Maximino Cañón 2

Fiestas de afecto virtual

27/12/2022
 Actualizado a 27/12/2022
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Sales a la calle, como cualquier día, y te topas con esas personas, sobre todo jóvenes, que por necesidades de la vida se encuentran esparcidos por el mundo adelante por culpa de lo que ya sabemos y sentimos en nuestras carnes cómo es la falta de puestos de trabajo donde ganarse la vida.

Ya sé que esta queja, que no lloro lastimero, está en boca, sobre todo de esos padres y parejas que aquí tienen su vida y su futuro, para una cierta satisfacción de entrada. La salida es otra cosa. Y siguen conformándose, a la fuerza, con ver a sus hijos y nietos, a través de video-conferencia.

Esas venidas llenan de alegría nuestra ciudad facilitando esos encuentros tan deseados y con las calles rebosando de jóvenes y niños que han empezado sus vacaciones, y que se hacen más visibles desprendiendo esa diversión, y contento, sin pensar en la incertidumbre que el futuro les depara.

Pero lo uno no tiene que empañar lo otro. No se trata de ser lastimero echando maldiciones a la mala situación en la que algunos se encuentran, aunque sea difícil de superar, porque es muy bonito y fácil decir ¡Feliz Navidad!, cuando, por distintas razones, se esta pasando mal.

Es verdad que siempre aparecen los recuerdos, sobre todo en los que peinamos canas o no las peinamos porque queda poco ya que peinar, pero eso no importa. Lo importante es lo que está debajo que hace que nos mantengamos vivos con nuestras memorias, luchando contra las queridas ausencias, que, aunque ausencias, en fechas como estas siempre las tenemos en mente.

La realidad es que las calles, los restaurantes, bares y lugares de recreo y diversión, sobre todo, también siguen estando a rebosar, la alegría suscitada por los encuentros hace que se vuelvan a recordar aquellos años en que los jóvenes estudiaban y jugaban todos juntos pero que hoy las circunstancias de la vida han hecho que el esparcimiento filial les haya alejado de la tierra que les vio nacer, y, en la que muchos, quisieran permanecer.

Hablando de los entrañables encuentros, los he tenido con una familia de Madrid, otra de Palma de Mallorca y la ultima del país vecino, o sea de Francia (todos con raíces leonesas), lo cuales, cada vez que pueden, ponen ‘ruedas en polvorosa’ para dirigirse a su León.

También conozco a otra, que siendo él de León y la esposa y familia canaria, siempre que les veo en cualquier ocasión, semana santa, verano o navidades, me dicen que les encantaría vivir aquí, a pesar del clima, que por otro lado lo sienten como algo diferente.

En definitiva algo ha de tener nuestra tierra que, a pesar de la perdida de población que vienen acumulando como se desprende, para cabreo mayúsculo, de los datos hechos públicos por los medios, mientras el éxodo de los nuestros, como en el juego de las cartas, sirven para engordar la banca en otros sitios. Los deseos de muchos de los que están fuera de su provincia se centran en volver a ella. Y como oía decir a un querido amigo de mi familia hostelera, D. José se llamaba y que, a pesar de haber sido apartado de su puesto de funcionario por razones ideológicas en la posguerra, era un hombre con una gran formación, y de un amplio sentido del humor que, en mí, quedo resumido en la siguiente expresión, contradiciendo el dicho popular del refranero español, y que el pronunciaba de la siguiente manera: «Vale más ser rico y sano que pobre y enfermo». Lo justificaba diciendo que de poco te valía ser rico solo, si la salud no te acompañaba. Aunque era un hombre que siempre llevaba boina, hoy, ante él, si viviera, me descubriría como muestra de mi reconocimiento hacia su amplia formación, y de la que nunca presumía.

Hoy me transcribe mi primo José Miguel Sánchez, un interesante comentario que, hablando de las añoranzas sobre y de las ausencias de tarjetas navideñas de cartón, ya casi desaparecidas, hace Jose Muelas, abogado como él, hombre con múltiples inquietudes, y cartagenero de nacimiento, de un interesante articulo. Tomo solo una parte referida a las felicitaciones Navideñas que dice lo siguiente: «Hoy me han mandado una felicitación sin trampa y con buen cartón, manuscrita, como debe ser, y llena de fondo en las formas. Y me ha hecho una ilusión enorme, hay algo en la palabra escrita que hace de estas felicitaciones una forma de arte, arte pequeño, arte sano. Lo bueno de estas felicitaciones no es que te deseen felicidad, es que ellas, por si mismas, te la proporcionan. No hace falta que me deseen felicidad, con recibirla ya lo soy».

Lo suscribo íntegramente.

Dedicado a Julio Cayón, hombre con buena pluma (de casta le viene) y un poco de mala leche política, aunque él, como yo, también bebió algo de ella, pero sin amamantarse. ¡Feliz año nuevo ¡ o 2023, como mejor te parezca, de tu amigo y compañero.
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