Su pasado está íntimamente ligado al del ferrocarril, que dio trabajo a un buen número de personas que se asentaron alrededor de las vías que lo cruzaban. Fue el hogar de una abultada cifra de ferroviarios y de sus familias, y todavía a día de hoy cuenta entre sus vecinos con matrimonios mayores y viudas para los que el tren fue su medio de vida. Sin embargo, no sólo las locomotoras trazaron la historia del barrio, ya que El Crucero supo atraer otros proyectos industriales importantes.
Las mejoras contribuirán en poco tiempo a que el barrio dé un vuelco muy grande y tenga otra imagen
En la avenida Doctor Fleming, en el año 1933 comenzó a funcionar la azucarera de Santa Elvira, que llegó a mantener en nómina a más de un centenar de empleados. Su cierre, a principios de los años 90, dio paso a un espacio ruinoso que se ha sabido reconvertir y sobre el que actualmente se está levantando el futuro Palacio de Congresos y Exposiciones de León. Cerca de ella, Abelló, dedicada a otro sector completamente diferente, el de la fabricación de productos farmacéuticos, también se hizo un nombre en el barrio, en el que no se olvidan otras empresas, como Elosúa y su aceite, o la Jabonera Leonesa.
El Crucero bullía alrededor de estas empresas. Había trabajo y viviendas, en su mayoría humildes, que se llenaron de gente que amaba el barrio y su marcado carácter obrero. Muchos resisten en él, y con él –o a través de la memoria de sus familiares– han vivido el cambio. Hoy, la cara del Crucero es bien distinta. Con el cierre de estas industrias vino una época de inevitable decadencia. Mientras el resto de la ciudad crecía a otro ritmo, El Crucero fue perdiendo protagonismo. Se tomaron medidas para evitarlo, y todavía se siguen tomando. Desde la Asociación de Vecinos Quevedo alaban estas actuaciones asegurando que «el barrio va cogiendo forma poco a poco, y como dice Diego Simeone, el del Atlético de Madrid, vamos partido a partido», bromean.
Actuaciones para mirar al futuro
Sus necesidades actuales las conoce bien Aurora Baza, la concejala que tiene asignado este barrio dentro de sus funciones. Está en contacto permanente con la Asociación pero, además, asegura que ella es de las que pisa sus calles. En su opinión, El Crucero sigue precisando obras y mejoras. Las pasadas han hecho mucho por su evolución, pero las proyectadas, como los planes de rehabilitación, la reurbanización de la calle Astorga, la integración ferroviaria o el acondicionamiento del entorno de la estación, señala, contribuirán «en poco tiempo a que el barrio dé un vuelco muy grande y tenga otra imagen». A nivel social, en lo que más se está trabajando, dice, es en la integración. El Crucero ha acogido durante los últimos años a un amplio porcentaje de población inmigrante, mucho más que otras zonas de la ciudad y, ante esta mezcla, esta amalgama de culturas, se actúa para garantizar la convivencia, la inclusión. Además, apunta que hay también bastantes familias en riesgo de exclusión social a las que se está apoyando para que superen sus dificultades.Desde la Asociación de Vecinos coinciden en resaltar estas mismas necesidades: «Hay que mejorar la convivencia, a veces es una simple cuestión de civismo; se está trabajando en la limpieza y estamos esperando ya a esos proyectos que le den más impulso, porque durante años el barrio se había quedado un poco abandonado». Además, igual que resultó clave en su desarrollo la supresión del paso a nivel en 2011, «los vecinos piensan ya en las mejoras ferroviarias prometidas, en la renovación de la calle Astorga y en todos los proyectos que están aprobados ya, aunque sean de larga duración. Somos conscientes de que se hace lo que se puede, pero como hay que pedir para que te den, nosotros seguiremos exigiendo», subrayan.
«Apasionado» confeso del Crucero, Eduardo Tocino, fundador de la junta directiva de la Asociación Leonesa de Amigos del Ferrocarril, no duda en desgranar los grandes cambios que, a su juicio, han influido en el barrio. Su barrio. En él también vivieron sus abuelos –él ferroviario–, y se crió su padre. Ahora, habla con emoción cuando asegura que «El Crucero mira al futuro, pero va a seguir manteniendo su personalidad propia porque existe mucha conciencia de barrio, algo que no se ve en otros sitios».
El Crucero mira al futuro, pero va a aseguir manteniendo su personalidad propiaEn su evolución, cita ya en los años 90 los beneficios de un Plan Urbano que contribuyó a mejorar su imagen. «En ese momento se dio un primer paso para el cambio, para darle una nueva cara». En 1980 también se creó el parque de Quevedo, un amplio espacio verde que embellece su imagen y, desde entonces, diferentes actuaciones a nivel arquitectónico y estructural han ido sumando puntos para su mejoría. En 2011 la eliminación de la barrera del paso a nivel hizo que ganara en movimiento. Esta cicatriz divisoria que lo alejaba del centro de la ciudad dejó de existir, se llevó a cabo la prolongación de Ordoño II y, desde entonces, los vecinos «se sintieron más de León que nunca». Están en León, pero no siempre lo ha parecido. También está en plena construcción el Palacio de Congresos y se espera con ganas a la integración del ferrocarril y la remodelación de la calle Astorga. «El Crucero se está transformando. Es cierto que fue un barrio apagado, pero poco a poco se va tejiendo su integración y la gente se dará cuenta de que es una zona de oportunidades, a un paso del centro y con multitud de servicios al lado», incide Tocino.
En definitiva, lo que se quiere mantener es esa esencia del pasado al tiempo que se va cambiando la piel, la configuración, sorteando los obstáculos que la alejan del centro y mudando hacia una imagen más moderna y atractiva.