Cuentan que alguien, alguna vez, le vio enfadado, pero la mayoría de los que le conocen no se lo creen. Se llama Álvaro Fuertes Redondo, Alvarito el de Villafañe en la comarca, y a todo el mundo se dirige como «mi niño» o, según el caso, «cachorro». Todo puede pasar en el bar Córdoba de Puente Villarente, todo es tan posible como imposible, desde que él lo regenta: que te den percebes de tapa o que te ofrezca salami.
Tampoco nadie puede saber cuándo abre ni cuando cierra, todo es una incógnita hasta llegar a este bar situado en pleno Camino de Santiago, pero algo tendrá porque, abra cuando abra, se llena de gente. El bar lo abrieron en 1980 Benito Córdoba y Cesárea Rodríguez y pronto se convirtió en un clásico del que es en realidad el punto de encuentro de varias comarcas, condición que Puente Villarente no ha perdido ni siquiera con la construcción de la autovía que ha sacado buena parte del tráfico del centro de la localidad.
Pero desde que Alvarito Fuertes regenta el bar Córdoba se puede decir que todo ha cambiado. «Amor, alegría y cerveza fría» reza el lema que se puede leer al entrar, sobre la barra, toda una declaración de intenciones que se completa con algunas particularidades que sólo se pueden encontrar allí donde, como ya se ha dicho, todo es tan posible como imposible. Por ejemplo, un futbolín antiguo, de los buenos, minuciosamente restaurado por el propio tabernero en el que no se disputa un derbi madrileño ni un Madrid-Barça, como suele ser habitual, sino todo un Lancia-Mansillés en el que impera la rivalidad local.
El Fotoplay, también de época y cuidado hasta el punto de que no se conserva otro igual en toda la provincia, es otro de los tesoros de los que presume el propietario de este bar extraordinariamente limpio y que resulta muy recomendable porque lo que es seguro es que sorprenderá al cliente: quizá se lo encuentre cerrado pero si tiene la suerte de encontrarlo abierto, se convertirá en uno de los habituales.