Abrir puertas al arte desde el mundo rural, una heroicidad

La Galería Urueña, que fundó y regenta María Victoria Urueña desde que abrió sus puertas en 1990 en Castrillo de los Polvazares, es una valiente y solidaria apuesta con el mundo rural desde uno de los rincones más emblemáticos de la geografía provincial

Mercedes G. Rojo
24/08/2021
 Actualizado a 24/08/2021
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"… cualquier pueblecito de la Provenza francesa tiene pequeños rincones abiertos al arte. Castrillo de los Polvazares cuenta con las posibilidades para ello, pero falta la inquietud y el apoyo político para convertirlas en una realidad que le permitan llegar a ser también una referencia cultural, entre los pueblos más bellos de España"
(Mª Victoria Urueña. Galería Urueña)

Seguimos el camino galerístico a través de un lugar muy especial, Castrillo de los Polvazares. Me desplazo hasta allí, una de tantas veces en mi vida, con el fin de hablar con la persona que en su momento puso en marcha un bonito proyecto, por lo que tenía de especial, de ligado a la profunda creencia de que aún queda mucho por hacer en el medio rural, más aún en lugares tan emblemáticos como éste y que, con un poquito de interés y apoyo por parte de quienes gobiernan sus destinos (algo desgraciadamente poco presente en el panorama actual), podría suponer poner al mismo, de verdad, entre los pueblos de referencia a nivel nacional, por algo más que por su gastronomía. Se trata de la Galería Urueña, y quien me espera para hablar de la misma es Mª Victoria Urueña, la persona que puso en marcha esta iniciativa allá por el año 1990, y que durante muchos años estuvo ligada al mundo de la docencia leonesa en uno de los centros públicos de referencia para quienes hemos transitado por los caminos del Magisterio español.

El calor es sofocante en medio de una ola de calor inesperada que nos ha asolado durante estos días, pero en la galería se disfruta el frescor de esas estancias antiguas de las casas arrieras, de gruesos muros de piedra y estrechos ventanales que las mantienen protegidas del rigor del verano. En ella charlamos durante un buen rato –mientras miramos fotos y recortes de prensa - de un proyecto que en su momento sorprendió en el panorama artístico leonés, por lo “insólito” e incluso por lo “heroico” del mismo, tal como lo calificó en algún momento el catedrático y crítico de arte Manuel Valdés. Mª Victoria no quiere hablar de sí misma pues, me dice, "yo sólo soy una simple aficionada al arte que ha querido aportar su granito de arena al mundo de la cultura desde un rincón como éste, nada que ver con las grandes profesionales que mantienen las galerías de León", y me habla con cariño y admiración de alguna de ellas que ya han pasado por estas páginas. Como soy disciplinada me ciño a sus deseos no sin decir –pues es de justicia- que proviene de un ambiente cultural y educativo en el que el arte en sus diversas formas siempre ha estado y está presente a través de diversos miembros de la familia dedicados al mundo de la música y la literatura, por ejemplo entre sus hermanos, y de las artes plásticas entre sus hijos. Por ello tampoco es de extrañar que en un momento de su vida buscase acercar el mundo del arte a uno de los rincones más especiales para ella, Castrillo de los Polvazares, un lugar en el que culturalmente se ha volcado a lo largo de los años no solo en propuestas como ésta, también en la creación de una biblioteca y en otras muchas propuestas que, lamentablemente (aunque sí lo han recibido por parte del público) no han recibido todo el apoyo que se merecían por parte de la administración local.

Particularmente, Mª Victoria considera la galería más como una iniciativa que como una empresa o negocio propiamente dicho, un espacio puesto a disposición de quien lo demande (hablo en presente pues aunque la galería ya no funciona regularmente como tal, su dueña sigue abierta a ceder su espacio a las diferentes propuestas artísticas que puedan llegarle) con la finalidad de contribuir a la promoción cultural de lugares tan pequeños como lo es el que nos ocupa. Una idea pionera (y arriesgada) para aquellos tiempos y que las circunstancias demuestran que lo sigue siendo hoy en día, más que nada por esa falta de interés demostrado desde determinados sectores al que ya hemos aludido. "¡Ojo! –nos dice- la idea no me surge de la nada". Y nos cuenta que fue resultado de una estancia suya en Niza, donde vivió seis años. Durante la misma pudo observar como en pequeñas poblaciones de la Provenza francesa por mínimos que fueran "siempre había algo de arte, un rincón", con muy poco, a veces en rincones de dos metros cuadrados, y eso fue lo que le dio la idea a su vuelta para animarse a arreglar un espacio de la casa maragata que hasta entonces había estado utilizando de cochera. Ello, unido al hecho de conocer a varios pintores le hizo creer que era buena idea arriesgar con el proyecto, «y en realidad lo fue, no estoy arrepentida (…) aunque a veces las cosas se vayan durmiendo, se vayan enfriando (…) y no es porque yo no tenga ganas…».

La galería funcionaba fundamentalmente en los meses de verano, fechas en las que se abría a diario, pues el flujo de gente durante esa época era más continuado, que en algunas ocasiones llegó a dejar más de quinientos visitantes (mucho para un espacio de estas características), que conocían de esta manera otra perspectiva diferente del pueblo. Fuera de esta época el horario de apertura se reducía a los fines de semana.

La Galería Urueña se inauguró en su momento con una exposición de Retratos de Antonio Redondo, el que pusiera en marcha la actual Escuela de Artes y Oficios de León. A partir de ahí, otros nombres muy conocidos en el panorama leonés se fueron dando cita en las exposiciones propuestas desde este espacio, alternándose con diferentes artistas del panorama nacional. Nombres tan conocidos como Uriarte, Ramón Villa, Petra Fernández, Herminia de Lucas, Escarpizo, …, y otros más jóvenes como Marta de Paz o Carlos Paramós, han expuesto sus trabajos de forma individual y/o colectiva en este lugar donde, además, se organizaban encuentros de amigos, diálogos, para disfrutar en torno a dichas muestras, que han podido verse en estos años en torno a pintura, escultura o vidriera, por ejemplo, buscando ser un núcleo cultural activo. En su recorrido tampoco han faltado las muestras internacionales, como la exposición colectiva de artistas del norte de África, pertenecientes al grupo de Tetuán en el que hay representación de una argelina y dos marroquíes, uno de ellos actualmente con fuerte presencia en el panorama artístico neoyorquino. Hoy, aún puede verse algunas muestras en la galería y es que el arte africano es una de las debilidades de nuestra anfitriona.

Tras unos años de intensa actividad, el declive llegó a la galería, coincidiendo con un momento en el que también en la ciudad se cerraban espacios similares y se enfriaban proyectos artísticos. A pesar de ello, Mª Victoria Urueña ha continuado abriendo esporádicamente su galería, no con exposiciones específicas propiamente dichas, más bien con parte de la obra con la que ella cuenta. Incluso el pasado verano, como una prolongación rural de la Galería Ármaga (con la colaboración de Marga Carnero), se pudo ver una exposición del artista leonés Juan Rafael, contando la muestra con un buen éxito de público a pesar de las difíciles circunstancias de un verano marcado por la pandemia. Arropada por sus hijos, dos de los cuales están directamente ligados al mundo del arte, le bullen en la cabeza, montones de ideas para poder hacer de Castrillo de los Polvazares un lugar lleno de rincones dedicados al arte, donde especialmente la gente joven, pudiera mostrar su obra, incluso la escultórica. Pero para eso hace falta interés y apoyo y hoy por hoy ambos están totalmente ausentes del panorama cultural de la zona. Eso sí, a nivel particular este pequeño espacio sigue a disposición de quien se interese por organizar acciones que redunden en la visibilización del arte que tiene como uno de sus beneficios crear un verdadero ambiente cultural en una localidad que lo tiene todo para propiciarlo.

Ya saben, Castrillo de los Polvazares -siempre me he esforzado por decirlo y (en la medida de lo posible) por dejarlo patente- es mucho más que ir a degustar un cocido maragato o a pasear por su empedrada C/ Real. Tiene rincones escondidos que es posible descubrir y disfrutar con otras perspectivas. La galería Urueña es una de ellas. Sabremos si está abierta si a su puerta encontramos a su dueña sentada en el característico “poyo” leyendo un libro o compartiendo conversación con los posibles viandantes.


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