Santa Marina de Torre honra a los ocho muertos con los que pagó un siglo de carbón

La pedanía berciana recordará a cada uno de los fallecidos en un monolito en la festividad de Santa Bárbara

Mar Iglesias
28/11/2021
 Actualizado a 28/11/2021
Delante de las mujeres, Honorino Silván, que vive aún, amigo de uno de los fallecidos, Maximino. | M.M.
Delante de las mujeres, Honorino Silván, que vive aún, amigo de uno de los fallecidos, Maximino. | M.M.
La pandemia hizo que Santa Marina de Torre tuviera que dejar en el tintero una propuesta de la Asociación Cultural Carqueixa del Bierzo, a la que, desde hacía dos años, no dejaba de darle vueltas, reconoce su responsable, Melchor Moreno. «La memoria de los vecinos lo recordaba», dice Moreno, y necesitaba materializar ese recuerdo. Es el de los mineros fallecidos en accidentes de trabajo en las minas de esta localidad de Torre del Bierzo a lo largo del siglo XX y que aún supuran por las heridas familiares de los que se quedaron.

Este año sí, en honor de los ocho fallecidos de la localidad que se quedaron como recuerdo en la mina para siempre, se colocará un monolito en una zona de ocio (antiguo cementerio) el día de Santa Bárbara. Sus familiares estarán presentes en ese sentido homenaje que Santa Marina siente que debía. Una placa de acero corten con la inscripción de los nombres, la edad y el año de fallecimiento colocada sobre un sillar de piedra arenisca procedente de la desaparecida iglesia de Santibáñez de Montes, inmortalizará su recuerdo. Y se colocará en el antiguo cementerio, donde descansaron los restos de algunos de los fallecidos, reconvertido en el año 2000 en un área recreativa, muy cerca del vagón de carbón reutilizado como jardinera y del monumentodedicado a «Los pueblos abandonados».

Es el recuerdo de una vida de pueblo y su tragedia de mina desde 1900 cuando aparecen publicadas en los boletines oficialeslas primeras solicitudesdepertenenciaspara minas de carbón por parte de Eduardo ArgentiSchulz (Boletín Oficial de la Provincia de Leóndel lunes 17 de diciembre del año que iniciaba el siglo XX). Ese fue el primer paso, el segundo la muerte. El primer accidente minero tras ese despegue fue pasados dos décadas. El 16 de abril de 1921, justo hace ahora un siglo, falleció un «guaje» en la mina de Las Arribas.

Guaje es un término asturiano que acogieron las minas bercianas para designar a los ayudantes de los mineros de más bajo rango. Coincidía con los más jóvenes, de entre 14 a 16 años, y realizaban labores dentro y fuera de la mina, desde ayudar a los picadores a llevar madera para los costeros. Hacían de todo para ganarse el jornal en un pueblo minero que tenía otra oportunidad para ellos a la que no siempre dieron la mano “había becas para los hijos de los mineros, para que estudiaran. Muchos salieron a hacerlo. En muchos casos estudiaban “offset”, técnicas de imprenta y muchos pusieron negocio de eso”, recuerda Moreno. Él siguió el camino de los estudios, pero algunos de los que dejaron el inicio de su adolescencia en el tajo, prefirió la otra oportunidad, la que ofrecía el tajo duro de la mina.

Santa Marina de Torre tenía 221 habitantes en 2020, había perdido casi 100 en dos décadas. La sangría de vecinos tiene que ver también con la muerte de esa mina que le dio vida y a cambio se llevó la vida de ocho jóvenes, de entre 14 y 31 años. Todos murieron por el derrumbe de un costero, excepto uno de ellos, Juanín, que lo hizo por intoxicación al visitar, casi como un juego, uno de los pozos. Hoy Santa Marina mira a sus minas con ojos de futuro y turismo matrimoniados, después de su cierre.

La cicatriz de la muerte

La herida de fallecidos la abrió Manuel Silván , que operaba de guaje en la mina de Lavallos. Un 16 de abril de 1921, cuando tenía 15 años, se despidió. Dicen que caminaba 1,5 kilometros hasta llegar al pozo y ese día se le había olvidado darle un beso a su hermana, que acababa de nacer, por lo que regresó a reparar esa carencia. Le queda una hermana, Celia, que vive en Suiza en la actualidad. Cumple 85 años y cuando nació, su hermano había fallecido 14 años antes.

Maximino Silván Silván era otro guaje que se cobró el pozo un 18 de agosto de 1953 en la mina Adonina. Solo tenía 15 años. Honorino Silván, que aún vive, vecino y amigo del fallecido, cuenta el dolor que sintió por aquella muerte, que le dejó trastornado, porque la noche antes había jugado con él al escondite cerca de la iglesia. Maximino tenía tres hermanas que aún viven.

Constantino Rodríguez Mañanes fue otro de los guajes fallecido en el accidente del 21 de septiembre de 1955 en la mina Los Pobres. Tenía 14 años y dos meses antes había abandonado la escuela. Moreno ha hablado con su hermana. Era de una familia de Zamora y no tenía nada, ni ganado ni tierras. Por eso decidió meterse en la mina, y al mes de comenzar a trabajar, falleció en una mina que expresaba bien las causas de haberse convertido en minero.

Recuerdan los vecinos mayores que el día del accidente, en el que también murió Ángel Hidalgo, era tormentoso y muy triste. Ambos reposaron en el antiguo cementerio, precisamente donde ahora se colocará la placa con sus nombres. Ángel Hidalgo era picador y murió en el mismo accidente. Tenía 25 años,dejó viuda y una hija que tenía algo más de un año y que estará en el homenaje. Hoy aún hay vecinas del pueblo que recuerdan el día del entierro de ambos en el antiguo cementerio eclesiástico, ahora zona recreativa en donde se encuentra el Monumento a los Pueblos Abandonados.

Antonio Niño Fernández era picador y tenía 24 años cuando, un luctuoso 30 de octubre de 1985, se registró su muerte en el Pozo Antón Ardura. Dejó viuda yun hijo al que todavía dio clases Melchor Moreno. Recuerda ese accidente porque fue un día en el que tomó una decisión incontestable «al día siguiente dejé de fumar. Fumaba tabaco muy fuerte y padecía de la garganta. Esa noche del accidente lo pasé muy mal…el 1 de noviembre decidí dejarlo y nunca más volví a fumar. Fue una muerte que me marcó», relata Moreno.

Juan Antonio Álvarez Viloria falleció en su última jornada laboral, pues se incorporaba a los pocos días al servicio militar. Era también guaje en la mina La Camocha, cuando falleció el 30 de agosto de 1985, a los 19 años.Juanín es el único de los fallecidos que no murió al quedar sepultado por un costero, lo que en las partidas de defunción se traducía en un «shock traumático». No, el murió casi por jugar. El día antes de marcharse se fue con otro compañero, que era hijo de uno de los jefes de la subcontrata de la explotación, a visitar la minapor dentro. Estas producciones estánreexplotadas y se habían dejado en los años 40 aunque después, subcontratas de Manuel Lamelas, se recuperaron. Ambos se intoxicaron. Juanín tenía un hermano que falleció el año pasado.

Dionisio Montero Silván tiene el triste honor de haber sido el primero en entrar en el cementerio nuevo, que se construyó en el pueblo. Fue picador y falleció el 10 de octubre de 1987en el Pozo Mariángela cuando tenía 24 años.

Marino Javier Jardino Miranda, picador en la mina de Cerezal de Tremor tenía 31 años cuando un costero se lo llevó por delante un 26 de julio de 1999. Fue el último fallecido del siglo XX en Santa Marina, hijo de inmigrantes portugueses, él había nacido en Portugal, como su hermano Carlos. El resto de la familia ya lo hizo en tierras bercianas. Melchor Moreno recuerda que era toda una figura en el pueblo, jugaba muy bien al fútbol y fue portavoz de los 8 mineros encerrados en el Pozo Mariángela durante 28 días, en octubre de 1994. En el momento de su fallecimiento era alcalde pedáneo de la Junta Vecinal de Santa Marina.

Ocho muertes que han dejado una cicatriz severa en el pueblo y un sabor agrio a carbón, el mismo número que esos encerrados a los que puso voz Marino y que ya tienen una placa en la plaza del pueblo llamada Plaza Virgilio Riesco , empresario minero de las minas Adonina,Pozo Antón Ardura yMariángela. Ahora toca aplaudir la memoria de los guajes y picadores de Santa Marina que se quedaron en los pozos para siempre.
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