Tuvo que llegar Diego Ventura para poner del revés a una plaza a punto de sumirse en el letargo más absoluto. El luso se llevó con diferencia el lote de una inválida corrida de Soto de la Fuente y dio fe de su posición en el escalafón. Su arrojo, valor y maestría con el jaco desataron la locura de los tendidos a pesar de no tener un oponente a su altura.
Todos, los seis, anduvieron falta de casta y bravura, si bien el segundo poseía una admirable clase en su embestida que se hubiese cantado más con una muleta delante. Prontos y con emoción de salida, se rajaron a partir del rejón de castigo. Unos antes y otros después, pero ninguno ofreció pelea digna y deseada.
La corrida en su conjunto fue aburrida. La cosa empezó ya torcida: el paseíllo rompió ocho minutos de lo debido. En lo que compete a los toros, se echaron al ruedo la mayoría de ellos y ninguno hizo honores a su condición, en teoría, de bravos. Más bien lo contrario. Menos mal que Galán, Ventura y Leonardo Hernández tienen oficio a sus espaldas, pues de lo contrario todo hubiese sido mucho peor.
Por nombre tenía Dudoso, pero nada de eso presentó de salida el primero de la tarde. El toro, de la ganadería de Soto de la Fuente, salió saludando a todos los burladeros de la plaza y persiguiendo con buen son a Sergio Galan, aunque le afectó el primer rejón de castigo y se echó en los medios en sendas ocasiones antes de las banderillas. A partir de ahí, la historia fue totalmente diferente. Galán se enfrentó a uno reservón sin fuerzas ni emoción que andaba más que galopaba. El madrileño estructuró fundamentalmente su faena por quiebros no del todo conseguidos, pues la colaboración del animal fue prácticamente nula y apenas se arrancaba a las provocaciones del rejoneador. En las dos últimas intentonas llegó, incluso, a cabecear fruto de su falta de casta y bravura. Sin embargo, y a modo de curiosidad, no abrió la boca hasta justo antes del rejón de muerte. Estocada atravesada. Oreja sin petición mayoritaria.
De similares condiciones fue el segundo, si bien Ladrillero salió metiendo la cara de muy buenas maneras a Querido, de Diego Ventura. Dos rejones de castigo le recetó el portugués, que en ocasiones acortaba cercanías dando fe una vez más de su concepto, ese que le ha llevado a lo más alto del escalafón y de la historia de la tauromaquia. Al igual que el anterior, Ladrillero carecía de fuerzas y no tardó en perder las manos varias veces antes del tercio de banderillas, pero Ventura estuvo en figura y ante eso, siendo francos, lo demás no importa tanto. Eso sí, el burel seguía embistiendo a veces con el morro rozando el albero leonés y el rejoneador le llevaba encelado a la perfección en la grupa. Venido muy a menos, Ventura optó por un toreo más cercano, de riesgo, mientras le clavaba banderillas largas de una en una. En las cortas solo pudo ponerle una de las tres que llevaba, pues su oponente se echó y tuvo que matarlo con el descabello. Pitos al toro y silencio para Diego Ventura.
Chapurrillo, el tercero de la tarde y el primero de Leonardo Hernández, era gacho de pitones y de salida mucho más parado que sus dos hermanos anteriores. Tuvo que llegarle el pacense para conseguir algunas arrancadas, aunque la gallina ya había cantado y el futuro estaba más que escrito. Dos rejones de castigo le puso Leonardo Hernández, demasiados para la condición de lo que tenía delante. La extraordinaria disposición del rejoneador opacó por momentos las exageradas carencias del de Soto de la Fuente, falto de raza, casta, recorrido, emoción, fondo y bravura. Lo único que levantó al respetable fue un par a dos manos precedido de varias piruetas, más que necesarias para tapar de alguna forma al más inválido de todos hasta el momento. Le clavó una caída y atravesada estocada estando el toro casi amorcillado en el tercio. Oreja.
No se había ido aún el intenso olor a jamón y pocos habían acabado sus bocadillos cuando hizo cuarto Sabedor, también del hierro titular, muy anovillado tanto por hechuras como por remate. Perfecto para tentar o lidiarlo en una novillada y vergonzoso para una plaza de segunda categoría. Sea como fuere, su comportamiento fue acorde a su tipo: insulso. Un noblón que daba ternura. Lo lidió Galán un poco más allá de la que en teoría sería la segunda raya, pues solo había una en el ruedo. En los medios los defectos del toro se elavaban a la máxima potencia, siendo cerca de tablas donde más celo tenía. Y precisamente allí el toro prendió al jaco en un derrote defensivo, si bien ni el animal ni su jinete no parecían llevar herida alguna, aunque el ensañamiento había sido considerable. Silencio.
Nada pasa porque sí y pronto metió Ventura en la canasta a Canastero, valga la redundancia. Otro que de salida tuvo ritmo y algo de codicia que el luso logró templar y encelar de buena manera. Se había llevado el lote de la corrida (en cuanto a comportamiento, porque de presencia nada había cambiado) y él era consciente. Lo mejor de la tarde llegó con él a partir de un tercio de banderillas donde predominaron las cercanías y algún que otro quiebro a centímetros de las tablas. El público sabía que podían pasar cosas. Y pasaron. El portugués tenía a León en el bolsillo, los tendidos estaban completamente volcados y cuatro banderillas cortas tornaron en manicomio al coso leonés. Estocada arriba y dos orejas con leve petición de rabo. Aplausos para el toro y una ovación cerrada para el rejoneador.
El cierraplaza continuó en esa condición de carretón, noblón y desabrido, al igual que sus cinco hermanos. Vencedor no ofreció pelea a Leonardo Hernández en ninguno de los tercios, que tiró de él a base de provocaciones sin resultado favorable en la mayoría de ocasiones. Lo más destacable de la faena fueron piruetas y gestos del rejoneador al público, que se agarraba a un clavo ardiendo con tal de no cerrar los ojos y admitir que ojalá pudieran haber visto algo más. Más toro, sobre todo. Estocada muy trasera. Oreja.