Antonio Gaudí. Matemáticas y arquitectura (2ª parte)

Por José María Fernández Chimeno

11/11/2025
 Actualizado a 11/11/2025
Cúpula de la Capilla de los Condestables (catedral de Burgos).
Cúpula de la Capilla de los Condestables (catedral de Burgos).

«En 1877, Whistler expuso una serie de nocturnos (óleo sobre lienzo) de estilo japonés, por cada uno de los cuales pedía 200 guineas. John Ruskin (escritor, sociólogo y crítico de arte) escribió: ‘Nunca hubiera imaginado que un mequetrefe pudiera pedir 200 guineas por arrojar un pote de pintura al rostro del público’. Whistler le demandó por difamación […] Pronto salió a relucir la cuestión de los acabados, y Whistler fue de nuevo interrogado acerca de si realmente había pedido aquella suma ‘por dos días de trabajo’, a lo que replicó: ‘No; la he pedido por los conocimientos de toda una vida’».
(‘La historia del Arte’, E.H. Gombrich).

¿Qué estoy observando? Deberían de preguntarse muchos de los considerados entendidos en el «lenguaje gaudinista», antes de quedar ensimismados contemplando los más recónditos misterios que guarda el Templo expiatorio de la Sagrada Familia, en Barcelona. Lo que aprecian la gran mayoría de los críticos de arte es una obra majestuosa y llena de alicientes, algo que no tiene una fácil explicación. Y se responderán ufanos: ¿qué atisbo? ¡Es evidente! miro una obra armoniosa, con euritmia (uno de los seis primores que Vitruvio exige en todo monumento). Mas, aunque crean conocer todo lo relacionado con la obra en sí, fallan en lo esencial: deducir que están ante «los conocimientos de toda una vida».
Fue un momento de enorme creación. A finales del siglo XIX, entre su partida de tierras leonesas y la nueva centuria, Antonio Gaudí comenzó a innovar con las «superficies regladas», diseñando una original «maqueta funicular»; y, sin crear un «estilo propio», dedicó toda una vida a desarrollar las tres «tendencias-manifiesto» (postgótica, geométrica y naturalista) recogidas en 'La herencia del «lenguaje gaudinista» (en la arquitectura contemporánea española)'. (autor J.F. Chimeno / CESED-Akron, 2017).

Entre los años 1889 y 1893, Gaudí viajó constantemente en ferrocarril, desde Barcelona hasta Astorga, pasando por Burgos y León, con la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España (CCHNE), conocida simplemente como ‘Norte’. Si de sus estancias en León tenemos numerosas referencias históricas, de su presencia en Burgos no queda ninguna. No obstante, después de examinar a conciencia la catedral de León, concebida bajo la influencia arquitectónica de las de Amiens y Reims (sometida a una gran restauración que se remonta a 1844, aunque fue con la intervención de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, bajo el II Gobierno de Leopoldo O´Donnell y Joris, cuando se encargó las obras a Matías Laviña, en 1859), la hallo en tal estado de postración (reconstrucción) que no pudo por menos de intentar satisfacer su curiosidad recurriendo a los arquitectos restauradores Demetrio de los Ríos y su sucesor Lázaro de Diego, que la estaban tratando como si fuera un enfermo grave. [ver artículo en LNC, titulado: Antonio Gaudí (arquitectura y matemáticas) 1ª Parte (02-09-25)].

Llegados a este punto, es admisible pensar que, conociendo su admiración por el estilo gótico (no exento de críticas al sistema estructural) y tratando satisfacer su curiosidad innata, estos recomendaran a Gaudí hacer un alto en el camino a León y apearse en el andén de la estación de FF.CC. de Burgos.

Estación de FF.CC. de Burgos (1902).
Estación de FF.CC. de Burgos (1902).

Si la Pulchra Leonina es conocida como la «catedral de la luz», con sus vidrieras como elemento definitorio de este templo, ocupando un total de 1.800 metros cuadrados (la mayoría medievales), lo que convierte a esta catedral en uno de los edificios con mayor superficie de vidrieras coloreadas del arte gótico –sólo superado por la Catedral de Chartres en Francia–, la catedral burgalesa, también conocida como la Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Santa María de Burgos, es conocida como la «catedral de la geometría» (otro formidable ejemplo del gótico europeo y, en particular, una joya del gótico español). Su construcción se inició en 1221, por iniciativa del rey Fernando III (El Santo), y es producto de un largo periodo de construcción, que se extendió durante varios siglos, terminándose en 1567; aunque hubo posteriores intervenciones hasta adentrarse el siglo XVIII. El resultado es un edificio gótico con importantes añadidos renacentistas y barrocos, donde prima esa rama de las matemáticas.

La catedral de Burgos encierra entre sus muros la proporción áurea o divina proporción (en la planta de la catedral), la estrella pentalfa o estrella pitagórica (en el rosetón del Sarmental), el rectángulo áureo (en la Escalera Dorada) y el triángulo dorado (en las agujas caladas de las torres de la catedral); formas geométricas de sobra estudiadas por Gaudí. Esta conjunción entre geometría y matemáticas se repite en toda la seo burgalesa y ello da una idea de la euritmia que la envuelve. Vitruvio dejó escrito en ‘Los diez libros de Arquitectura’ ( Libro I, pág. 10): «La eurythmia es el aspecto elegante y hermoso de una figura, dado por la conjunción de sus elementos. La eurythmia se logra cuando los elementos de una obra son adecuados, cuando simétricamente se corresponde a la altura respecto a la anchura, la anchura respecto a la profundidad, y en todo el conjunto brilla una adecuada correspondencia. También se obtiene por el encadenamiento continuo de las proporciones y la analogía recurrente».

No obstante, estoy seguro que el arquitecto de Reus tenía in mente contemplar –hallándose en el interior de la catedral–, la particular joya arquitectónica del gótico flamígero (con toques renacentistas): la Capilla de los Condestables. Construida entre 1482 y 1494 por el magister operis Simón de Colonia, la estructura matemática de la bóveda se configura por medio de un octógono regular…, y uniendo sus vértices, saltando de tres en tres, se obtiene el polígono estrellado 8/3. «Uno de los elementos más impresionantes de la capilla es su bóveda estrellada, una obra de gran complejidad técnica y artística. Esta bóveda calada permite el paso de la luz natural (cenital), creando un efecto visual asombroso y simbolizando la iluminación divina y la conexión entre el cielo y la tierra. Fue la primera cúpula calada construida en Europa […] Es un ejemplo perfecto de cómo la arquitectura gótica busca elevar el espíritu (sutil efecto anagógico) y crear un ambiente de reverencia y asombro». (‘De la geometría a la piedra’, Edita Fundación Círculo Burgos).

Cubierta Sagrada Familia (pilares arbóreos)
Cubierta Sagrada Familia (pilares arbóreos).

Tuvieron que pasar más de treinta años, después de la verosímil visita a la catedral de Burgos, para que Gaudí, siendo ya un arquitecto consagrado –pero retirado de la vida pública para dedicarse en cuerpo y alma al Templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona–, tomara la decisión drástica de cambiar el 3º Proyecto llamado «parabólico», de 1914 (del que no llegó a construirse nada), por otro diseño que a la postre resultaría el definitivo; todo ello después de dedicar diez años a perfeccionar la «maqueta funicular» (de 1898 a 1908) y luego de proyectar la iglesia de la Colonia Güell (de la que solo ha quedado en pie la cripta), la cual iba a suponer un ensayo preliminar para el «templo expiatorio».

El 4º Proyecto, que hoy conocemos como «arborescente», data 1921 y da prioridad a los «pilares arbóreos» y las superficies regladas. «Esta versión cambia las bóvedas de «paraboloides hiperbólicos» por hiperboloides, es decir, las bóvedas están perforadas y a través de esos huecos se introduce la iluminación natural (cenital) y artificial desde el espacio bajo la cubierta». De este proyecto se conservan varias fotografías de las maquetas de yeso, y en ellas podemos ver, por ejemplo, que «el nudo entre los pilares de la nave central fue evolucionando hasta convertirse en un elipsoide, otra superficie innovadora en la Historia de la Arquitectura». (‘Antonio Gaudí. Proyectos perdidos’, Jorge Ibáñez Puche).

Por todo lo expuesto hasta ahora, cabe suponer que la experiencia vivida en tierras leonesas y su profundo conocimiento de las catedrales góticas de León y de Burgos, sirvió de inspiración al genial arquitecto catalán para pergeñar el proyecto definitivo del Templo expiatorio de la Sagrada Familia, en donde, buscando «elevar el espíritu (efecto anagógico) y crear un ambiente de reverencia y asombro», consiguió volcar «los conocimientos de toda una vida».

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