De molino a fábrica, dos siglos en harina

Harinera La Paramesa es una de las dos fábricas de harina que quedan en la provincia de las numerosas que hubo, 4 generaciones desde que aquel singular emprendedor que fue Froilán González montó este molino y la fábrica de curtidos, aún abierta

Fulgencio Fernández
27/09/2020
 Actualizado a 27/09/2020
‘El Molinero’, Juan Carlos Barcenilla, controlando el proceso de los molinos, "aunque realmente controlan el proceso las máquinas". MAURICIO PEÑA
‘El Molinero’, Juan Carlos Barcenilla, controlando el proceso de los molinos, "aunque realmente controlan el proceso las máquinas". MAURICIO PEÑA
Entre los negocios históricos que se mantienen en Santa María del Páramo hay dos viejas fábricas, una de curtidos, de Genaro González, y otra de harinas (La Paramesa), que regentan los hermanos Miguel, ya jubilado, y Ángel González, Gelo. No es coincidencia que en las dos fábricas históricas fábricas se repita el González pues ambas tienen el mismo tronco e igual de larga historia, la que arranca con Froilán González, bisabuelo de ‘los molineros’ y tatarabuelo del curtidor.

Es curioso, o algo más, que en un mismo pueblo haya dos fábricas con el mismo tronco y que ambos sean «los últimos». Genaro es el último curtidor artesanal de la provincia y La Paramesa es también de los últimos resistentes ‘del harina’. «De las más de treinta fábricas que hubo en la provincia quedamos nosotros y la de Benavides de Órbigo, curiosamente las más pequeñas que había, pues la de La Bañeza cerró hace poco», recuerda Miguel, que estuvo al frente de la harinera de Santa María muchas décadas, hasta su jubilación.

El origen de la ‘fabrica’ se remonta a Froilán González, un leonés de aquellos irrepetibles, capaces de emprender cualquier aventura y sacarla adelante. Él fue quien hace casi dos siglosechó a andar el viejo molino, que también fue fábrica de luz y sirvió a varios pueblos de la comarca... Así marchó todo hasta que, alrededor de 1940, un incendio destruyó una parte importante del molino. «Y ya aprovechamos, mi padre que era quien estaba al frente, para ir cambiando maquinaria y decantarnos por la fábrica de harina. Se fueron haciendo inversiones, compramos los rodillos, levantamos las tres plantas necesarias que hoy tiene, también el laboratorio...», recuerda Miguel. «De molino a fábrica, dos siglos».
El bisabuelo Froilán, el mismo que montó la fábrica de curtidos, levantó este molino y fábrica de luz;hacia 1940 hubo un gran incendio y ya preparamos el local para fábrica de harina
El cambio es muy importante y hasta se puede cuantificar en producción. «Antes de la mecanización se podían producir unos diez mil kilogramos al día, hoy se pueden producir hasta 80.000 en las 24 horas, porque son las máquinas las que están trabajando, sólo hay que programarlas».

Aparece otro personaje fundamental en el funcionamiento de la fábrica en la actualidad, le llaman ‘el molinero’, Juan Carlos Barcenilla, realmente un ingeniero y molinero. «Toda mi vida he estado metido en harina. Soy vasco, mi padre y mi abuelo ya eran del gremio y crecí con ello; estuve después en Zaragoza, en León e Alfageme y ahora aquí, donde imagino que ya me jubilaré... si eso aguanta, la jubilación digo, que la fábrica no tiene mayores problemas, pan se come siempre».

Y es que buena parte de la producción va a parar a panaderías, otra parte de las harinas están destinadas a fábricas de pienso.

-¿Y qué hace un molinero en una fábrica de harinas?
- Aquí soy Dios; dice en broma Barcenilla, quien lo explica. «No quiero decir que sea Dios, quiero decir que tengo que estar en todas partes. Veo el trigo, al comprarlo; lo analizo cuando llega, calculo las humedades y sigo los procesos de cernido, los molinos...». Y nos muestra el laboratorio, «muy bien equipado, moderno», pues, explica, «aunque los 80.000 kilos de harina que se pueden producir parecen mucho hay grandes fábricas que se acercan al millón de kilos ¿Cómo puedes competir? Pues sólo a base de calidad, controlando el trigo, analizando cada partida, todo el proceso y dando a cada cliente la harina que requiere».
- ¿Cuántos tipos de harina produce en esta fábrica?
- Dieciséis.
- ¿Del mismo trigo?
- Claro. Desde la ‘cáscara’, que suele ser para piensos, al corazón del grano de trigo, de donde sale la mejor harina según van trabajando los rodillos.

Y explica de manera gráfica cómo en la planta superior están las máquinas «como si fuera el estómago», en la segunda los molinos, que son la boca y en la inferior se carga. Todo un proceso, para verlo y disfrutar.
Hubo más de treinta grandes fábricas en León y ya solo quedamos dos, la de Benavides de Órbigo y esta nuestra de La Paramesa, curiosamente las dos más pequeñas
Éste ir comprando máquinas y modernizando la fábrica de harinas «poco a poco» hace que «convivan en ella algunas que ya tienen más de 100 años, como los molinos, que son de 1918, a otras del laboratorio, relativamente recientes y muy modernas» pues, insiste Barcenilla, «nuestra única salida es la calidad. Y la ofrecemos».

Han sido etapas muy diferentes, van cambiando los tiempos, y Miguel González recuerda como «durante muchos años no podíamos comprar el trigo a los agricultores, estaba prohibido, aunque fueran de aquí de la comarca y conocidos, pues era el Estado quien controlaba lo producción y los precios, a través del Servicio Nacional de Productos Agrarios (Senpa), que aquí en Santa María tenía uno de sus silos. En los años 80 ya se liberalizó el mercado y ya podíamos comprar al agricultor o a almacenes, como hacemos en la actualidad».
Sales de la casa de Miguel González, en el corazón de Santa María, y hay una farmacia en la que también aparece el apellido. «Sí, también es de la familia, hay farmacéuticos desde uno de los hijos de Froilán, incluso fuera de aquí, en Madrid o la farmacia del barrio del Ejido en León. También en la cerámica estuvo mi hermano Gelo, en Valderas...».

Y dejamos para otra ocasión la otra rama de la familia, que viaja en el tiempo hasta otro ilustre leonés, Luis de Sosa y Tovar, «un destacado militar que tuvo un papel muy importante en la Guerra de la Independencia, pero ya nos tendríamos que ir a la rama de Vidanes... teníamos mucha documentación que se la cedí a Antonio Viñayo para San Isidoro», explica Miguel.

De momento, ya estamos bastante metidos en harina con los González.
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