Fue Walter Benjamin quien definió el coleccionismo como una forma de combatir la dispersión encerrando algo único en un círculo mágico mientras se produce el último escalofrío de la adquisición. El pensador alemán se refería, por lo tanto, a una operación intelectual en la que, aunque interviene la transacción económica, el valor material no es lo más importante. La colección es, pues, un grupo de elementos reunidos por un mismo sujeto que los compra para incorporarlos a una conjunto cuyo vínculo es algo abstracto, lo «mágico» que nombra Benjamin.
En el Palacín de León se exhiben, hasta el 15 de junio, 145 fotografías que el conocido actor Gabino Diego ha ido coleccionando desde los años noventa en los que entró en contacto con el fotógrafo Robert Freeman. El visitante encuentra en esta exposición un amplio recorrido que va desde autores nacionales ya históricos como Alfonso Sánchez Portela, Catalá-Roca, Ramón Masats, Miserachs, Colita, Siquier o Toni Catani, hasta figuras posteriores muy destacadas como Alberto García Alix, Chema Madoz o Cristina García Rodero y otras más conceptuales como Fontcuberta o Javier Vallhonrat, pasando por fotógrafos significativos en la escena internacional como Elliot Erwitt, Jan Saudek, André Kertész, Nicolás Muller, Robert Freeman o Martín Chambi, entre muchos otros importantes.
El conjunto de la exposición presenta un repertorio más heterogéneo de lo que se espera al visitar una colección particular que suele estar condicionada por los gustos e intereses de una sola persona. La colección de Gabino Diego, que en León se presenta con el título de ‘Notas de viaje’, lejos de resultar monótona sorprende por la variedad y muestra, efectivamente, su viaje durante más de tres décadas por la fotografía.
Si buscamos cuál es la «magia» de la que habló Benjamin que encierra en su círculo a las fotografías de esta colección, lo que las une, encontramos en primer lugar que en su conjunto proporcionan un recorrido por las propuestas expositivas de los últimos treinta años que se pudieron ver en salas especializadas y, por lo tanto, son un buen registro de la fotografía relevante que ya había sido seleccionada anteriormente para entrar en el circuito expositivo.
En la segunda sala se pueden ver retratos de personajes famosos como los Beatles, Elvis Presley, Marilyn Monroe, Chet Parker, John Coltrane o, incluso, Valle-Inclán y llama la atención que son imágenes de pequeño formato que los presentan en escenas cotidianas; sin embargo, la gran mayoría de los retratados en el resto de la exposición son personas anónimas que quedan engrandecidas, ya sea por el mero hecho de protagonizar la imagen o por la belleza de las situaciones, produciéndose entre ambas un paradójico uso del medio visual que las aproxima. Los famosos se muestran cercanos y los anónimos son dignificados, el círculo mágico que combate la dispersión en esta colección tal vez sea la humanización.