Es evidente que en la historia de la pintura y la escultura en el siglo XX en España tiene una ‘entrada’ incuestionable Eduardo Arroyo, el artista nacido en 1937 en Madrid con raíces lacianiegas, tierra a la que regresó con frecuiencia, especialmente en sus últimos años y se implicó en iniciativas muy diversas, especialmente artísticas y musicales.
Arroyo había expuesto en León hace 25 años, en Ármaga, y a esta misma galería ‘regresa’ con una muestra que recoge una selección de algunas de las obras más icónicas y representativas de su trayectoria. La muestra fue inaugurada el pasado sábado y permanecerá en la sala hasta el próximo 17 de enero.
Eduardo Arroyo muestra en esta galería su personal interpretación del arte que, para él, «fue biografía, memoria y figuración; también designio. Con ironía, espíritu crítico y una acidez inconfundible construyó su propia figuración narrativa», señalan desde la propia galería a la que recuerdan que regresa después de veinticinco años.
En Ármaga se podrán admirar obras de los últimos cuarenta años con variedad en disciplina (pintura, escultura, collage y obra gráfica) y temática (boxeadores, deshollinadores, fantomas, moscas, retratos y autorretratos). «Si bien no hay una intención de retrospectiva, la exposición permite una buena panorámica de la carrera de este artista».
Su viuda, Isabel de Azcárate, quien fuese directora de la Galería Malborugh y de quien procede la práctica totalidad de la obra, estuvopresente en la inauguración de la muestra.