
Pedro Acera no nació molinero, no fue de aquellos que heredó «la tradición familiar» pues fue antes agricultor, como reza la lápida, en su pueblo natal, Joara, la localidad cercana a Cea en la que vino al mundo en 1926. «Allí fue labrador, también tenían un alambique y vino, que entonces había mucho en la comarca y en la época de la vendimia venía mucha gente a trabajar de la montaña, de la comarca de Valderrueda y aquellas cercanas», recuerda su hija, quien explica cómo en aquellos años en Joara no había luz, algo que llamó mucho la atención a su madre, la mujer y compañera de trabajo de Pedro que era la que había nacido en Cea.
- Yo creo que la luz está muy presente en mis padres. Primero porque el hecho de que elmolino fuera fábrica de luz fuealgo que animó mucho a mis padres a comprar el molino y, finalmente, porque si hubiera que elegir una definición para mi padre, el molinero, yo diría que es uno de esos seres que desprenden luz, que iluminan el lugar en el que están.
Esa búsqueda de la luz y el oficio de molinero fue lo que llevó a Pedro Acero
a comprar en 1957 el molino de Cea y convertirlo en su oficio para siempre. «Ellos venían de Joara que era un pueblo muy pequeño y Cea tenía en aquellos años cincuenta una intensa actividad, de todo tipo, con cinco tiendas de comestibles, bares, en fin, mucho comercio, mucha actividad agrícola y ganadera cuando le surgió la posibilidad de comprar el molino y en ello se embarcaron», con evidente pasión por el oficio, que llevó Pedro Acero más allá de su vida, como se puede comprobar en un rincón del cementerio de Cea.