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¿Y la vacuna contra la desmemoria y la imbecilidad?

16/07/2020
 Actualizado a 16/07/2020
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Cuando analizamos hechos históricos del pasado más o menos reciente, tendemos a sorprendernos y ridiculizar, en algunas ocasiones, la manera en la que los protagonistas reaccionaron ante dichas situaciones marcadas en rojo en el calendario de la historia. Y es en ese momento en el que la hemeroteca desnuda las vergüenzas de la supuesta raza superior del planeta, ya que se supone que en el trascurso de un siglo los seres humanos deberíamos haber evolucionado. Pero lamentablemente es únicamente eso, un supuesto. Así lo certifican las situaciones dantescas e indignas vividas durante los últimos días en nuestra tierra patria, en las que ha quedado patente que casi igual de importante que desarrollar la vacuna contra la Covid-19 es encontrar la fórmula mágica que nos vacune contra la desmemoria y la imbecilidad.

Escondiéndose maquiavélicamente detrás de la excusa de disfrutar de una celebración, cientos de personas se han reído a la cara de la Covid-19 y han faltado al respeto a todas las personas que, desde sus diferentes responsabilidades, han luchado y luchan actualmente contra la pandemia. En un ejercicio de amnesia colectiva e interesada han olvidado que en nuestro país más de 28.000 personas, según datos oficiales y prefiero no ahondar en este tema, han fallecido por un coronavirus que sigue viviendo y matando entre nosotros. Las imágenes vistas en las calles de Pamplona y de Cádiz celebrando, por decir algo, los Sanfermines y el ascenso de su equipo de fútbol a primera división obliga a nuestra sociedad a sentirse avergonzada. Al menos yo lo estoy, aunque no haya participado activamente en esos aquelarres en honor al sinsentido y a la involución humana.

Pero estos dos ejemplos no son ni serán desgraciadamente los últimos. No es excepcional ver en los medios de comunicación imágenes de aglomeraciones de gente sin guardar las distancias de seguridad y sin mascarilla. Hoy mismo existen muchas probabilidades de que se repita la historia si tenemos ya campeón de la Liga de Fútbol. Y de no ser así, sólo habrá que esperar al domingo para saber si la afición del equipo ganador está a la altura de las circunstancias o se convierte en la mejor aliada de la Covid-19.

Menos mal que, cuando dentro de cien años nuestros descendientes acudan a la hemeroteca, no estaremos aquí y no tendremos que sufrir sus sonrisas burlonas por la manera en la que sus ‘inteligentes’ antepasados afrontaron la pandemia de la Covid-19. Aunque quizás, y basándonos en que la historia no sólo continúa, sino que suele repetirse, se reirán de nuestra ignorancia al igual que hemos hecho nosotros con los comportamientos llevados a cabo en nuestro país en la mal llamada gripe española, sin saber que ellos mismos seguramente harán el mismo ridículo que hicieron sus antepasados hace uno y dos siglos.

Cuando la pandemia de la gripe de 1918 llamó a las puertas de nuestro país, Madrid estaba en plenas fiestas de San Isidro y los responsables políticos decidieron no suspender celebraciones culturales, religiosas y deportivas. ¿Les suena? En otras ciudades, como por ejemplo en Zamora, según cuentan las crónicas se fue todavía más allá, ya que el obispo organizó misas contra la gripe, en las que los fieles besaban las reliquias de San Roque, el patrón de las pestes, con el riesgo evidente que eso supone de contagio. Pero díganme, ¿qué diferencia hay entre besar dichas reliquias hace cien años y participar hoy en día, sin ningún tipo de medida de protección, en una fiesta al aire libre o en un lugar cerrado y atiborrar una playa o terraza? A mi entender, ninguna. Lo que sí hay son dos similitudes, la soberbia de creernos inmortales y la ignorancia marcada a fuego en nuestro ADN que nos impide aprender de los errores pasados.
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