El día 2 de octubre, cuando todos estábamos conmovidos por la noticia de la muerte de Jane Goodall (una de las personas más influyentes que ha habido en los últimos tiempos, inspirando a generaciones de conservacionistas, transmitiendo incontables mensajes de paz y armonía y de la importancia de la conservación de la naturaleza para nuestra propia supervivencia), presencio cómo se corta delante de mis ojos el bosque de ribera del río Torío, a la altura de Puente Castro.
Mi nombre es Sandra Goded Millán y soy doctora en Biología de la Conservación. Me dedico desde hace más de veinte años a la conservación del bosque autóctono y a la divulgación de la importancia de su protección, de la biodiversidad que vive en él y los servicios ecosistémicos que aporta, que son nada más y nada menos que la producción del oxígeno que respiramos, la retención de suelos para la prevención de riadas, la prevención de incendios, la absorción y acumulación del carbono, el mantenimiento de humedad del aire y del suelo, la purificación del agua, el mantenimiento de las temperaturas, el refugio de biodiversidad, etc.
Concretamente, los bosques de ribera son los que previenen que haya inundaciones y riadas, ya que sus raíces retienen el suelo de los cauces, produciendo un suelo permeable que hace que éste sea capaz de absorber el agua cuando el nivel del río sube rápidamente.
En dicha corta no se están quitando solamente arbustos o árboles jóvenes ni tampoco especies en su mayoría exóticas. Se están cortando árboles autóctonos y de un gran porte, la mayoría de ellos ya adultos, por su base. Sauces, alisos, fresnos, chopos, álamos negros… y, por supuesto, todos los arbustos que hay debajo están siendo arrasados. Sin miramientos, sin criterio científico ninguno, sin sentido común. La explicación: la primera es dar mayor visualización al puente romano y proporcionar seguridad en la pasarela que une Puente Castro con León, para evitar ataques a personas. La segunda es para evitar riadas e inundaciones, diciendo literalmente que los árboles obstaculizaban el paso del agua. La primera de las razones no tiene ningún sentido, el puente romano ya se visualizaba perfectamente, y de hecho la visión del puente sobre el bosque de ribera es precisamente lo que más llama la atención de los peregrinos que entran a León. No hay que olvidar que León se enorgullece con buenos motivos de estar rodeado de dos bellos ríos y de los bosques de ribera que contiene la ciudad, encontrándose especies de aves que rara vez se pueden ver en un casco urbano, como garzas reales, marinetes o ánades comunes, sumado a los raros picos menores, los curiosos torcecuellos que nos visitan en primavera desde África y un sinfín de pequeñas aves insectívoras y murciélagos, controladores de plagas, que encuentran en estos bosques de ribera la base de su alimentación y cobijo y, por supuesto, las grajas que, recordemos, de las que la única población reproductora que hay en España está en la provincia de León, incluyendo la ciudad.
Por tanto, el bosque de ribera del río Torío a los lados del puente romano daba una imagen única de belleza natural y cultural, y de ciudad que respeta la naturaleza. El motivo de proporcionar más seguridad ciudadana en la pasarela llama mucho mi atención, ya que me pregunto si se puede tomar en serio el razonamiento de que cortando los árboles se eviten los asaltos, ¿no sería más lógico, práctico y por supuesto moral poner más alumbrado público en la pasarela, o incluso cámaras? ¿Es que los árboles y toda la fauna que vive en ellos tienen la culpa de dichos ataques? No salgo de mi asombro.
La última explicación, la de que se corta para mantener el cauce despejado y en buenas condiciones, no tiene ningún criterio científico; de hecho, es totalmente al revés. Las buenas condiciones de un cauce de un río (y no olvidemos que el Torío lo es, con sus más de 5 metros de anchura, no un riachuelo), necesitan el bosque de ribera, ya que éste es el que hace que el río no se desborde cuando haya crecidas, que las habrá muy pronto. Y éstas serán cada vez más comunes en una era de cambio climático. No tiene ningún criterio científico decir que un cauce sin árboles vivos a los lados del río está en buenas condiciones. Otra cosa sería que hubiese árboles muertos caídos en el cauce y que impidieran el paso de la corriente, pero los árboles vivos en el cauce, naturales, que han nacido solos, son los que previenen precisamente que haya riadas. La naturaleza es mucho más sabia de lo que creemos.
Mientras un responsable del ayuntamiento me da estas explicaciones, ante mi asombro las motosierras tiran delante de mí un fresno de más de 25 metros de altura. Se trata de un ejemplar de una edad avanzada, ya que siendo ésta una especie de crecimiento relativamente lento, un ejemplar de esa edad puede superar fácilmente los 70 años.
La noticia publicada el día 3 habla de que se están cortando principalmente arbustos y arbolado joven. Pero la mayor parte de lo que se está cortando son árboles de un gran porte, de mediana y avanzada edad. También se dice que la actuación llega después de que se hubiese detectado una proliferación de vegetación espontánea en los cauces del río y que interfería en la correcta circulación del agua, pero es precisamente lo contrario. La vegetación crece, sí, espontáneamente, porque eso es lo que ha hecho desde que hubo vida en el planeta, y precisamente son los árboles lo que nos proporcionan el oxígeno para vivir, también espontáneamente. No tenemos que crear nosotros el oxígeno, afortunadamente.
Se dice que se están cortando algunas especies invasoras y se menciona al Ailanto, pero la mayor parte de lo que se está cortando son especies autóctonas. Y en cuanto a las zarzas y matorrales densos son parte crucial del cauce de un río y tampoco impiden el paso del agua.
Los vecinos de Puente Castro al parecer hace tiempo pidieron una entresaca de árboles cerca del puente. Pero el concepto de entresaca parece haberse olvidado, porque cortar a matarrasa todos los árboles, no es entresaca.
Por último se dice que se van a seguir realizando estas talas hasta mediados de mes, ¿cuántos árboles supone eso? ¿desde qué distancia se considera que el puente y la pasarela se tienen que visualizar? Se dice que esta actuación era imprescindible para ofrecer una mejor imagen de León y yo pregunto a quién preguntaron esta opinión: a los peregrinos, a los leoneses, a los que pasean cada día por las márgenes del río o se paran a ver aves, porque, claramente, esta actuación no fue consultada con ningún científico. ¿Se ha consultado a expertos más allá del propio ayuntamiento o la CHD? Recordemos que instituciones públicas —como la Universidad o el CSIC— existen precisamente para aportar conocimiento y orientar decisiones con base en la evidencia. Ignorar su papel, refleja, como mínimo, una preocupante falta de criterio, además de una pérdida de recursos. Las personas que nos dedicamos a la conservación de la naturaleza como profesión, tanto científicos y profesores de universidad, como abogados de derecho ambiental, o las que lo hacen como afición o simplemente tienen sentido común, nos echamos las manos a la cabeza con estas decisiones que se toman sin ningún rigor ni consulta. Para ello existen los expertos, para informar y atender consultar antes de tomar decisiones con respecto a la naturaleza. No dejemos que estas actuaciones con una única visión basada en el desconocimiento imperen sobre las que sí conocen. Hagamos que un ayuntamiento muestre con el ejemplo que sí es conocedor del papel de la naturaleza, y de la importancia de su conservación para nuestra vida. Si no, tendremos que volver a expresarnos el día que se inunde la explanada del río Torío.