Cuando María Hernández, la que fue primera concejala gitana del Ayuntamiento de León, sabe que vamos a hablar con Puncho nos hace una oferta: «¿Os paso un diccionario Puncho-Payo para que os entendáis?». Y es que en Benjamín Jiménez, para todos Puncho, concurren muchas circunstancias para que surja la anécdota del diccionario: está muy orgulloso de ser gitano y de su lengua, tiene mucha gracia para contar las cosas por lo que usa mucho la ironía.
Pero no hace falta tirar de diccionario porque Benjamín es un hombre de una educación exquisita y lo facilita todo, para la conversación, para las fotos: «Sácame guapo que no se diga que los gitanos». Un personaje. De hecho él se puso de punta en blanco, con su sombrero, su bastón de lujo, gafas de sol y corbata.
- ¿Sigue habiendo racismo?, le decimos cogiendo el hilo de su propia reflexión sobe su pueblo gitano.
- Racismo lo habrá siempre, eso lo sabemos, pero es cierto que en los 30 últimos años se ha mejorado mucho y esperamos que siga así, mejorando.
- Qué queréis exactamente?; pregunta al pedirle que pose para las fotos.
- Que nos hables de tí, de tú vida...
- Pues haz las fotos (Le dice a Mauri) y ven a buscarle mañana que hay mucha tela que cortar y que contar.
- ¿Te podemos llamar Tío Puncho?
- Ya tengo 79 años, ya es una edad avanzada creo que me podéis decir tío, que es un rango que los gitanos valoramos mucho.
- Como Tío Caquicho.
- Él fue muy grande, él nos enseñó que hay que buscar la concordia, el entendimiento, la convivencia, con los payos y entre nosotros.
- ¿Puncho qué es en la comunidad gitana de León?
- Pues soy del Consejo de Ancianos y mediador de conflictos, cuando surgen problemas nos llaman, a mí o a alguno más para que intervengamos buscando un arreglo. Es algo que uno se gana poco a poco, ser reconocido por los tuyos. No lo debemos hacer mal pues hace unos días nos llamaron para intervenir en un conflicto en Valladolid, en un barrio, pero ya les dijimos que solo iríamos si nos lo piden los ancianos de allí. Y así fue, y se arregló la cosa.
- ¿Cómo se arreglan las cosas para que sea tan valorada su autoridad?
- Con justicia, quitando un poco a uno, dando un poco a otro...
- ¿Y eso dónde se aprende?
- De la vida. Que yo ni a la escuela pude ir, que hacía falta trabajar en casa, que éramos muchos. Primero ayudando a los padres y después a formar mi propia familia, que tuvimos siete hijos. Y lo que no te enseña la escuela te lo enseña la vida, mirando, aprendiendo...
- Por ejemplo.
- Mira, yo empecé trabajando en la construcción y como no sabía nada, no había ido a la escuela, empecé por lo más bajo pero me fijaba en los que estaban mejor... Ycuando me decían «Jiménez, haz esto»yo lo hacía de mil amores, hasta que me subí a una máquina y me di cuenta de que trabajar allí sentado, apretando botones... ¡menudo chollo!Ypensé, Puncho, tú aprende, que lo que se aprende siempre vale. Por eso, yo a todos los digo que vayan a la escuela, que aprendan, que algún día les valdrá.
Ypone cara de pícaro, sonríe, y dice: «Yo siempre digo que les estoy muy agradecido a las leyes de los payos que para pagar las ayudas que nos corresponden a las familias gitanas es obligatorio que los hijos vayan a la escuela. Además de enseñarnos nos pagan».

Pero todas sus reflexiones, ese llegar a ser un respetado personaje en su pueblo gitano, las avala, las sustenta, sobre la base de un hombre de bien y un enorme trabajador, «en lo que fuera, cumplidor siempre. Trabajé en la construcción primero, después en las carreteras, que es duro pero alguien lo tiene que hacer, descargando vagones de la Renfe... hay que sacar adelante la familia. Y se sacó». Completando estos oficios con otra pasión, el cante:«No se me daba mal. Con un guitarrista, Gonzalo Valladares muchas veces, canté varios años en lugares como el Pub 3.000 o el Camborio».
- Pero la noche...
- La noche nada, era un trabajo. Yo jamás fui de la noche, ni fumé, ni bebí, ni nada. Cantaba, que es un arte que se tiene y yo lo tenía.
Cuando habla de la familia mezcla el orgullo de haber criado siete hijos con un rictus de algo parecido al dolor, «la hija que nació enferma y finalmente se nos fue. Vivíamos en Ponferrada, nos vinimos a León porque había más trabajo y más posibilidades de curarla, la llevamos a todas partes, pero se nos fue...».
Un dolor que no disimula. Como no lo hace cuando al hablar de racismo recuerda lo que le ha ocurrido a su hijo: «Fue a alquilar una casa, bien arreglado y vestido como yo le dije, con trabajo, con el dinero, y ya estaba todo hecho, pero a la hora de firmar le preguntaron si era gitano y él no mintió, yo le digo que nunca mienta, y todo fueron disculpas, que la necesitaba para un hijo... mentiras».
Y le duele a este gitano orgulloso de serlo y, sobre todo, un buen paisano, que dice con mucha pena eso de «racismo lo habrá siempre».
- ¿Yqué tal en León?
- Muy bien. En lo nuestro es una de las ciudades más tranquilas, yo diría que es la más tranquila de todas las grandes ciudades, hay algunas cosas pero casi nada. Y el alcalde nos trata muy bien, es muy cariñoso y va a nuestras cosas. Pónlo ahí.