Cuando Puerta Castillo era un lugar sagrado

Documentación antigua revela que en las inmediaciones del histórico enclave de Puerta Castillo se levantaba una ermita consagrada a los mártires San Fabián y San Sebastián

Guillermo Carrizo Valcarce
13/11/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Todo leonés ha pasado alguna vez por debajo del Arco de la Cárcel o Puerta Castillo, un lugar lleno de historia. Como antigua puerta de acceso en la muralla tardorromana, daba acogida en la ciudad a transeúntes y vecinos de los arrabales, siendo un lugar habitual de paso. En tiempos de peligro (como por ejemplo en las Guerras Carlistas), se optaba por su clausura como medida de seguridad. Así mismo, contaba con edificios de importancia en sus inmediaciones, como el antiguo castillo - cárcel (actualmente convertido en Archivo Histórico Provincial) y la casa de niños expósitos o arca de misericordia (hoy Casona de Puerta Castillo). Sin embargo, casi nadie recuerda ya un elemento que sacralizaba el entorno: la ermita de los Mártires.

Entre los siglos XV y XVIII todo aquel que se aproximase al citado arco de entrada a la ciudad, tenía que pasar previamente ante la capilla de los Mártires San Fabián y San Sebastián, una modesta construcción de tapial, ubicada cerca del ‘Caño de Puerta Castillo’, aproximadamente a la altura del actual edificio número dos de la Calle los Osorios (en cuyo bajo se encuentra ahora una sucursal bancaria). La producción de lino de una pequeña huerta adosada a la ermita servía para su mantenimiento, en manos de la Cofradía de los Mártires –que figura en 1752 como integrada dentro de la próxima parroquia de Santa Marina la Real–.

El pequeño templo llegaría a los últimos años del siglo XVIII en un estado de conservación muy precario, puesto que ya solo abría sus puertas el día 20 de enero –coincidiendo con la festividad de los Mártires– y sus paredes eran usadas el resto del año a modo de ‘frontón’ por los muchachos de la ciudad. Por si no fuera poco, la conducción de agua, que provenía de los manantiales de Carbajal de la Legua, dañaba las paredes de la ermita con frecuencia. Ante esta situación de ruina y abandono, las imágenes de los santos fueron trasladadas a la parroquia de Santa Marina el día 30 de mayo de 1770 en una solemne procesión.

Desde el traslado de las imágenes, la ermita pasó a considerarse como ‘profanada’ y se acentuó su abandono. Después de haber perdido su condición sagrada, se habilitó la misma como almacén de maderas (con las que luego se entarimaría el suelo de la parroquia de Santa Marina). Finalmente, en plena Guerra de Independencia, la antigua capilla terminaría por desaparecer, seguramente coincidiendo con los trabajos de fortificación de la plaza que llevaron a cabo los invasores franceses, que se afanaron en derribar las construcciones más próximas a la muralla.

Sin embargo, la costumbre que algunos pobres tenían de pedir limosna en las inmediaciones del oratorio –aprovechando su estratégica situación en un lugar de mucho tránsito– continuó hasta tiempos más recientes.
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