Tan solo unas horas antes del accidente de Cerredo, un leonés, Moure, padre de uno de los fallecidos en el último accidente de La Hullera Vasco Leonesa, Manolin Moure, clamaba contra el ólvido y expresaba su dolor por la tortura que estaba significando esperar 12 años por una sentencia. Unas horas después del accidente, Laura, mujer de un accidentado que pudo sobrevivir en el mismo accidente (Roberto) aunque con secuelas aseguraba «que nada más pasar el accidente nadie —de las administraciones, empresa...—se acordó de nosotros, el olvido es terrible, tan doloroso como el accidente».
Son dos ejemplos de lo que aún podría ser evitable en Laciana y Torre con los fallecidos en Cerredo pues no en vano el desfile de políticos por el acto fue masivo.
Sin embargo, los antecedentes. Con motivo de los 25 años del accidente del Pozo María en Laciana, la revista El Mixto, a través de su responsable Víctor del Reguero, tuvo la idea de reunir a un buen número de familiares de los 10 fallecidos y lo que encontró se puede calificar de desalentador. Benjamín, hijo de Adlfo Real, que tenía 12 años cuando el accidente le cuenta que la indemnización, unas 600.000 pesetas, llegó tarde y no sirvió de nada. «La empresa nunca se preocupó por los dos hijos de Adolfo Real y, aunque en varias ocasiones han intentado conseguir un puesto de trabajo en ella, sus intentos han sido nulos. «Nunca se han preocupado por ninguno de nosotros, ni cuando fue al accidente ni ahora...», lamentan (2.004 recordamos).
El caso de Manuel Gómez Díaz, de El Carbachón, es especialmente dolo-roso. Hubo mineros que dejaron viuda o hijos, pero en alguno de los casos quedaron los padres y los hermanos. El caso de Manolín, como él era más conocido, fue uno de estos últimos. La fami-lia era numerosa, de cinco hermanos. Él era el mayor, y le seguían Encarna, con 17 años, María José, que tenía 15, Marcial, con 13 y Álvaro, el pequeño, de 9. «YManolñin no tenía que estar aquel día en la mina pero cambió su turno porque tenía que ir al dentista».
Viudas e hijos, padres y madres, recordaban, 25 años después del accidente del Pozo María, con especial pena el olvido que sufrieron, algún huérfano ni siquiera logró entrar en la empresa
Recuerda Del Reguero que Josefina Sánchez, la viuda de Uría, ·se lamentaba ante el comportamiento que la empresa mantuvo siempre ante las familias y, especialmente, el pasotismo que ésta ha mostrado hacia los huérfanos. Ella estuvo en tratamiento, por lo que fue su madre, Teresa Guaza, quien se encargó de llevar a cabo acciones legales que no fructificaron. Durante mucho tiempo, Teresa salía a la calle cuando veía pasar a algún mando de la explotación ‘insuntándoles y llamándoles asesinos’, nos recuerda Josefina, hija del fallecido».
Alicia es la viuda del gallego Otilio, pero se habían asentado en Caboales. «Su único hijo, Nilo Álvarez, tenía entonces 17 años. Fue de los pocos que después del accidente pudo trabajar en MSP. Alicia mantiene, veinticinco años después, que el cuerpo de su marido ‘estaba quemado’, por la explosión de grisú».
No es necesario seguir, incidir en e olvido;lo que sería desable es que no se volviera a repetir.