Las monjas se llevan un buen susto y un gran disgusto

Amor y Justicia en el Siglo XIII En El Bierzo (Capítulo 2)

Rogelio Meléndez
13/04/2025
 Actualizado a 13/04/2025
Monasterio de San Miguel de las Dueñas, en el municipio de Congosto. | ICAL
Monasterio de San Miguel de las Dueñas, en el municipio de Congosto. | ICAL

En el capítulo anterior vimos como un hecho en principio y hoy  relativamente intrascendente (no tanto en 1758), esto es la relación sexual entre dos personas solteras, adultas y sin compromiso; sería el inicio de una larga secuencia de grandes problemas. Puntualizo no obstante que la moza aunque en aquel año 1758 cumpliría 22 años, era según las leyes de entonces aún menor de edad, lo cual ya es un primer problema. Hubo como veremos varios más, pero de entrada quiero puntualizar un detalle que hasta ahora se me había escapado. La noche del Corpus de 1758, Rosendo no tuvo necesidad de entrar por la noche en la casa del cura por la ventana del pajar. María Viñales en aquella fecha fue quien facilitó la entrada a Rosendo y al parecer por la puerta principal de la casa y una vez que el Sr. Cura su amo se hubiese recogido. Lo declaró ella misma, si bien puntualizó que después de que el mozo le hubiera dado «fee, mano y palabra de matrimonio». Es un detalle muy importante. Aclarado esto, conviene analizar como fue posible que el encuentro o encuentros furtivos entre Rosendo y María pasasen desapercibidos tanto por el Sr. Cura de Castropodame, como por su ama de llaves. Por los datos que tenemos cabe deducir que la Casa del Cura (aún siguió llamándose así hasta el siglo XX), tenía dos plantas y supongo que el piso entre ambas sería de madera. Fue sobre ese piso por donde seguramente cruzó Rosendo desde la ventana del pajar, a la habitación de María. 
 

La topografía del terreno (casa de Rosendo y casa del señor Cura) no debe haber variado desde 1758 y la Casa del Cura, se asienta a cota inferior respecto a la otra. Los pisos de madera crujen con facilidad. Respecto a las camas y hasta donde yo sé, en el siglo XVIII estaban formadas por una tarima de madera, sobre la cual se colocaba un jergón que hacía las veces de los modernos colchones de nuestros días. Ignoro si esas viejas camas serían o no muy ruidosas pero el caso, y como dije en el capítulo anterior, es que ni el señor Cura, ni su ama de llaves (Manuel de Rivas y Robles) percibieron nada extraño durante la noche (noches más bien) en las que Rosendo y María estuvieron juntos en la gran casona del cura, realizando «actos carnales» como entonces se decía.

Es posible que algo oyesen pero, quizá pensaron que eran gatos (solía haberlos). De ser así, no fueron conscientes de que en realidad era un «gato de dos patas». Este y según María fue quién la aconsejó que fuese a servir al Monasterios de San Miguel de las Dueñas. Una idea a todas luces descabellada dada la situación y tanto que ¡el propio Rosendo! meses después y una vez desatado el escándalo, reconoció.  Si María dijo la verdad, está claro el cinismo de Rosendo, pues el 24 de mayo de 1760 afirmó que si hubiera sido asunto de su responsabilidad, al saber que María estaba embarazada, la hubiera llevado a un lugar discreto para que hubiese dado a luz y no a un lugar tan poco adecuado como un convento. Rosendo matizó aún más. Declaró que esta circunstancia era una prueba de la maldad de María.

Rosendo siempre mantuvo la versión, de que no tuvo responsabilidad alguna en el embarazo de María e incluso manifestó que se enteró de que había ido a servir al convento por noticias que otros le facilitaron. En definitiva, que era un asunto que para nada le incumbía. Sin embargo y siendo así, ¿por qué estando María de Viñales sirviendo en el convento fue Rosendo a visitarla?


«Oye farruca…¿María está ahí?»


Tras surgir el escándalo y una vez que la Justicia de Castropodame se puso en marcha, fueron recogidas declaraciones de muchos testigos, por ejemplo (el 5 de agosto de 1759), las de Francisca Fernández que dijo haber sido compañera de María de Viñales, cuando ambas eran criadas del Monasterio. Francisca tenía unos 25 años y relató que cierto día llegó al convento Rosendo y preguntó por María. Incluso dijo la expresión que utilizó: «Oye farruca, ¿María está ahí?».

Después el visitante pidió que se llamase a María. Esta vino y habló con Rosendo, pero  a solas y no pudo saber qué se dijeron. Francisca añadió más. Dijo que María le había contado que había tenido trato «en la intimidad» con Rosendo, pero sin precisar más. También que el día de San Juan por la noche y el 15 de agosto y su noche también; «habían estado juntos», pero que, pese a la insistencia de la declarante, María de Viñales no había precisado más.

La compañera de trabajo de María, también dijo que notaba como el vientre de María crecía y cómo estaba suspirando por Rosendo Martínez y por ello cree que no hay duda de que el único que pudo ser el causante del embarazo de María fue Rosendo. Añadió algo más. Explicó que mientras María aún estaba en el convento, llegó a la portería del mismo Santiago Raposo, un vecino de Matachana viudo y que lo hizo en calidad de criado del señor Cura de Matachana, Don Diego Lanza Trelles.

Mientras su amo visitaba a un clérigo que habitaba en una casa ubicada junto al Monasterio, el criado de Matachana se acercó a la portería del convento a charlar con la declarante y otras criadas. Era normal, el criado del cura de Matachana sólo tenía 26 años. Este hombre tan joven y ya viudo entonces, en su momento había sido señalado como uno de los pretendientes de María de Viñales. Es lógico que las criadas le preguntasen por el tema y el hombre no tuvo inconveniente en decir que en efecto, él había querido casarse con María pero que esta le había rechazado y que nada le debía ella a él, ni viceversa.

Además no preguntó por María, ni ella bajó a verle.  En definitiva, una actitud la de este joven viudo de Matachana, que contrasta con la de Rosendo, el mozo de Castropodame. Mientras el de Matachana admitió haber recibido «calabazas» y en definitiva, se mostró como un hombre que nada tenía que ocultar, el de Castropodame habría mantenido (como en otras ocasiones), la típica actitud del «zorro», falso o tramposo, que nunca quiere mostrar sus cartas. Parece lógico suponer que Rosendo fue al convento para saber si el embarazo de María era cierto o no. También parece lógico suponer que se percataría de que era cierto y que el asunto le podría salpicar (como luego sucedió) y entonces empezaría a pensar en su estrategia de defensa. Por eso, seguramente dijo a María de Viñales que no hablase mucho.


Los meses iban pasando y llegó un momento en que ocurrió lo previsible: el instante del parto, cuando María aún estaba las 24 horas del día de sirvienta en el Monasterio. El 28 de febrero del año 1759, fue el Miércoles de Ceniza, esto es el inicio de la Cuaresma de los cristianos. Es relativamente sencillo de calcular y en los primeros días de la Cuaresma del año 1759, llegó ese momento que cogió por sorpresa a María, hasta el punto de que ésta declaró que era un aborto, porque decía que sólo estaba embarazada de 8 meses. Si se analizan con calma los datos conocidos, hay que suponer que posiblemente María estaba equivocada en sus cálculos. Es bastante probable (es un cálculo un tanto complicado) que el bebé llegase a su debido tiempo; (entre el 1 y 10 de marzo casi con toda probabilidad), esto es tras unas 40 semanas de embarazo, si este se produjo el 25 de mayo de 1758. El problema es que nació dentro de los muros del Monasterio y además, presumiblemente muerto ó muerta. No se aclaró si era niño o niña. Si la situación era de por si problemática, esta circunstancia la hizo dramática. 


El intento de ocultar un drama


En esos primeros días de la Cuaresma del año 1759 y por lo que parece, María pensaba que el nacimiento del bebé no era inminente, pero una noche, las cosas se precipitaron y tuvo lugar el alumbramiento. En esas complicadas circunstancias, no hay constancia alguna de nadie ayudase a María en el momento del parto. Hubo dos monjas eso si (cuyas opiniones no obstante se desconocen), que por compasión y por ocultar la «torpeza» de María llevaron a la criatura al torno del convento y se la entregaron a dos mujeres de San Miguel de las Dueñas. Una de las monjas era Doña Teresa Arias Santalla, el ama de María. Otra era Doña Ángela Santalla, hermana de la anterior.

Las mujeres de San Miguel de las Dueñas (seglares obviamente) se llamaban Martina López y Manuela Cuadrado. Una de ellas había ido al convento a llevar unas berzas y la otra, al parecer,  había sido llamada por una de las monjas. Una vez que ambas estaban en la portería del convento, les dijeron que recibiesen lo que les daban a través del torno (aún debe existir uno semejante). Lo que les dieron fue una criatura recién nacida y muerta, con el encargo (según María Viñales) de que la enterrasen. Es muy probable, que además de lo que declararon las dos mujeres de San Miguel de las Dueñas que recogieron el cadáver del niño o niña, hubo alguna conversación más entre las monjas que lo entregaron y estas mujeres, pero no consta que la hubiese.

Al ser interrogada por la Justicia una de estas mujeres de San Miguel de las Dueñas, Martina López (mujer de Vicente Viñales), declaró que al principio de la Cuaresma fue al monasterio a llevar unas verduras y entonces fue llamada por una de las monjas (el ama de María Viñales) y que le dijo que recibiese lo que le daba a través del torno. Añadió que la criatura muerta la cogió Manuela Cuadrado y que posteriormente fue enterrada en la casa de la que declara, es decir, Martina López. También puntualizó que la criatura estaba «marcada», pero que no podía saber si había nacido viva o muerta. Manuela Cuadrado, por su parte, confirmó lo dicho por Martina y añadió que ésta ni siquiera había dicho nada a su marido (Vicente Viñales) y que no se fijó siquiera en si la criatura era niño o niña, ni menos aun saber si había nacido con vida o no, porque de lo que se trataba era de que el suceso no se conociere.

María Viñales dijo que la criatura debía tener 8 meses, que nació muerta y que ella nada había hecho para que eso sucediere. Lo único que explicó, es que entre sus tareas en el Monasterio estaba la de partir hogazas de pan para dar limosna a los pobres. Al partir las hogazas de pan las apoyaba en su barriga y no sabe si esto fue lo que provocó el aborto. Las hogazas de pan (aclaro yo) supongo que serían las que hasta bien entrado en siglo XX, se utilizaban en Castropodame, es decir, redondas y de un diámetro de unos 45-50 cm y un espesor de unos 12-15 cm aproximadamente. De la declaración de las mujeres de San Miguel de las Dueñas (ambas relativamente jóvenes pues tenían unos 27-28 años), se deduce que después (ese mismo día al anochecer) y un poco a escondidas se sacó a María Viñales del convento.

María fue recogida en casa de Martina López, es decir donde estaba enterrada la criatura recién nacida, aunque quien la fue a buscar fue Manuela Cuadrado. Ambas mujeres dijeron que María Viñales había dicho que la criatura era suya y una de ellas que además había añadido que el padre era Rosendo Martínez. Asimismo María había dicho que el bebé había nacido sin vida. Por otras declaraciones (las veremos más adelante) se deduce que el parto tuvo lugar por la noche y que fue por la mañana cuando las monjas se enteraron del suceso, pero como veremos las monjas no quisieron o no pudieron aclarar mucho al respecto. Si parece bastante claro, que a la Madre Abadesa,  lógicamente, no le gustó nada lo sucedido y se refirió a María Viñales como la «autora de la maldad» y que ella misma como Abadesa dio orden de que fuera expulsada de inmediato. No obstante, la expulsión se debió demorar unas horas, como hemos visto, y por lo que sabemos, para evitar una publicidad dañina para el Monasterio.  

María estuvo  en San Miguel de las Dueñas recuperándose del parto dos días, en casa de Martina López. Es posible (aunque no consta), que a consecuencia de ese suceso también fuese expulsada del convento Francisca Fernández, la criada compañera de trabajo de María, acusada de no haber dado parte a sus amas de que en el Monasterio estaba una mujer embarazada. Esta Francisca, era otra moza de Castropodame, en base a los datos conocidos, y por ello es lógico que tuviese cierta confianza y amistad con María Viñales. Meses después (agosto de 1759), estaba en Castropodame y al hablar de su estancia en el convento lo hacía en pasado.


Rosendo «fuera de cobertura»


En los pueblos (los que hemos vivido en ellos lo sabemos muy bien), es muy difícil guardar secretos. Si Francisca la confidente de María apareció de pronto por el pueblo, faltaría tiempo para que los “cotillas” de turno preguntasen el motivo por el que había abandonado su trabajo. Recordemos que entonces los criados/as estaban de servicio las 24 horas del día. Seguramente la noticia de lo sucedido en el convento se supo pues en Castropodame ese mismo día y probablemente por boca de Francisca Fernández, la compañera de María. Esta, por su parte, había dicho, en San Miguel de las Dueñas, que el padre de la criatura era Rosendo Martínez, aquel mozo de su pueblo por el que María suspiraba en el convento. El mismo que estando allí encerrada había ido a visitarla y no sabemos para qué. 
Una vez que María estaba ya fuera del convento y en San Miguel de las Dueñas, en casa de Martina López mandó recado a Rosendo para que fuera a buscarla…pero el tipo no apareció.

El motivo lo sabría él, pero es muy lógico suponer que lo que pretendía demostrar es que él no tenía responsabilidad alguna en el parto de María de Viñales. En nuestros días, en situaciones similares, se dice que alguien tiene el móvil apagado o fuera de cobertura. Quien sí vino a buscar a María y la llevó a Castropodame fue su hermano, que además era su tutor legal, ya que María entonces y, como hemos dicho, era huérfana de padre y madre y menor de edad con arreglo a la legislación de la época. La aventura de María de Viñales, terminó de modo dramático y el regreso a su pueblo y a su hogar, no debió ser sin duda todo lo agradable que en principio debía haber sido. Seguramente (luego lo explicaremos), cuando María (antes de 11 de marzo de 1759) llegó a Castropodame ya el Juez Ordinario de la localidad sabía el embarazo de María Viñales y sabía también, que la mujer (soltera) había vuelto al pueblo sin el bebé. 

En aquella sociedad machista (luego se verá) ésta era una situación de por sí humillante. La propia María reconocía haber «perdido el honor» por sus «actos torpes» con Rosendo Martínez.  Sin embargo, esta historia (como miles de otras a lo largo de los siglos), quizá pudo haber quedado totalmente borrada y olvidada. No sucedió así entre otros motivos, porque en marzo de aquel mismo año 1759 y apenas María había vuelto a su pueblo, entró en acción el señor Juez Ordinario, por Su Majestad («que Dios guarde») de Castropodame.  Era éste, Don Manuel Ramón, un personaje rico, que quizá se debía considerar el amo del pueblo y que empezó a sospechar que la muerte del bebé había sido provocada. En el próximo capítulo lo veremos.

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