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Una sociedad llena de miedo y odio

28/11/2019
 Actualizado a 28/11/2019
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Miedo. Eso es justamente lo que da la utilización sin escrúpulos e interesada del miedo. Es cierto que no estamos ante un fenómeno nuevo, pero pensaba que aunque sólo fuera por mera supervivencia, seríamos capaces de vacunarnos ante los aldabonazos de pánico que lanzan desde las trincheras físicas e ideológicas que algunos han cavado. Es paradójico que vaya a ser el miedo, un instinto que ha servido a nuestra especie para esquivar los males que nos acechaban, el que agriete los pilares sobre los que se sustenta el engendro actual en el que se ha convertido nuestra sociedad.

Han conseguido que vivamos con miedo a todo y a todos. Y la prueba más evidente de este terror que se ha apoderado hasta de nuestra última neurona, es que cada vez es más alto el porcentaje de gente que ejerce su derecho a voto en unas elecciones no a favor de alguien, sino en contra de otro por un puro instinto de supervivencia erróneo. Y aquí no nos engañemos, participan todos sin excepción, insisto, no se libra nadie, por mucho que algunos acólitos descerebrados enarbolen la bandera de la verdad absoluta y escupan de sus bocas sin ruborizarse que el miedo que utilizan los suyos es el bueno, mientras que el empleado por los otros es el malo. Claro que hay niveles de la manipulación a través del miedo, pero hasta en la dosis más ínfima, éste no hace más que infectar de odio nuestras vidas.

Porque ése es el problema. Que al miedo le sigue el odio a aquellas ideas y personas que supuestamente van a acabar con tu vida, más o menos placentera, y la de los tuyos. Y el peligro del odio es que una vez que supera una determinada línea ya no hay marcha atrás y la reconciliación es inviable. No es un secreto que en algunos momentos históricos se ha utilizado el miedo como mejor método para conseguir una unión sin fisuras de un colectivo o país. Si tenemos un enemigo en común al que odiamos dejamos atrás nuestras diferencias y luchamos juntos para derrotar a la que creemos la encarnación del mal. Pero es que en la actualidad no hay un único enemigo en el que fijar nuestras miradas. Nos han vendido que estamos rodeados de ellos.

Cuando leía en los libros de historia cómo se utilizaba en el régimen franquista la conspiración judeo-masónica para generar miedo entre la población y servir de excusa para cercenar derechos y alguna que otra garganta, pensaba que era precisamente eso, historia pasada, pero sin duda me equivoqué. De ese recelo inicial al comienzo de nuestra democracia entre ‘rojos’ y ‘fachas’, hemos llegado a la actualidad donde a estos se han unido las supuestas hordas de la izquierda bolivariana, de la derecha ultraconservadora y de los separatistas. Y con la irrupción de estos nuevos elementos, nunca mejor dicho, el miedo se ha acrecentado por las proclamas apocalípticas que salen desde todos los púlpitos. Es indigno utilizar el miedo como medio para llegar al poder y es lo que llevan haciendo nuestros dirigentes desde hace ya mucho tiempo.

Miedo al español, miedo al catalán, miedo a los extranjeros, miedo al Ibex 35, miedo a la izquierda, miedo a la derecha, miedo a la extrema izquierda, miedo a la extrema derecha, miedo a perder las pensiones, miedo a la sanidad gratuita, miedo a la congelación de los salarios de los funcionarios, miedo al aumento del salario base, miedo a la subida de impuestos… y así un interminable listado de miedos creados por unos desalmados con el único propósito de que un atemorizado soriano, vitoriano o sevillano lleven en su mano temblorosa una papeleta con la que creen que pueden salvar su mundo al meterla en una urna.

Espero equivocarme, pero los ideólogos que han elegido el miedo como mejor arma para conseguir votos creo que no son conscientes del monstruo que han creado y que están alimentando de una manera desproporcionada. Tenemos ante nosotros una hidra con decenas de cabezas llenas de miedo y de odio, y ya saben lo que pasa cuando a esta bestia le amputan una de sus cabezas, que salen dos. Y visto lo visto en nuestra fauna política, coincidirán conmigo en que actualmente no se atisba ni por asomo ningún Hércules capaz de acabar con ella y enterrar el miedo y el odio que inundan nuestra sociedad.
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