivindicación fuera de los circuitos normales para hablar de cualquier tema que uno quiera, lejos de cualquier tabú– lo tiene tan claro como es el agua.– Se acabó la lucha de clases y, con este posmodernismo, empezó la lucha de causas: el ecologismo, el feminismo... Los grupos sociales intentan coger sus cotas de poder, pero a mí, cuando planto una polla, nadie me dice que no lo haga porque es machismo– analiza, de nuevo, con una parsimonia que invita a escucharle hasta el final.– Mañana pongo una vulva, pero no lo hago por que me digan que soy feminista; yo no soy nada de eso, no me metas en ningún tarro de esos. El arte urbano tiene esa capacidad de salirse de cualquier atadura social o cultural– y, rápida y tranquilamente, continúa.– Entiendo que esos grupos son necesarios y que, si no existiesen, existirían otros. Decía Antonio Escohotado que la sociedad se distribuye como un fractal: cada uno reivindica lo suyo, pero el arte urbano es como una voz particular que se alza frente a las voces oficialmente establecidas.

Esa manera suya de alzarse surge de entre las paredes de su casa, donde bosqueja y fabrica su obra desde principios de este milenio. Eso explica, sin darse mucha importancia a pesar de haber llegado a sembrar el caos con algunas de sus piezas. Desvaría -sentenciarían unos- o trasciende -que afirmarían otros- sobre el significado del éxito que, dice, no le interesa. «Y menos a estas alturas, después de haberle dado la vuelta al jamón», añade en una forma curiosa, como es él, de indicar que su edad ya ha rebasado el meridiano de la media. Aunque todavía le quedan unas cuantas lonchas para llegar.

Y de eso va la historia, de disfrutar el jamón mientras vaya durando. De no empeñarse en buscarle un sentido a eso que, a veces, lo encuentra precisamente en su ausencia. De arriesgarse y exprimir el tiempo, divertidos y sin miedo, hasta la última anécdota. Que «lo contrario de la risa no es el llanto, sino el terror», que dijo aquel. Y de eso Jadama sabe mucho.

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Bosquejo en barro, proceso de escayola y estructura final de la escultura posicionada en la Plaza del Dos de Mayo de Madrid. | CEDIDAS

 

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