"Llamazares representa el compromiso ético con los silenciados"

Carmen Valcárcel es la autora de la edición crítica de ‘Escenas de cine mudo’, de Julio Llamazares, que acaba de publicar Cátedra y que esta tarde (19 horas) presenta en el MSM de Sabero acompañada del autor de la novela

Fulgencio Fernández
15/07/2022
 Actualizado a 15/07/2022
Carmen Valcárcel , aurora de la edición crítica de "Escenas de cine mudo"
Carmen Valcárcel , aurora de la edición crítica de "Escenas de cine mudo"
Carmen Valcárcel, catedrática de  Literatura española en la Universidad Autónoma de Madrid, andaba dando vueltas a cómo arrancar el texto de la edición crítica que Cátedra le había pedido para la novela Escenas de cine mudo, de Julio Llamazares. De un lado, cuenta su fascinación por este libro, de otro reconoce los temores de una urbanita que nada sabía de la mina, los mineros o las gentes del Valle de Sabero. A la exhaustiva documentación recogida sumó algunos viajes, uno de ellos con la fotógrafa Cecilia Orueta y Mar Astiarraga por toda esta cuenca, las minas abandonadas, los castilletes herrumbrosos, los bares cerrados... «Y al regreso al hotel me di cuenta que ya tenía el tono, el comienzo del texto, que tanto me había costado abordar, me salió de forma natural». Esa edición crítica ya está en las librerías con el estudio inicial de Valcárcel y hoy se presenta en el Museo de la Minería de Sabero, a las 19 horas y con el autor, Julio Llamazares, acompañando a Carmen Valcárcel.

- ¿Y cuál fue ese tono que tanto se le había resistido?
–Más que tono diría color, del blanco al negro. Del negro del carbón al blanco de las tendales de la cuenca con las ropas de sus mineros.

– La presentación es en el valle de Sabero y en uno de sus pueblos, Olleros, se desarrolla la novela. Imagino que hace especial esta cita.
–Mucho, pero tiene mucho sentido y Julio, además, así lo quería, por el valle y por la ferrería que, según cuenta él, es el edificio más impresionante que conoció en su niñez y adolescencia, lo considera como una Catedral, en la primera de las escenas del libro, y lo compara con la Catedral de León cuando la conoció con el tiempo.

– Esta introducción que ha hecho a la novela lleva fotografías, ocho creo, pero la novela no las llevaba cuando vio la luz en 1994.
–Cierto. Y tiene mucho sentido. Julio cuenta las escenas de la película y el lector es quien las compone en su mente, es su literatura la que te conduce, no la imagen. Sin embargo, sí tienen sentido en mi estudio crítico, por decirlo de alguna manera, pues ayudan a entender lo que cuento, lo que fue aquel mundo... y después ya te sumerges en las escenas tal y como a cada uno se las sugieran los textos.

– De esos viajes por el valle de Sabero para su trabajo, ¿Qué es lo que más le llamó la atención?.
–Me impresionaron los castilletes, abandonados como fantasmas, las máquinas comidas por la corrosión. Los castilletes son como una especie de proyectores —ya que de cine hablamos— de la memoria minera. Por ello elegimos uno para la portada, aunque dudamos con otra imagen del cine minero, tan presente también en la novela y que resultaba como una especie de foto fija del far-west, que es una imagen muy de la novela.

– Ha dicho varias veces «la novela»; sin embargo, cuando vio la luz en 1994 hubo cierta polémica con si podía encuadrarse en este género o eran relatos, autobiografía...
–Es novela, sin duda. Lo que ocurre es que se trata de una novela que se escapa del canon académico del género, algo que Julio ya dejaba muy claro incluso por escrito, en el que defiende que no hay géneros encorsetados y prefiere hablar de géneros que se diluyen, se mezclan, se contaminan... Pero los críticos, ya se sabe cómo somos. A mi me interesó que fuera un texto híbrido en el que lo que pretende Llamazares es proponernos que la imaginación actúe sobre la memoria, como forma novelesca. Además Julio incorpora a la autobiografía a los otros, él se diluye entre el resto de personajes. Es una novela fragmentada, construida como en capas, como los trabajos en la mina o las vidas que quedan en las profundidades de un pantano, como el de Vegamián, su pueblo. Capas que se entremezclan, así cuando está en Berlín, en la famosa Colina del diablo le recuerda a las escombreras de Olleros. Se da la paradoja que este carácter fronterizo del libro, entre varios géneros, para mí es un gran activo y para otros es un aspecto negativo, pero creo que no es el núcleo central del debate comparado con lo que ofrece

– Mantiene en su estudio que Llamazares es un escritor que se adelanta a su tiempo con las temáticas que aborda en sus novelas.
–Sí, es una evidencia. En ‘Escenas de cine mudo’ se puede decir que dialogan novela, memoria y autobiografía;por otra parte, cuando publicó ‘Luna de lobos’ creo que nadie había abordado el tema del maquis desde la novela o, también, mucho antes que Sergio del Molino nos hablará de la España vacía es un asunto que latía de manera evidente en La lluvia amarilla. Siempre ofrece algo nuevo a la vez que mantiene un compromiso ético y reflejar el desencanto que se vive en el mundo rural, con el que mantiene un evidente compromiso ético.

– Ya que estamos en debate sobre géneros que se abre con ‘Escenas de cine mudo’ ¿Cómo ve al Julio Llamazares poeta?
–Presente siempre, en todas sus obras, no solo en La lentitud de los bueyes o en Memoria de la nieve. Todo lo que escribe lo hace desde una mirada poética que queda reflejada en todo lo que escribe, su escritura es una escritura poética porque su mirada es una mirada poética.

Y para cerrar las diversas caras de Escenas de cine mudo, después de la mezcla de géneros ya apuntada también apunta que se trata de una novela elegíaca.
–Claramente. Lo tengo claro. Es una elegía a la madre, presente ya en una de las dedicatorias más bellas que conozco, «a mi madre, que ya es nieve», de nuevo la poesía presente en tan solo seis palabras. A su madre la retrata en las escenas que aparece como la preservadora de la memoria; y también es una elegía a la infancia y la adolescencia, a aquello que primero perdemos. También una elegía a ese mundo de la cuenca minera que sirvió a Julio para formarse y formar su forma de mirar y, finalmente, destacaría el papel y la presencia de un largo número de personajes secundarios que aparecen en la novela; con ellos hace Julio algo que siempre ha estado en su literatura, dar voz a los silenciados por la historia, con los que mantiene una especie de compromiso ético que siempre cumple, como si fuera para él una obligación, un compromiso.

¿Qué suponen, qué papel juegan los olvidados de la historia en la obra de Julio Llamazares?
–Fundamental. Mantiene con ellos un compromiso ético y literario para recordarnos que son ellos los protagonistas de la Historia con mayúscula.
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