Formada como narradora en l’Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès, ‘Cicatrices de charol’ representa su primera incursión en la novela, que ha decidido ubicar en El Bierzo «porque es la tierra en la que nacieron mis padres, mis abuelos, todos mis antepasados y yo misma. Hay algo atávico en mi amor hacia el territorio. Siempre vuelvo al Bierzo. Allí, en su tierra, se hallan los restos de casi todos mis antepasados, allí permanecen las tierras que compraron, heredaron, trabajaron y de las que se sustentaban. Allí los árboles que plantaron, las montañas que amaron, las casas en las que habitaron. Siempre vuelvo al lugar y recreo en mi mente las bellas palabras de Juan Ramón Jiménez: ‘...en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado, mi espíritu de hoy errará, nostálgico’. Y allí estoy yo, añorándolos».

Además de su aportación como historiadora, no es difícil percibir en el relato influencias de su experiencia de más de cuarenta años como docente. «En efecto. Creo que las profesiones, al menos la de docente, imprime carácter. En la novela hay cierto afán por la reflexión que nos puede servir en el presente. Hemos de aprender las lecciones que nos enseña la historia e intentar comprender qué es lo que puede llevar al ser humano al desastre de una guerra civil y las consecuencias que ello comporta», reconoce.
Actualmente, Berta Pichel se encuentra inmersa en la redacción de un nuevo proyecto literario. «Será una novela muy diferente a ‘Cicatrices de charol’. Si en Cicatrices la protagonista es una mujer muy joven que se abre a la vida, en la actual el protagonista es un hombre de setenta años y que, en consecuencia, ha vivido mucho. Al plantearme una nueva novela, me atrajo un reto: entrar en la cabeza de un hombre experimentado. Intentaré no equivocarme demasiado».