Para dar elegancia y para combatir el frío. Son los dos motivos por los que alguien se pone un sombrero, aunque en León suele ser más el segundo que el primero. Casi un siglo lleva abriendo sus puertas en la calle Ancha la hoy llamada Sombrerería Beatriz Mielgo, que fue fundada en 1927 por los hermanos Ruiz, quienes llegaron a tener cinco establecimientos repartidos por la ciudad de todo tipo de textiles, sobre todo sombreros y camisas. «Vamos, que venían a ser El Corte Inglés de la época», dice Beatriz Mielgo, maragata y actual propietaria desde hace una década de esta sombrerería, en la que sucedió a Chema Fidalgo, que había empezado repartiendo pedidos en bicicleta con 15 años y terminó su vida laboral detrás del mostrador.
Beatriz Mielgo ya tenía una sombrerería en Astorga y cuenta los detalles y las curiosidades de una prenda que es más que llevar algo en la cabeza: un toque de distinción. Vende todo tipo de sombreros, todo tipo de gorros, gorras, guantes, bastones y, cómo no, el que probablemente sea el producto estrella, las boinas que antes se vinculaban de un modo ciertamente despectivo a los habitantes de los pueblos pero que hoy se siguen comprando y, además, lo hacen cada vez más los jóvenes. Dice Mielgo que los sombreros se siguen usando aunque no lo parezca, que son herramientas imprescindibles contra el frío por estos la lares, aunque ahora ha crecido todo de tamaño, «las personas y las cabezas», bromea ella, que presume de una pequeña gran exposición en su establecimiento en la que se pueden ver sombreros de todo el mundo, curiosidades que van sobre la cabeza pero que dicen mucho de quien, a su manera, las luce