Componedor de sueños

Diego Acebo Frades, músico tradicional, heredero de las enseñanzas del abuelo y de la tradición en la elaboración de las mejores panderetas, rabeles, panderos…, lucha por no perder la magia de sus dedos para crear sueños después de un accidente

Toño Morala
05/06/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Diego Acebo creando música. | QUINITO FOTOGRAFÍA
Diego Acebo creando música. | QUINITO FOTOGRAFÍA
Hacía ya untiempo que tenía entre palabra y sentimientos encontrados, el hacerle una cosina a un buen amigo; uno nunca sabe si a modo de semblanza, -bien merecida-, si de recordatorio para el mundo de la ‘cultura’; osimplemente para llamar la atención del olvido de muchas instituciones, incluso de esos programadores que tanto les encanta lo contemporáneo; a mí también, pero existen otras formas y tiempos maravillosos de hacer cultura y además de la mano de gente muy joven y llena de cosas que contar en el innumerable panorama artístico y cultural. En fin, que tenía ya preparada alguna cosina…y sí, efectivamente, casi nada de lo escrito sirve para esta ocasión; el adelanto de estas palabras escritas tiene un porqué y un significado. El mero hecho de la amistad no sirve solo de pretexto; hay algo mucho más cómplice y lleno de silencios; en realidad uno tiene la suerte de encontrarse en el camino con buenas gentes conlas cuales hablas muy poco, pero sabes que están del mismo lado, o sea, del sentimiento y cómo transmitirlo sin grandes campanadas y estruendos; y así ha ocurrido con mi amigo y compañero Diego Acebo Frades; un hombre al que le abraza la melancolía a tiempo completo, un autor musical y componedor de instrumentos varios –luthier-, donde la pandereta tiene un sonido especial, y donde la autenticidad de eterno aprendiz en las rodillas de su querido abuelo Emilio, le viene como anillo al dedo…y siempre con los ojos puestos en las enseñanzas del abuelo, el silencio y las sonrisas cómplices; el manejo de las herramientas, lo sutil entre lo bien realizado y lo bien aprendido… pero la vida, siempre te sorprende con algo inusual, con algo que trastoca el devenir diario; algo que te hace estremecer y a la vez te asusta… te hace respirar profundo, te hace sentir mal y te llega alpensamiento ese arraigo popular que muchas veces es certero… «siempre les pasan cosas a la gente que mejor estáplantada en la vida, y que mejor comparte su humanidad y bondad…». Nuestro querido amigo Diego, en ese trajinar diario resolviendo los trabajos del campo, en esta ocasión, y sin apenas darse cuenta, una máquina fresadora le enredó los dedos de la mano derecha y tuvo que ser intervenido por los especialistas de León; aparentemente nada grave si no fuera la mano con la que toca un montón de instrumentos y trabaja sus fabricados como panderetas, panderos, rabeles… pero él, lo que más siente es el miedo a no poder tocar su acordeón diatónico de botones… pero afortunadamente el buen hacer de médicos especialistas dejan otear un futuro menos complicado.

Un hombre al que le abraza la melancolía a tiempo completo, un autor y componedor de instrumentos La fuerza y juventud que Diego transmite es suficiente para darle la vuelta al desaguisado y ponerse manos a la obra lo antes posible; muchos estamos seguros de su recuperación, y seguro que en alguna de las revisiones,-conociendo a Diego-, les lleva el acordeón diatónico al hospital, se pone a tocar y a entonar ‘Las panaderas’, canción popular… y no les quedará más remedio a los médicos que echar un baile a su salud. Eso esperamos y deseamos. El que les escribe conoció a Diego en una de sus actuaciones junto a su buen amigo Borja Rodríguez; cuando comenzó a cantar con esa voz tan cálida y que arropa, automáticamente me dije, «vendrá a acompañarme en algún evento literario», y así fue; desde ese primer día nos une una amistad a prueba de apretón de manos; no es una amistad de día a día, no es necesario, él y yo sabemos lo que hay, y eso es más que suficiente. Hay muchas amistades que se tardan en vermucho tiempo, y sin embargo, nada cambia cuando llega el encuentro. Cuando alguien es capaz de regalar tanto talento, cuando alguien es capaz de ponerte los pelos de punta, cuando alguien traslada esos buenos sentimientos y hace que te emociones, ese alguien no tiene corazón, todo él es puro corazón, pura vida, y la comparte sin pedir nada a cambio; siempre con una sonrisa cómplice en su boca, y esa mirada alegre y dicharachera que todo lo observa y de ahí viene mucho del aprendizaje que Diego comparte. Estos días que nos ha pillado tan de sorpresa el susto, vamos pensando detenidamente las vivencias, las frases elocuentes, esa autenticidady humanidad que te arrastra cuando estás al lado de Diego, y te pones a pensar en esa tierra que lo vio nacer – Ponferrada-, en los valles de Compludo donde se crió a ratos, en la casa de Carracedo de Compludo de su abuelo, que se enamoró de una buena moza de Compludo- su abuela- , ese Compludorodeado de la Ferrería, las ruinas del monasterio, la losa y la piedra de sus casas, sus bosques y montes… el mineral que traían los monjes por las sendas. Cerca de la Ferrería se conservan las ruinas del monasterio, y del puente y del horno… El mineral ferruginoso lo traían los monjesbajando por Manjarín y tendiendo la vista hacia los montes que forman los grandes valles de Compludo. Y es ahí, con esa historia, donde la soledad y el leve silencio, se pronuncia el otoño de hojas muertas, y ese invierno de taller y estudios en Ponferrada, para después escuchar el viejo reloj encima de la trébede de lacocina económica en casa de sus abuelos, donde a Diego le salen del alma, canciones y nuevas formas de proyectar las viejas tradiciones de la tribu; esos sueños que compone llenos de estrellas que se posan enlasnoches de las nostalgias.

Siempre con los ojos puestos en las enseñanzas del abuelo, el silencio y las sonrisas cómplices Y fue por esas tierras, en el monasterio de San Pedro de Montes, donde fueron los monjes de Compludo a robar piadosamente al abad Fructuoso, y fueron con palos y horcas hasta traer nuevamente a Fructuoso a Compludo y su Ferrería. El valle del Silencio, allá por Peñalba de Santiago, las lomas de los castros de La Rupiana y Cabeza de Yegua, el Campo de Las Danzas… el campo de las danzas… los duendes y las hadas…ahora se entiende mejor esa forma de estar de Diego en la vida; entonces piensas que de ahí viene esa templanza y sabiduría que tan respetuosamente Diego heredó de sus ancestros… y siempre el agua como resorte para la creatividad en el valle, y siempre el río Compludo y su leve susurro, y el arroyo Miera en su mirada.Dicen que la noche de los Difuntos, el dos de noviembre, se oyen las profundas salmodias de los monjes, con esa melodía de los cánticos de los difuntos, tan graves y solemnes que encogen el ánimo; el resto es la voz y la música de Diego Acebo en el otoño ancestral de ese Bierzo majestuoso y mágico, tan lleno de poesía, y apenas nada de poética, no la necesita. Y para ir cerrando, qué mejor que hacerlo sobre la maestría de Diego, luthier de profundas raíces, sobre esa fama que tienen sus panderetas y panderos, algún rabel… ese viejo oficio que le enseñó su querido abuelo Emilio, y del que tanto se acuerda.Y cómo no nombrar a Quinito, amigo que retrata a Diego en ese blanco y negro, y con esaropa que Diego se pone para rememorar a sus abuelos Emilio y Gorgonio, para ponerse en la piel de sus vivencias, de sus aprendizajes, de sus desvelos y sus alegrías… esa gorra, los tirantes, los pantalones… y la mirada larga, esamirada tan llena de melancolía, y el reloj sobre la mano que toca el acordeón diatónico… Y las abuelas siempre en su corazón… queda pendiente ese evento en tu tierra, donde amigos y compañeros, te acompañaremos en ese abrazo largo y querido, para cuando vuelvas a tocar el acordeón de botones,-entre otras- ‘Esta noche ha llovido’…y entones ese‘Santa Bárbara Bendita’,para calmar algo la vida.
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