Cada tiempo marca su afán y cuando no nos falta el pan nos viene a faltar el hambre. Nació Guzmán, a pesar de ser bueno o quizás por ello, con polémica y el polemista mayor, Antonio Valbuena ‘El Melladín’ , dijo de la estatua que era «ignominiosa» y confiaba que «cuando en nuestra Diputación (fue quien la colocó) gobierne el buen gusto, decidan quitarla para siempre». Parece que en la Diputación nunca llegó a reinar el buen gusto y ahí siguió el bueno de Guzmán.
Pasó el tiempo y el populacho cazurro dio en ser irreverente y corrió por la ciudad el bulo de que Guzmán y la Inmaculada «se entienden»y hasta señalaban desde qué punto de la ciudad había que mirar para comprobar cómo ‘El Bueno’ guiñaba y La Inmaculada sonreía, aceptando el ventaneo. Pero tomó cartas en el asunto el obispo Almarcha, que ése sí tenía mando en plaza, y una mañana la virgen amaneció virada de tal manera que no veía el guiño de Alonso Pérez. Y así quedaron, con Guzmán inamovible.
Pero ha bastado que nuestra ‘bestia negra’ investido de ministro haya dicho aquello de «¿qué se puede esperar de una ciudad cuya estatua más significativa apunta con su mano a las vías del tren y dicen los arrogantes leoneses que de su boca sale la frase ‘si no te gusta León... ahí tienes la estación’? ¿qué pueblo invita a irse a sus invitados?».
Cuentan que reaccionó el bravo Diez enfurecido con ‘el puto Puente’ y ordenó: «Instálese a Guzmán en el centro de la ciudad; y que reciba y despida a los visitantes la Inmaculada imagen». Dicho y hecho. Hete aquí.