Alicia lleva entre fogones toda la vida, no en vano es la hija de uno de los cocineros más reconocidos y de dilatada trayectoria de la cocina leonesa —que también trabajó en Benavente, Burgo de Osma, Valladolid...—, Emilio Rodríguez, que estuvo en los orígenes del recordado Vivaldi de Carlos Cidón.
Y entre plato y plato... fueron llegando a la familia tres hijos, dos chicos y Alicia, a la que delata la sonrisa franca que muestra cuando le preguntas por cómo llegó a los fogones... «con catorce años ya di la primera boda; y más o menos en ello he seguido hasta ahora». Y para seguir, da la impresión.
- ¿Qué engancha de la cocina para empezar tan joven y seguir con tantas ganas?
- La adenalina. La cocina es pura adrenalina, hay que sacar adelante cada día y siempre estás en el alambre.
- ¿Y después?
- Pues cada cual desconecta como puede. Yo, por ejemplo, duermo a pierna suelta.
Alicia comenzó a crecer, a tomarse la cocina de forma más profesional al lado de su padre. Estuvieron juntos en varios proyectos familiares, primero en el cuartel de Lugueros y después en la Chousa de Vegacervera, donde su padre llegó a la jubilación y ella emprendió nuevos caminos, entre los que estaba seguir con su formacíón y acudió a una prestigiosa academia de cocina de Valladolid.
- ¿Cómo fue aquella experiencia en la montaña?
- Un poco de todo. Los lugares espectaculares, tanto Lugueros como Vegacervera, pero a veces el invierno se hace muy complicado en la montaña.
- ¿Una comida muy diferente a la que se puede esperar de una cocinera joven como tú?
- No es eso exactamente. Evidentemente en la montaña la gente va a un tipo de comida, tradicional, casera... pero te digo una cosa, cualquier plato, por muy tradicional que sea, tiene una vuelta, se puede investigar, darle variedad... también a las hamburguesas del lugar donde trabajo ahora, The Carnivan.
- ¿Tu plato favorito?
- Las carrilleras.