Villadangos, el silencio roto

Comienzan los trabajos previos de exhumación de las decenas de fusilados en el cementerio de la localidad

Fulgencio Fernández
24/02/2022
 Actualizado a 24/02/2022
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El machacón ruido del martillohidráulico que rompe el hormigón del cementerio de Villadangos del Páramo rompe el silencio que envuelve a los familiares de quienes permanecen bajo esa capa de olvido desde hace 80 años y tapa los susurros de las historias que se recuerdan entre las gentes que allí se van dando cita. Familiares, amigos, curiosos, miembros de la ARMHAmparo Robles Llamazares abraza con fuerza una vieja fotografía en blanco y negro, en el centro “el abuelo, que es el que está aquí enterrado, y se llamaba Elpiciano LlamazaresCármenes. Perdóname hijo que no te lo diga al micrófono, estoy muy nerviosa, no me salen las palabras”. Y ya, fuera de micro, te va contando quién es cada cual de los numerosos huérfanos, lo dura que se le presentó la vida a muchos de ellas, se detiene en una mujer. “Ella es familia de Gordón Ordás, le quitaron todo”.

Rufino Juárez es uno de los más felices, bueno la palabra feliz no cabe aquí, pero tal vez sea el más aliviado; son muchos los años, décadas, que lleva luchando por recuperar los restos del abuelo Rufino, otro de los que buscan en este cementerio. Al fin llegó el día tan esperado.

“Se ha hecho largo y más aún a la familia. Desde 1936. Recuerdo que con 17 años mi padre me trajo aquí, a este lugar, y ahora comprendo para qué. Para que viéramos la semilla de todo, para que no olvidáramos nunca jamás donde está mi abuelo, su padre”.

Rufino tiene una pena que ya no tiene solución. En el camino, en la espera, falleció su tío Rufino, hijo del fallecido, que también tenía una enorme ilusión por vivir este momento que ayer se hizo realidad en el cementerio de Villadangos del Páramo. Su nieto trataba de explicar lo que sentía, aunque avisaba que es muy difícil de reflejar pues se trata de un cúmulo de emociones encontradas.“Estamos un poco jodidos, pero no por nosotros, al menos en mí caso. Yo ahora me acuerdo de mis tíos, de mi padre, los hijos del asesinado, que tanto lucharon por ver este momento y no ha podido ser, han fallecido”.

Rufino acudió acompañado de otros familiares y amigos pero hacía especial hincapié en la presencia de una biznieta del asesinado y allí enterrado, pues cree que esta exhumación debe ser, sobre todo, una semilla de futuro, la enseñanza de futuras generaciones. A ellas pertenece Inés Juárez, quien recuerda que… “La historia de mi bisabuelo me llega a saltos, intuyendo que algo ha ocurrido pero intentaban que tuviéramos una infancia plena pero sin esconder lo que había ocurrido.

Los últimos años han sido muy emocionantes. Mi tío Rufino Juárez emprendió labúsqueda de su abuelo y nos aglutinó a todos en torno a él; nos hizo entender lo que era importante, darle un sentido pedagógico, que habláramos con nuestros amigos y familiares con los que no lo habíamos hecho porque nada hay que ocultar, al contrario, estamos muy orgullosos de lo que ha hecho la familia. Sobre todo de mi bisabuela, que cuidó de los hijos en unas condiciones muy difíciles”.

Los dos coinciden en señalar una victoria fruto de esta lucha por recuperar el cuerpo de un familiar, y es que han creado fuertes vínculos con otros familiares de desaparecidos, han encontrado gentes con los mismos intereses, se hansentido cercanos, comprendidos.

Por allí andaban, en silencio solo roto por el ruido de las máquinas y los carretillos de los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, algunos de los que han trabajado con fuerza en mantener el contacto entre familiares de represaliados.

En medio de los susurros se abren paso las historias, una de ellas la contaba hoy en eldiario.es la citada Olga Rodríguez, la de “los seis de Mansilla”, fusilados en 1936 en este lugar donde hoy trabajan por recuperarlos. Basta el titular para hacerse a la idea de lo que cuenta: “Los mataron como a conejos”. Basta uno de los comentarios a la noticia para no entender nada. Alguien que exige que ni se toque el panteón de su padre o…

A nadie se le oculta que esta exhumación tiene algunos componentes que la hacen especial, un poco emblemática. Después de muchos años de silencio e historias que corren de boca en boca, de trámites burocráticos que algunos utilizaron para dilatar en el tiempo el momento de llegar hasta los cadáveres de las decenas de fusilados en este lugar, llegó el momento de exhumar, justo en los mismos días que quienes parece que se van a incorporar al Gobierno de la Comunidad anuncian que una de sus preferencias es acabar con la ley que da amparo y cobijo a estas actuaciones. Y por el número de cadáveres que se pueden encontrar, muchos, pero sin conocerse la cifra. Un vecino de la comarca, presente allí, da una pista. “Cuando pasaba por aquí con mi padre me decía, vamos con respeto que este suelo está sembrado de cadáveres”.

Marco González, de la ARMH, explica que “sabemos que, al menos, hay 20 fosas, es decir, 20 grupos de asesinados. Hay un trabajo de agradecer a las autoridades de la época, el maestro, el cura, el secretario, que hicieron un trabajo muy exhaustivo cuando aparecían cadáveres en los montes y caminos de Villadangos. En hacendera los recogían y los traían hasta aquí. Hay desde fosas individuales a otras colectivas, sabemos de una de 11 cuerpos”.

Tiene algo de especial esta exhumación, tanto que además de un acto en Villadangos se prepara para el sábado en León un gran acto en el que participarán conocidos músicos, actores, periodistas, poetas…

El martillo sigue con su ruido. Los voluntarios con los carretillos. Los familiares aprietan las fotos del recuerdo. Los curiosos escuchan historias con gestos de incredulidad. Algunos repiten “al fin”. El alcalde, curiosamente de Nuevas Generaciones, ni está ni se le espera.
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