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La misma piedra

02/01/2022
 Actualizado a 05/01/2022
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Por qué no se gastaría el dinero en hacer una fábrica en vez de tirarlo a la basura con este faranduleo? Aquí lo que hace falta es trabajo, no exposiciones». Lo escuché entre una y doscientas cincuenta mil veces en los alrededores de Cerezales del Condado, donde el fundador de Coronita, Antonino Fernández, decidió crear una fundación que lleva su nombre, el de su mujer y el de su pueblo. Con tantas y tan evidentes necesidades alrededor, los vecinos de la comarca no entendían que alguien invirtiese su fortuna en el poder transformador de la cultura. Muchos hubieran preferido que levantase en la zona cualquier tipo de industria, luego hubiesen comenzado los codazos por conseguir uno de los pocos empleos (tampoco les parecerían nunca lo suficientemente pagados), los árboles genealógicos se estirarían como chicles y, después, la convivencia vecinal saltaría por los aires. Hay ejemplos muy cercanos. Por suerte, nadie les preguntó.

La Fundación Cerezales Antonino y Cinia echó a andar en 2009 en las viejas escuelas del pueblo, que acogieron algunas de las más sencillas y al mismo tiempo más interesantes exposiciones que desde entonces se han puesto en marcha: la colectiva TerritorioArchivo (brillantísima declaración de intenciones), ‘Combatiendo la nada’ de Cristina García Rodero o ‘El cazador’ de Álvaro Laiz. Fueron la mejor prueba de que existe un término medio entre exhibir los trabajos de las clases de manualidades de los ancianos y los niños y el esnobismo de los vanguardistas que no hacen pie dentro de su ombligo, un término medio que, dicho sea de paso, se ha ido diluyendo con el paso de los años para apostar por el refinamiento creativo más alejado de las clases populares.

Más que ir ganándose la confianza del entorno, la fundación tuvo que ir luchando contra la desconfianza, pues ésta es una tierra en la que impera la presunción de culpabilidad. Lo consiguió gracias a aquellas primeras exposiciones y, sobre todo, a una programación de actividades complementarias que, básicamente, se puede calificar de irresistible. Sus festivales de conciertos veraniegos superan en calidad a la programación de muchas ciudades y sus talleres educativos para todas las edades no están al alcance de muchos museos.

La Fundación Cerezales Antonino y Cinia dio el paso definitivo cuando estrenó su actual sede: un edificio de madera diseñado por el arquitecto Alejandro Zaera Polo que ha llenado de magia el entorno. No sólo sirve para acoger las exposiciones, los talleres y la biblioteca (desde hace pocos días, al fin, también los conciertos en su espectacular auditorio), sino que se ha convertido en el mejor símbolo de la fundación y, en cierto modo, de la comarca entera en la que se encuentra, que desde entonces aparece al fin en los mapas para muchos visitantes de esta provincia, unos atraídos por la singularidad del edificio y otros por la del proyecto de programar el más arriesgado arte contemporáneo en un pueblo de muy pocos habitantes.

El Consejo de Ministros de esta semana, a propuesta del ministro de Cultura, Miquel Iceta, decidió otorgar 31 Medallas de Oro al mérito en las Bellas Artes, entre ellas una para reconocer la apuesta de esta fundación leonesa que, hasta la fecha, no ha recibido el reconocimiento de ninguna otra institución local, provincial ni autonómica. Más bien, todo lo contrario: lo que ha recibido son trabas. La vieja historia de siempre que tanto se repite en esta tierra, la misma piedra de que tengan que venir desde lejos a reconocer lo que tenemos más cerca. Pese a que son evidentes los beneficios que esta iniciativa tiene para toda la ribera del Porma en particular y para toda la provincia de León en general, no sólo por atraer visitantes sino también por contribuir al conocimiento del presente y del pasado, a fin de cuentas a posicionarse mejor hacia el futuro, la aventura de la FundaciónCerezales ha sido prácticamente en solitario, con el respaldo del público como único aliento para sus responsables. Tuvieron que pelearse y desesperarse en larguísimas esperas para, simplemente, poder tener un cartel en la carretera cercana que señalizase la presencia de la fundación, mientras que el acceso sigue siendo completamente tercermundista para cualquier pueblo, aunque no tuviera un atractivo como el que hoy presenta Cerezales.

El dinero no garantiza el éxito en ninguna faceta de la vida, pero mucho menos en el mundo de la cultura. Hay ejemplos evidentes alrededor de que grandes presupuestos públicos se dedican a beneficios privados, al sectarismo de los partidos o al ansia de protagonismo y perpetuidad de algunos políticos. Por eso, algo habrán hecho bien desde la Fundación Cerezales Antonino y Cinia para que llegue este reconocimiento al que ahora se suman, en forma de enhorabuenas y palmaditas en la espalda, los representantes de las instituciones locales, provinciales y autonómicas que antes les negaron su apoyo, con ese razonamiento tan paleto que viene a resumirse en algo así como que estos no necesitan mucho nuestro dinero, de modo que vamos a dárselo a quien nos lo agradezca más, a quien nos lo pueda a devolver en votos o, al menos, a quien nos deje salir en las fotos.
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