De la Fuente, que está terminando su tercer año de residencia en la especialidad de médico de familia en Gijón, formó parte de una de las comisiones de la organización que cada tres meses visitan el campo de refugiados de Rabuni, cerca de Tinduf, en Argelia en el que viven alrededor de 150.000 personas.


Pero a pesar del trabajo y de los buenos resultados, la sanitaria expresa el sentimiento de “rabia” ante la idea de que la situación de los saharauis no va a resolverse en un futuro próximo, ya que, a su juicio, se debe a un problema “político” de un pueblo que es víctimade la vulneración de los Derechos Humanos y de resoluciones de Naciones Unidas incumplidas. “Es muy frustrante ver que probablemente nunca disfrutarán de un sistema sanitario como el español. No es solamente la falta de medios, sino también la de educación para la salud, la falta de profesional cualificado... te hace sentir esa injusticia y desesperación por ver la dificultad de que se logre un desarrollo”.
Refugio permanente
A pesar de llamarse campo de refugiados, Rabuni es un territorio donde viven desde hace más de 40 años miles de saharauis que abandonaron su tierra endógena ante la entrada de Marruecos. El campo se divide en pueblos que llevan los mismos nombres que los municipios originales actualmente ocupados en tierras del Sáhara occidental. “Son asentamientos muy estables. Ya hay generaciones que han pasado toda su vida en estas condiciones, no conocen otra cosa. Aquí se han creado infraestructuras básicas para la vida, aunque las condiciones son complicadas”, precisa de la Fuente.El entorno desértico y la dureza del clima, que en verano supera los 50 grados, dificultan la obtención de unas condiciones de vida dignas que se complican debido a la dependencia de la ayuda humanitaria internacional. “Son absolutamente dependientes, no tienen apenas recursos porque es muy difícil que el cultivo y la agricultura prosperen. Viven de una ayuda que se alarga en el tiempo, pero que sigue siendo necesaria”.
La seguridad entre la arena y las casas de adobe que se deshacen después de cada tormenta es una de las tónicas en las que insiste la cooperante. “Es cierto que vivíamos bajo las normas de un protocolo, pero en ningún momento sentí inseguridad ni vi manifestaciones de violencia, ni hacia los cooperantes ni entre la población”.
Olvido y unidad
El olvido es otro de los graves problemas a los que, según de La Fuente, se enfrentan los saharauis. La sanitaria insiste en que la crisis del Sáhara es un problema olvidado por los políticos y por los medios de comunicación, debido a que su continuidad en el tiempo ha provocado una cierta estabilidad en el conflicto.“Llevan más de 40 años viviendo en una situación de desarraigo. El tiempo pasa y no se celebra el referéndum prometido, ni son capaces de volver a su tierra. Se sienten olvidados por todo el mundo y para ellos es fundamental sentir el apoyo y el contacto internacional, que les permita mantener la ilusión de que algún día volverán a sus asentamientos”, manifiesta la cooperante “¡Ni siquiera están reconocidos por la gran mayoría de los estados!”,exclama.
A pesar de todo, la esperanza por volver es lo que mantiene la unidad del pueblo. “Van pasando los años y, a pesar de que su situación está estancada, no tienen una motivación por mejorar sus condiciones de vida en territorios argelinos porque lo que esperan de verdad es volver a su hogar. Eso es lo mantiene unido al pueblo, la esperanza de la recuperación”.
En relación con el ámbito sanitario, el nomadismo y el desarraigo, provocan además numerosos problemas en torno al ‘duelo migratorio’, entendido como el conjunto de emociones, representaciones mentales y conductas vinculadas con la pérdida, la frustración o el dolor, que afectan cada vez a un número más elevado de población.
Vacaciones en paz
La crisis del Sáhara tiene desde hace años una vinculación y atención especial en España. Cada año, cientos de niños saharauis son acogidos para pasar el verano con familias españolas, a través de la iniciativa ‘Vacaciones en paz’. Más allá de la atención médica y las condiciones en las que viven los niños durante tres meses, el programa fomenta un aprendizaje del idioma que posibilita el acceso a mejores oportunidades para los pequeños.“Puede parecer duro convivir tres meses con un niño o niña y que después tenga que volver, pero es tremendamente útil para ellos. Aprenden otro idioma y el viaje les abre los ojos. Crean lazos afectivos con familias españolas y esto es positivo, tanto para ellos como para nosotros”, expresa Pilar.
Sin embargo, con la crisis económica esta ayuda también se ha visto reducida. “Las aportaciones han disminuido constantemente, tanto la económica como el acogimiento. El pueblo saharaui se ve cada vez más condenado a un olvido generalizado e injusto difícil de desbloquear.”