No tardó mucho tiempo en ponerle nombre y apellidos al suceso y, además, el peor de los desenlaces pues el helicóptero y los servicios ya nada pudieron hacer más que confirmar una muerte.
- Fue el futbolista de Naredo, un infarto fulminante.
No hacían falta más explicaciones, el futbolista en aquella comarca tiene un nombre: Celso Laiz García, 65 años, culturalista y jugador de la Cultu.
«Me retiré con solo 28 años, después de 264 partidos con la Cultural, el día de febrero que aprobé la oposición» Celso era conocido entre los jugadores y la afición como ‘El Pajarín’, pero no tenía nada que ver con la cabeza a pájaros, ni con un cuerpo excesivamente menudo... no, se apreciaba su vuelo en los balones aéreos y se apreciaba su calidad para ver el fútbol como desde arriba y estar siempre en su sitio en la complicadas tareas de centrocampista, en las que ocupó todos los puestos. Hasta de extremo izquierdo jugó. «Fue solo un día, con Carmelo de entrenador, nos jugábamos el ascenso y me colocó de extremo para que cubriera a Amavisca ‘padre’ porque sabía que yo hacía lo que me mandaba».
Y para ilustrar lo de Pajarín cuenta una anécdota. «Cuando metían un balón bombeado a nuestro área López salía corriendo al ataque y cuando le decía que se sujetara me explicaba que estaba seguro de que lo despejaba yo».
Maristas, La Peña, Júpiter, Cultu
Era una gozada hablar de fútbol y de su Cultu con Celso. Tenía en la cabeza los nombres, las fechas, los recuerdos... aunque a veces le costaba trabajo arrancar, no quería que la nostalgia le pudiera. «Empecé en Tui, en Los Maristas, como tantos chavales de los pueblos tuve que ir a los frailes y allí había afición. A mi vuelta a León quise jugar en el equipo del barrio, muy futbolero, de San Esteban pero decían que tenían muchos chavales y me fui a La Peña, después al Júpiter con Félix y ya a la Cultu, muy joven». Pero no olvidaba nunca que jugó en la Selección Oeste, pues allí coincidió con gente como el gran Landáburu o Fernández Manzanedo, que con el tiempo estuvo en la Cultural.Llegó a aquella Cultu de Carmelo Cedrún, «que era más padre que entrenador pero buen entrenador», jugó un año en Segunda, donde aún permanecíanOvalle, Zuazaga, ya había llegado Gerardo... y después más de 200 partidos en el barro de la Segunda B, de ser un histórico de la saga de los grandes capitanes, de ganarse a la grada, estuvo a las órdenes del famoso Harold Cevezzale de Campo, el parasicólogo, del que hablaba bien. «Hablaba mucho, era tranquilo, buena persona.»...
- ¿Pero el ascenso nada?
- Lo tuvimos a punto en la temporada 76-77; nos lo jugábamos con el Osasuna y el Sadar apretó más que el Amilivia, donde la gente ya empezaba a desesperarse después de los años de gloria.
Hablaba de un impresionante compañero, Rivo, un portento «al que jubilaron las lesiones y todo empezó en una fortuita conmigo en un entrenamiento. Ahora somos grandes amigos». También le impresionaba la fuerza de Carracedo y Mezquita, la clase de Montes...
- Te retiraste muy joven.
- Con 28 años. El 14 de febrero del 82.
- ¿Llevas todas las fechas en la cabeza?
- No es que fue el día que aprobé la oposición y decidí dejar el fútbol.
Señal evidente de que no tenía la cabeza a pájaros este gran capitán.