Entre los orígenes posibles, y todos ellos de alcurnia, que se aventuran para el lugar llamado
la Venta de la Tuertahay uno más noble que ningún otro, el que defiende que de ella ya se hablaba en El Quijote cuando Miguel de Cervantes escribía:«Servía en la venta asimesmo una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana». Este
pasaje podría haberle dado nombre al lugar:La Venta de la Tuerta. De otros orígenes se habla unas páginas más adelante.
Pero este origen cervantino y quijotesco viene a cuento pues en los terrenos de esta venta hay un molino, que cuidan con esmero, y en el que han escrito sus dueños que se trata del único que no conquistó el Ingenioso Hidalgo
don Quijote de la Mancha.
De la puerta de ese molino sale una fila de pequeños robles que han convertido en lapiceros, los lapiceros que cuentan la vida a aquellos que dirijan sus pasos siguiendo el camino que en los troncos del robledal de la finca han dibujado (mejor, aún están pintando) Sandra Fernández, una de las hijas de los actuales venteros, y el artista asturiano, de Moreda, Enrique Pinín. Pronto se entendieron, a Pinín le encanta abrir puertas, Sandra le está dando otro aire a un lugar con historia que acoge exposiciones, conciertos... «Yo había hablado con mi padre de la idea de los lapiceros, hablando con Enrique Pinín la historia fue creciendo y ya está muy avanzada. De las cuatro etapas de la vida que queremos representar ya están tres acabadas», explica Sandra.

Pinín recuerda cómo empezó todo en 2013, cuando le expusieron la idea. «Quería representar la vida, el río de la vida, desde que nacemos hasta la madurez, todo ello reflejado de manera gráfica en estos árboles que ven y que cuentan. Yo interpreté lo que Sandra me explicaba y sumé mis propias ideas, fieles a la idea original». Así va creciendo un bosque encantado o un bosque con arte a muy pocos kilómetros de León, en el robledal de La Venta de la Tuerta, que muchos llaman el Robledal del Rubio, por el actual dueño de la venta. La idea va creciendo poco a poco., gracias al entusiasmo de Sandra Fernández que va dejando muchas horas de su tiempo en pintar los robles de este bosque que es inevitable que recuerde al famoso Bosque de Oma, pintado por Ibarrola en los años 80 y que sufrió los ataques de partidarios de ETA. Sandra Fernández va recorriendo los cuatro apartados del bosque, que es tanto como ir recorriendo el camino vital que han plasmado allí, no solo con los árboles, también con otros muchos símbolos,- Estos árboles que salen del molino son los que hemos convertido en los lapiceros, que era la primera idea que tuvimos, aquella que le conté a mi padre y él me animó a hacerla pero también a hablar con Enrique. Y los lapiceros nos llevan al primer ‘minibosque’, el de la zona de la juventud, del inicio del camino de la vida. Por ello, en todos los árboles de este bosque hemos utilizado solamente los colores primarios.Hay que colocarse en un punto concreto para ver el ojo o el dragón que forman decenas de árboles Y van apareciendo mientras camina por el bosque otros muchos elementos. Corros de setas, carrillones colgados que rompen el silencio de los bosques con los sonidos que produce el viento al chocar contra ellos, como los cantapájaros de los viejos tejados. Olvidas que a muy pocos metros pasa la carretera de Asturias, con sus camiones y ruidos, aquella que ya describiera Gaspar Melchor de Jovellanos en su caminar por estas tierras, en las que ya estaba la venta.La segunda parada de este camino nos lleva a la mitad del camino, que han representado en el ojo «que todo lo ve». Ojos por todas partes, rayas en los árboles que cuando te colocas en un punto concreto te permiten observar el gran ojo que forman todos los árboles de este tramo en el que también hay otros elementos: los lagartos, «que son los defensores de los niños».

Y ahí está el punto final del camino fácil, aquel que te llevan de la mano. El camino se bifurca y hay que elegir, el bueno o el malo, la zona del dragón, que también hay que ver desde un punto concreto, en medio de la fauna de este bosque.
El final del camino es el
refugio de las hadas, el que aún no está finalizado.
- ¿Para cuándo?
- Nunca se sabe, lo bueno de esta historia es que está viva, que siempre puede crecer y, además, me estoy dando cuenta de que ya hay que volver a pintar algunos de los primeros árboles.
Así es como este lugar, seguramente la venta de más larga historia de la provincia, un ventorrillo que acogió a reyes y bandoleros, del que escribieron ilustres escritores, también mira al futuro y se convierte en un espacio abierto a la forma de hacer arte en el siglo XXI.
Arte en la naturaleza.