Posiblemente todos llevemos algo de nuestra tierra en el corazón. Y no tiene que circunscribirse a un único lugar, pueden ser varios, como tampoco tiene que referirse a un espacio físico concreto, ya que bajo ese concepto se puede encerrar aquello en lo que se escribieron nuestros recuerdos y todavía añoramos. Por ello, antes de comenzar a hablar del libro y el autor al que hoy quiero acercaros, me gustaría comenzar con un texto extraído directamente del primer párrafo del prefacio: «Considero que hay tres tipos de personas: las que solo tienen apego a su tierra, las que no tienen apego a ninguna tierra y las que tienen apego a dos o más tierras. Yo me incluyo en el tercero de los grupos citados, mi corazón está dividido. Por un lado, la tierra natal de mi bisabuela, abuela, madre e hija, la misma tierra donde yo nací, donde se hunden profundas mis raíces y donde he podido formar una familia, el Bierzo. Por otro lado, la tierra natal de mi padre, donde pasé todos los felices veranos de mi niñez, la comarca de la montaña de Riaño». Estoy seguro que parte de los que estáis leyendo esta reseña también tenéis amor por más de una tierra.
Creo que es la primera vez que hago el proceso a la inversa. En la práctica mayoría de los casos, a los autores y autoras de los que he ido hablando durante todo este tiempo en La Nueva Crónica, primero me unió la literatura y luego, en algunos casos, la amistad. No es este el caso, pues conozco a Guijas Meneses desde hace dos décadas, y ha sido este mismo año cuando el mundo de la lucha contra las hojas en blanco nos ha llevado hasta un nuevo enlace indestructible, la unión de los que llevamos tinta en las venas, y no sangre.
De él puedo decir que lleva el arte por bandera. Heredero y continuador del sueño del Belén de Macario, uno de los referentes navideños bercianos, es un dibujante de la escuela del talento innato. Ahora, da el salto hacia la escritura publicando su primera novela, que lleva por título El secreto de Vadinia.
Os recomiendo esta lectura cualquier tarde lluviosa de invierno. Os aconsejo cubriros con una manta de pelo y un café caliente al lado. ¿Sabéis el motivo? Sencillamente porque la propia novela nos lleva hasta ese estado de disfrute de la lectura que necesita de su propio espacio. En ‘El secreto de Vadinia’ encontraremos la historia de una investigación a cargo de un intrépido y valiente personaje que decide indagar qué se esconde bajo la muerte de un menor en las montañas del Riaño de finales de los años 20. Poco a poco nos iremos sumergiendo en una aventura maravillosa, donde aquellos que hemos podido disfrutar de la vida en un pueblo (aunque fuera tan solo esporádicamente, como es mi caso), tendremos recuerdos de lo que eran aquellos días.
Casi me atrevería a decir que el propio Riaño es un personaje más del libro, porque forma parte esencial del transcurso de la historia y porque influye claramente en la forma de vivir y sentir de los personajes. Es tal su importancia que el autor comienza hablando de él en la entrada al primer capítulo: «Es una soledad y fría tarde de finales de otoño, aunque en esta zona de la Montaña Leonesa es ya pleno invierno a principios de diciembre y la nieve cubre copiosamente el valle. El pueblo, como es costumbre a estas alturas de estación, está incomunicado al tener todos los pasos cerrados por mor del manto blanco, tanto al norte con Asturias, al este con Palencia y Santander, como al sur y al oeste con el resto de la provincia leonesa".
Uno de los puntos fuertes de esta novela, sin ninguna duda, es el profundo conocimiento que Guijas Meneses muestra en cada página, tanto de la vida en el Riaño de hace cien años como de su parte más histórica. Respecto a lo primero, es algo indiscutible, tanto porque él lo vivió (décadas más tarde, pero con un modo de vida parecido) en sus propios días de niño como porque él mismo ha contado en sus presentaciones que su familia le transmitió aquella sabiduría popular que, ojalá, nunca se olvide. Es en los pequeños detalles, en las cosas sencillas, pero incluidas como pinceladas, donde se da color a un cuadro ya hermoso, donde el autor nos lleva a sentir que estamos allí mismo: «La jornada para Mario comienza a las siete de la mañana. Para entonces su diligente esposa Carmen Guijas ya se había levantado y tenía preparado en la mesa de la cocina su desayuno preferido: un tazón de leche y una tosta de pan de hogaza con riquísima mantequilla del valle con un poco de azúcar por encima». Estoy seguro de que parte de los que estáis leyendo esta reseña habéis desayunado lo mismo, también de que se os habrá hecho la boca agua al leerlo.
Además de la propia vida en el antiguo Riaño, el autor también nos lleva hasta los primeros pobladores de aquellas montañas, pueblos ya pasados que dejaron su marca en la historia. Guijas Meneses lo hace como hay que hacerlo en las novelas, mostrando un gran conocimiento del tema y dejándolo caer suavemente entre diálogos y párrafos, de tal manera que no sea tedioso para alguien que no sea aficionado y a la vez sirva para introducir los detalles necesarios para entrelazar la trama. Un buen ejemplo es el siguiente párrafo, extraído de uno de los diálogos: «Los vadinienses eran los pobladores de estas montañas antes de que los romanos las tomaran a sangre y fuego en las guerras cántabras, unos pocos lustros antes del nacimiento de nuestro señor Jesucristo. Ellos se conocían a sí mismos como vadinienses. Esa es la denominación que les dio el historiador romano Estrabón que, por otra parte, nunca visitó estas tierras, aunque escribió sobre ellas basándose en testimonios y escritos de testigos romanos".
Venga, os pongo otro ejemplo del conocimiento de Guijas por la historia y los tiempos pasados: «Se cree que aquí moraban cuatro clanes vadinienses, los arcaedunos, los aroniaecinos, los cantanios y los corovescos. Habitaban en castros, que eran poblaciones en lo alto de los montes, donde dominaban los valles desde las alturas. Cultivaban, recolectaban, cazaban y pescaban. Dominaban la forja y explotaban minas. Eran muy beligerantes entre ellos con continuas luchas. Se puede decir que llevaban la guerra en la sangre».
‘El secreto de Vadinia’ transcurre entre dos mundos y dos épocas. Entre finales de los años 20 en la Montaña Leonesa y la actualidad en el Bierzo, entre dos instantes de nuestra historia muy diferentes, pero que conservan la esencia de la lucha por la supervivencia y el conocimiento.
A través de sus páginas podremos sumergirnos en un secreto que lleva oculto siglos, páginas y páginas que hay que devorar con el entretenimiento de quien nos está relatando una trama de sorprendente final. En la novela, como en la propia vida, se puede encontrar amor, romance, violencia, miedo, asesinatos, dolor y tragedia. Dolor como el que se refleja en el siguiente texto, donde se palpa la crueldad fría que hace todavía más creíble cada página: «Gritos y desesperación por parte de los padres de la niña que se encontraban presentes mientras se abalanzaban sobre el cuerpo inerte de su hija entre alaridos desencajados. […] Lloros y estupefacción por parte de unos, golpes en el pecho y caras de horror por parte de otros, toda una amalgama de gestos y sentimientos». Dicen que todo está ya determinado.
Comienza a extenderse con fuerza una rama en la ciencia donde se maneja la idea de que el tiempo, como dimensión, ya está concebido en su principio y su fin, y por lo tanto nosotros solo transcurrimos por él sin la libertad de obrar a nuestro libre albedrío. Todo estaría ya fijado en nuestro futuro, sencillamente nos limitamos a ver la película de una vida ya escrita. Pero eso es cuestión de teorías que se escapan a mi percepción, por lo que desconozco por completo qué ocurrirá en el futuro, pero lo que sí que sé es que Guijas Meneses, como muchos de los que amamos la escritura, seguirá escribiendo a lo largo de sus días. Sé que llegarán más novelas, más textos suyos, y también sé que allí estaré yo para leerlo. Guijas, espero tu siguiente historia con el nervio del que sabe que va a llegar algo fantástico y entretenido.
Entre mi biblioteca y yo
El secreto de Vadinia es la primera obra con la que el escritor Guijas Meneses se lanza a la aventura de los creadores de sueños. Como toda primera novela, supone un nuevo mundo en el que sumergirse, tanto para su autor como para todos y cada uno de los lectores que se acerquen a él.
En este libro se puede profundizar tanto en la vida del histórico Riaño como también en los días de sus habitantes de hace un siglo, cuando el pueblo original todavía no estaba sumergido bajo las aguas. Lectura amena, divertida y, en ocasiones, con pinceladas de terror, llenando con todo ello casi 300 páginas de entretenimiento asegurado.
Estoy seguro de que muchos de los habitantes de la Montaña Leonesa, y del resto de lectores a los que les guste un buen texto encerrado en una gran historia, se acercarán a él como lo he hecho yo, con la seguridad de que el disfrute está asegurado. Ya estoy esperando la siguiente novela de este autor novel que, a ciencia cierta, tiene todavía muchos libros con los que disfrutar.
Más que un libro, un autor
Conozco a Guijas Meneses desde hace dos décadas. Bajo ese seudónimo, cuya firma real es Óscar Manuel, se encierra el alma de un creador que lleva el arte como motivo de vida, más allá del día a día. Bajo ese nombre se encierra un excelente dibujante cuyo trazo se perfila en cuidados cuadros e imágenes que he podido disfrutar, como también el nuevo sustento, heredado de su padre, del Belén de Macario, uno de los más importantes y representativos del Bierzo, ganado a pulso con años y años a sus espaldas y un reconocimiento unánime.
Ahora da un pequeño (o gran) salto hacia la novela, publicando su primer libro que, como reflejo suyo, encierra un buen contador de historias y un buen conocedor de la propia historia. Estoy seguro que no será su última novela, al igual que estoy seguro que aquí me tendrá como fiel seguidor de su obra.
