Seguramente quien más ha escrito de Cabrera, libros y cientos de artículos, es Manuel Garrido, cura muchos años en aquellas tierras y, a buen seguro, uno de los mejores conocedores de las gentes de aquellas tierras. Hace unos años reunió en un librito titulado ‘Desde una alquería cerca del lago’ –con el esclarecedor subtítulo de ‘Un tapiz cabreirés’— las biografías de 22 personajes de esta comarca, con una dedicatoria que también dice mucho. Recordaba Garrido que se cumplían 50 años del libro y 100 del nacimiento de Carnicer y remataba: «Se nombra aquí para dedicarle este librito a su memoria».
Recoge Manuel Garrido personajesde todo tipo, desde Suleimán el Mozárabe o Pedro Álvarez Osorio, primer Conde de Lemos y Señor de Cabrera y Ribera, entre los más antiguos, a personajes muy frescos en la memoria de los cabreireses, como Sergio el músico de Odollo, Brindis Morán, Moisés Liebana ‘El gaitero’ de Corporales o José Martínez Bravo ‘Carrilano’, que es el primero que aparece.
Hay de todo. Biografías que bien merecen posar la mirada sobre ellos uno por uno, pero bueno es recordar algunos detalles de este tapiz. Dice Garrido que el primero de ellos, José Martínez Bayo, Carrilano, «paradigmatiza a la perfección el destino de un pueblo y cada una de sus gentes e incluso de la entera comarca cabreiresa. La Baña es ese pueblo, donde José nació en 1930».
Carrilano pasó por el Seminario de La Bañeza pero no cuajó la vocación y se fue a trabajar a las minas de wolframio en Casayo; después trabajó en la construcción de la presa de Vega de Tera que poco tiempo después reventó y se llevó por delante el pueblo de Ribadelago y sembró de cadáveres el fondo de las aguas. Duros trabajos los de José. Las minas de wolfram dejaron terribles secuelas en silicosis, el pantano... y este cabreirés cogió el mismo camino que otros muchos paisanos que emigraron a Suiza, Alemania... «cogieron el carril, de ahí su nombre, Carrilano». Pero cargado de nostalgia, por lo que cuando tuvo unos ahorros regresó y puso una fonda cantina en La Baña, su pueblo, y desde ella «tuvo un papel destacado en diversos proyectos y trabajos comunales que ayudaron a superar las viejas historias de la precariedad» que se habían contado en libros y reportajes a veces sensacionalistas, sin olvidar la ‘leyenda’ de las ceibas. Y es que Garrido ilustra las biografías con recuerdos de todo tipo, el avión que se estrelló, la leyenda del ‘tesoro’, las apariciones singulares en prensa...
No podían faltar en el repaso músicos como Sergio, el saxofonista de la orquestina de Odollo, o el reconocido gaitero de Corporales, Moisés Liébana.
La guerra marca muchas biografías, como la de Víctor Alonso (Odollo, 1917) que muy joven cogió ‘un carril’ también muy habitual en Cabrera, ir a trabajar en Madrid en las numerosas pescaderías que regentaban cabreireses y maragatos, de aprendiz, a cambio de la estancia y la manutención. En 1936 fue llamado a filas y combatió en el Ejército republicano. «Cuando llegó la derrota le tocó huir a Francia. No mucho tiempo después fue apresado por los alemanes, que lo llevaron al campo de concentración de Sankt Lambrecht. El 5 de mayo de 1945 lo liberaron los americanos», escribe Garrido, quien añade que regresó a Francia, se casó con una austriaca que conoció en el cautiverio. Al final de su vida regresó un par de veces al pueblo, donde sus hijos esparcieron sus cenizas, como había sido su voluntad.


Entre las 22 biografías solamente hay una mujer, Tránsito Carrera Muelas (Encinedo, 1912), aunque descendía de un pueblo de comerciantes, Muelas de los Caballeros (Zamora). «Abrió un establecimiento para cantina y fonda y en ese oficio desplegó todo el poderío de su personalidad sobresaliente».
Entre las historias que va contando aparecen numerosos pasajes en los que aborda el autor, y da su opinión, asuntos como la polémica levantada con el libro de Carnicer, la anécdota —que no cree— de aquellos cabreireses que le quisieron echar hierba para que comiera a un todoterreno, la parte de verdad y de novela de la vida de Antonio B., algunos entresijos de la famosa foto del entonces ministro Martín Villa llevado ‘a la silla de la reina’ para que no se manchara con el barro...
Otras de las biografías que recoge y no citadas son Belarmino Liñán, Leopoldo de Mata, Adolfo Riesco, Mateo Valcarce, Manuel Bruña, Santos Álvarez Villarpriego, Juan Álvarez San Román, Daniel Vega El Carlista o Cristóbal Escudero. «He pretendido que pudiera acaso columbrarse al fondo la Cabrera, con todo el peso de su tradición milenaria:las luces de su vida y las sombras de su destino».