Después de la sobredosis habitual de procesiones y lluvias, con las lágrimas que acarrean, llega la hora de la desconexión y sabe el fotero que hay dos temas que alivian, que nunca fallan: Niños y perros.
Toca perros, de espectacular estampa, por cierto.
Siempre me causó especial admiración ver cómo el manco Paulino, pastor de chozo y caldereta, manejaba los rebaños hablando con los careas, animando a esos perros —«listos como el hambre», decía él— a hacer su trabajo, que es tanto como decir a a evitar que lo tuviera que hacer el bueno de Paulino. Le preguntabas el secreto y te decía una frase que es un tratado de filosofía: «La convivencia».
No es poca ciencia la convivencia.
Hace pocos días andaba por las páginas de este periódico el singular Fleta, el veterano criador de mastines que con su León de Curueño Porma ha arrasado en todos los concursos... menos en uno que quedó último, como él se encarga de repetir, imagino que para ver si provoca una explicación.
¿Y el misterio para criar un perro campeón, casi imbatible? La respuesta de Generoso, que así se llama, también es más propia de los tratados de filosofía que de los de veterinaria o estética. «Darles cariño, como a cualquier animal o persona», dice el criador de Ambasaguas.
No es, para la ciencia, poco guiño el cariño.