Si a León no le bastaba con haber sacado a dos mentes brillantes como lo son Pablo Álvarez y Sara García, ahora, por detrás y pisando fuerte, viene Laura González Llamazares, una chica leonesa que a sus 30 años cuenta con gran experiencia internacional y es coundadora y directora comercial de uno empresa aeroespacial.
El próximo lunes, 2 de junio, recibirá el premio José Belinchón 2025 y la insignia de oro del Colegio Leonés con motivo de «su trayectoria profesional en el ámbito académico». Graduada en Ingeniería Aeroespacial por la Universidad de León, estuvo becada en la universidad Carlos III de Madrid para realizar el máster habilitante, a lo que suma un Executive MBA en la EAE Business School. Además, también ha participado en varias misiones tanto de la Agencia Espacial Europea (ESA) como del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
Sus años académicos
Aquella niña que entró con dos años al colegio no se esperaba que tiempo después iba a ser condecorada con un premio «con tanta importancia» en el Leonés. «Se lo han dado a gente muy importante (Pedro Baños o Carolina Marín entre otros) y no me lo esperaba», reconoce Laura a este periódico. Aquella niña tampoco esperaba acabar como ingeniera porque le gustaba todo: «Recuerdo sufrir mucho antes de elegir carrera, me encantaba la literatura, la historia, la ingeniería… un día decía que quería ser piloto y al siguiente profesora de lengua», recuerda entre risas. Al final, el gusto por las matemáticas y el dibujo técnico le acabó tirando más que el resto: «De ahí fui cogiéndole el gusto al tema del espacio, me pasó eso de que cuando más sabes de algo más te gusta».
Su paso por la universidad fue brillante y fructífero. Brillante porque se sacó la ingeniería en cuatro años (la media de Aeroespacial es de siete años); y fructífero porque los exprimió al máximo: «Como la base de La Virgen del Camino no tiene mucha actividad nos dejaban tocar compresores y turbinas de aviones, desmontarlos y montarlos… y adquirir ese tipo de habilidades es importante. También pasé un año estudiando en Australia y conocí asociaciones que hacían proyectos colaborativos de ingeniería». Por añadidura, también fundó y lideró en el Maker Club León, «una comunidad donde nos juntábamos amigos a los que nos gustaba la ingeniería y hacíamos proyectos como drones o impresión 3D», relata apasionada mientras valora las enseñanzas que todo eso le supuso entorno al trabajo en equipo.
Es de las mejores profesiones que hay, contribuyes mucho a la sociedad
En la actualidad, y tras un periplo de tres años viviendo en Inglaterra diseñando motores espaciales con impresoras de metal, dirige la parte comercial de Radian Systems, una empresa que desarrolla un software capaz de predecir la temperatura que va a alcanzar un satélite cuando esté en órbita y, en función de eso, ir mejorando poco a poco su diseño: «La electrónica de un satélite es como la de un móvil, si se sobrecalienta se estropea. Pueden llegar a tener 100 grados y -120, es importante que aguante esos cambios de temperatura y para ello hay que ver si tenemos que ponerle capas para aisarlo u otra cosa», comenta. La empresa la montó en 2019 junto con su amigo y compañero David y hasta ahora habían trabajado «sin financiación externa». Sin embargo, hoy cuentan ya con más de 17 clientes de ocho países diferentes, por no hablar de los más de 60 satélites que tienen su sello marcado. «Vamos creciendo poco a poco, ya tenemos una financiación base y eso fue lo que me permitió volver de Inglaterra», resalta al tiempo que reconoce que su labor ha crecido, sobre todo, en el último año, pues el software ya estaba más desarrollado y hasta entonces no podía centrarse mucho en la parte comercial.

Con todo, a Laura le quedan muchos sueños por cumplir. En el horizonte está, cómo no, el «llegar al espacio en algún momento». «Es de las mejores profesiones que hay, contribuyes mucho a la sociedad. Ahora mismo tenemos dos embajadores impresionantes en León y lo están haciendo genial. Además, tampoco me importaría quedarme en la retaguardia con otros proyectos espaciales», reconoce la leonesa, que explica que muchas de las cosas utilizadas en el día a día, como las lentillas o el taladro eléctrico, poseen tecnología espacial.
«El premio supone cerrar una etapa, he vivido muchas cosas allí y me hace ilusión volver», dice. Mañana volverá a donde todo empezó, al lugar que vio crecer a aquella niña a la que le apasionaban todas las asignaturas y en casa se ponía a hacer los deberes sin que nadie le dijese nada. Eso sí, volverá siendo ingeniera aeroespacial, trabajando en un importante proyecto en el sector y con una misión clara: seguir mejorando día a día.