26/03/2022
 Actualizado a 26/03/2022
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Desde hace ya algún tiempo vivimos instalados en la excepcionalidad. Cuando todavía no hemos conseguido enderezar el rumbo del todo, nos enfrentamos a un nuevo camino sinuoso lleno de curvas peligrosas. Quizás sea el momento de desterrar el concepto de excepcionalidad y asumir que lo que está ocurriendo es la normalidad presente y futura. Ese es el verdadero drama. Lo peor no es lo que estamos viviendo. El problema es que el futuro no se vislumbra que vaya a ser mejor. Me atrevería a decir que, incluso, si hacemos caso a las señales que nos llegan, lo que está por venir va a dar la razón a esa manida frase de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

A las generaciones que hemos vivido con todo tipo de comodidades nos costará asumir que vienen curvas, pero cuanto antes lo hagamos, mejor será para todos. Es triste, pero tras venir de un paso generacional en el que los hijos hemos vivido mejor que nuestros padres, es más que probable que esa tendencia se invierta y nuestros hijos vivan en una sociedad y en un mundo bastante peor que por el que hemos tenido la suerte de deambular durante varias décadas.

La pandemia nos abrió los ojos y nos demostró que nuestro mundo, que pensábamos que estaba apoyado en férreos pilares indestructibles, es muy frágil y se sujeta por unos delgados hilos que de un día para otro pueden romperse debido a ciertas presiones que se alargan en el tiempo o cortados en un instante. La crisis económica originada por la Covid-19 y por la gestión humana de ésta, no vayamos a echarle toda la culpa al bicho, nos obligó a comenzar un recorrido lleno de señales que nos avisaban de curvas pronunciadas. Y casi nada más iniciar el trayecto llega el amigo Putin y decide invadir Ucrania, aportando todavía más leña al fuego y regalándonos una crisis política, militar y económica, que pensábamos que sólo ya existían en los libros de historia.

Si a los estímulos negativos que vienen del exterior, añadimos la situación interna de nuestro país, en el que la partitocracia se ha hecho con el poder gracias a la complicidad de la ciudadanía, vienen curvas y muy peligrosas. El descontento generalizado que se palpa actualmente se irá agravando, con consecuencias funestas. Ojalá esté equivocado, pero tengo la sensación de que hemos iniciado un viaje en el que ya no hay vuelta atrás. Prueba de ello es que cuando se dé una solución a la huelga de transportistas, le seguirá una movilización de otro sector y así hasta que llegue un día en que las arcas del Estado estén vacías y ahí será cuando lleguemos al fin o al inicio, según cómo se mire.
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