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¿En serio que os lleváis bien?

24/04/2022
 Actualizado a 24/04/2022
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La tarea que me encomendaron no era precisamente fácil. Podría parecerlo por el tema, que no era otro que cubrir las informaciones de las exposiciones que se iban inaugurando en las galerías de toda la capital, pero nada más lejos de la realidad. Los artistas eran muy agradables, por lo general perdidos en sus nubes de creatividad y ego, y traían los discursos perfectamente ensayados, con frases que terminaban resultando demasiado redondas como para pensar que no las habían repetido mil veces antes. Era un género periodístico verdaderamente complicado, porque los textos no tenían demasiados lectores más que sus propios protagonistas y, en cambio, los pocos que se adentraban en las sesudas reflexiones sobre el impresionismo, el mercadeo del arte, las sombras como elemento pictórico, el objetivo de sobrecoger al espectador y otras sandeces similares eran extraordinariamente exigentes, así como si hubieran pagado por el reportaje, así como si fueran a tener un millón de lectores pendientes de sus ocurrencias.

La tarea que me encomendaron no era precisamente fácil porque en el puesto tenía que sustituir a Eloísa Otero, que llevaba haciéndolo y muy bien durante años y a la que había fichado un periódico en Valladolid, y las comparaciones eran inevitables… como inevitable era que yo saliera perdiendo. Pero, además, la tarea que me encomendaron no era precisamente fácil porque, en el periódico rival, competía nada más y nada menos que con Marcelino Cuevas, toda una institución del periodismo en esta ciudad, del radiofónico y del escrito.

Antes de conocerle en persona, había sabido de él porque en cualquier rincón de esta provincia es bastante habitual entrar a un bar o a un restaurante y, en la pared, junto a las fotos de los famosos de turno que posan con el dueño o el cocinero ignorando que sus lamparones quedarán para la eternidad, encontrar un artículo de Diario de León enmarcado y firmado por Marcelino Cuevas. Además del arte contemporáneo, la gastronomía era otra de sus pasiones, y de ello dio cuenta en los cientos y cientos de páginas que dedicó a los mejores platos de la cocina leonesa, una embajadora ciertamente desaprovechada de esta provincia.

Cuando tuve la suerte de conocerle por fin, descubrí a un tipo extraordinariamente generoso, amable y educado, apasionado con lo suyo, leal, legal. Simpatizamos en nuestros primeros encuentros, charlamos de lo humano y lo divino, y siempre acabábamos volviéndonos a encontrar por la casualidad, que siempre es previsible en una ciudad tan pequeña como León. Pero estábamos a gusto trabajando el uno con el otro, así que recuerdo la ilusión que me hizo el momento en que me llamó para decirme que iba a empezar una ronda por todas las galerías que aquella tarde inauguraban exposición y que si me apetecía que la hiciéramos juntos. Después de aquel día, que por supuesto terminamos tomando vinos en un bar que tenía uno de sus artículos colgado en la pared, decidimos institucionalizar la que llamábamos la ronda de las galerías, el carrusel informativo del arte contemporáneo, y ya nunca íbamos el uno sin el otro, a menudo acompañados por su hijo Héctor, a no ser que fuera causa de fuerza mayor. Cuando esto pasaba, no sé si estará mal confesarlo tanto tiempo después pero la verdad es que me da igual, más de una entrevista hizo él para mí, pasándome dos o tres preguntas al artista de turno que no incluiría en su texto, y muchas menos pero también alguna hice yo para él, porque normalmente si alguien no podía acudir a la ronda era yo.

Trabamos amistad y complicidad y un día Carlos Cuenllas nos propuso hacer una exposición juntos en el colegio de los Maristas, pasar de periodistas a artistas, para que Marcelino creara imágenes a partir de los cuentos sobre estudiantes Erasmus que yo había incluido en el libro ‘La fuerza de los días’. Aún conservo con especial ilusión aquella especie de collages digitales que a él le inspiraron mis relatos, así como los dibujos que también hicieron todos los alumnos del colegio. Recuerdo perfectamente lo sorprendido que estaba Cuenllas antes de hacernos la propuesta: ¿En serio que os lleváis bien? Era imposible llevarse mal con Marcelino Cuevas.

El Instituto Leonés de Cultura le dedica desde ayer y hasta finales de junio una exposición colectiva en la que participan muchos artistas leoneses que, como yo, se sienten en deuda con su memoria.
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