Una historia de anatomía entre París, Nápoles y León

El anatomista Louis Thomas Jérôme Auzoux transformó el curso de la medicina moderna en toda Europa, dejando un rastro que ha llegado hasta los sótanos de la Universidad de León

Clara Nuño
19/02/2023
 Actualizado a 20/02/2023
Reportaje fotográfico del Museo de Colecciones | SAÚL ARÉN
Reportaje fotográfico del Museo de Colecciones | SAÚL ARÉN
Todo empezó con el asco. El hedor insoportable de un cadáver en descomposición tumbado sobre la mesa; abierto por la panza unas veces, con los tendones entresacados otras. A su alrededor, un montón de jóvenes apiñados, bien vestidos, mirando cómo dos hombres viejos explican y operan con el cuerpo. Son profesores, y hay dos categorías, el que habla y el barbero, que hace las incisiones en el finado. Si el segundo se corta por accidente, tiene muchas papeletas para contraer una septicemia y acabar en una caja de pino. Es la escena tipo representada en ‘Lección de anatomía’, una de las obras más famosas de Rembrant. El testimonio de una práctica común en las clases de medicina europeas a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Hasta que un estudiante francés, Louis Thomas Jérôme Auzoux (1797-1880), no pudo más con las náuseas y decidió que tenía que haber otra manera menos insalubre de aprender. A su muerte se había convertido en uno de los fabricantes de modelos clásticos más famosos del continente. Inventó, y revolucionó, una industria entera.

«Imagínate lo peligroso que era eso, un foco en potencia de epidemias. Además de que los pobres lo tenían muy difícil para aprender nada. Si no conoces el cuerpo por dentro, con sus vísceras, vasos sanguíneos y membranas, al verlo por primera vez en directo es complicado distinguir algo. Hacen falta maquetas para familiarizarse, y a eso es a lo que se dedicó Auzoux, a la creación de modelos hiperrealistas tan fieles que podríamos seguir estudiando con ellos», explica en declaraciones a La Nueva Crónica, Luis Miguel Fernández Blanco, responsable del Servicio de Colecciones Zoológicas de la Universidad de León (ULE), y coordinador del recientemente inaugurado Museo de Colecciones de la institución, que cuenta en su haber con un total de 59 prototipos del francés. Y hasta 2018 no lo sabían.

«La verdad es que nos enteramos por casualidad», ríe Fernández, «había oído hablar del caballo, que profesores jubilados hablaban de un caballo clástico, o sea, desmontable, muy viejo y muy chulo que había en la facultad de veterinaria. Pero no contábamos con más datos, sólo que tenía que estar en alguna parte», explica el conservador.
Cuenta que, en su departamento, llevaban tiempo con la idea de recopilar y musealizar parte de los fondos de la institución. «Estoy convencido de que todas las universidades tienen museos escondidos, repartidos entre las paredes de sus facultades», afirma Fernández, quien, como parte del servicio de colecciones zoológicas, suele recibir avisos de tanto en tanto, cuando se encuentran animales disecados en alguna caja. Esta fue una de esas ocasiones.

«Un profesor nos dijo que se había topado unos pájaros disecados en un almacén y fuimos a echar un vistazo», continúa mientras comenta que es algo habitual puesto que, hace años, el Ministerio daba «pequeños kits» con minerales o animales naturalizados para el uso y aprendizaje de los alumnos.

«Esperábamos encontrar las aves en mal estado de conservación y entre las cajas apareció el caballo desmontado», recuerda. Lo reconoció al instante, tanto había oído hablar de él, aunque no tenía ni idea de su valor o autoría. La respuesta la encontró en internet, donde con pericia se puede localizar casi cualquier cosa.


Tras la pista de Auzoux

«Entonces nos dimos cuenta de que podíamos tener más prototipos, que ese no era el único. Tiene un estilo muy definido, y algunos recordamos que habíamos visto objetos similares en despachos, clases o adornando pasillos», recuerda.
Así comenzó una labor documental que se extiende algo más de tres años en el tiempo y aún no ha terminado. El procedimiento a seguir, en primera instancia, fue sencillo: preguntar a alumnos, profesores y trabajadores de la universidad: «¿Te suena haber visto algún objeto con pinta de antiguo por ahí?»

Modelos de papel maché

De regreso al siglo XIX, hay que destacar que el primer prototipo anatómico que Auzoux presentó en sociedad era el de un hombre adulto a tamaño natural. Medía 180 centímetros y estaba compuesto por 66 piezas con 356 detalles anatómicos –membranas, vasos sanguíneos, etc–. Fue todo un éxito. Era el año 1825.
Compuesto de una mezcla de pasta de papel, cola y polvo de corcho amasados en una suerte de marmita para luego ser prensados en moldes revestidos de papel,–siguiendo el método del papel maché–, eran artilugios flexibles y resistentes. «Fíjate, el caballo ha pasado más de 150 años por las manos de alumnos y profesores y aún está en bastante buen estado», apostilla Fernández.

Tras conseguir lo que hoy se denominaría como una beca o subvención, el médico anatomista decidió montar su propia fábrica en la que producir todos sus modelos en cadena. No sólo los humanos –divididos en distintas partes anatómicas o modelos completos–si no también de animales. Sobre todo, de aquellos con los que el hombre se relacionaba más: potros, pavos, gallinas… Además, todos los arquetipos venían con un manual de instrucciones para que, según su eslogan, cualquiera fuera capaz de montar y desmontar las figuras, plagadas de pequeñísimas pegatinas con números e indicaciones. «Era un hombre con un gran sentido del ‘márketing’ y se adaptaba a las necesidades de su posible mercado antes de que se inventara el palabro», bromea.por eso, también hacía modelos más pequeños y económicos, vendía piezas sueltas o más sencillas. Quería llegar a todos los estratos sociales, no sólo a las élites, puesto que sus primeras copias «eran carísimas». Un ejemplo: el famoso equino le costó a la facultad de veterinaria, que en esos momentos dependía de la Universidad de Oviedo, el equivalente al sueldo de un año entero de un catedrático en la época.«No sabemos la fecha exacta en que se compró, pero si sabemos que en el año 1886 ya estaba aquí, porque se compró una vitrina para protegerlo», apuntala Fernández.Eso les ocurre con más de uno de los objetos hoy expuestos en el Museo de Colecciones, como el huevo de gallina o la caja con el aparato reproductor femenino y los diferentes estadios del embarazo humano que, durante años, la catedrática y profesora de biología celular, María Paz Herráez ha utilizado en sus clases. «Yo tuve ambos modelos a mi disposición durante mucho tiempo», cuenta Herráez, que recuerda que los utilizaba en las clases prácticas de su asignatura de embriología. «A pesar de su antigüedad, empecé a utilizarlos a principios de los 90 porque resultaban muy didácticos, ya que permiten ver estructuras complejas en tres dimensiones», completa la profesora quien además de alabar la belleza y factura de las piezas subraya que tienen un nivel de detalle «increíble».«El modelo del huevo es de gran tamaño y muestra varios momentos del desarrollo del embrión del pollo. La caja que contiene el aparato reproductor femenino es una maravilla que muestra los ovarios, el útero y el desarrollo del embrión en diferentes estadios. A pesar del pequeño tamaño de varias de las piezas que contiene, se puede observar una reproducción muy fiel de la disposición de los vasos sanguíneos, las células foliculares, las embrionarias, los distintos tejidos y todas las estructuras que se van formando a lo largo del desarrollo», continúa Herráez, que siempre pensó que tendrían un gran valor, aunque desconocía que pertenecían a los talleres de Auzoux.

«Por lo que sé, ya estaban en la facultad antes de 1977, ya que un compañero que se incorporó en esa fecha ya las utilizaba en sus clases. Pertenecían a la antigua Cátedra de Anatomía, pero me temo que no hay registros de su adquisición, al menos no los hay en el actual departamento de Anatomía», cavila.

Para el catedrático emérito de la Universidad de León y presidente de la Asociación Española de Historia de la Veterinaria, Francisco Rojo, se puede hacer un cálculo aproximado «las piezas procedentes de la Facultad de Ciencias Biológicas pueden tener una antigüedad aproximada de poco más de medio siglo, ya que en 1961 se creó en León la Sección de Ciencias Biológicas», comenta para recordar que la Facultad de Veterinaria de la ULE–la más antigua de todas–acaba de cumplir 170 años.

Lo importante, no obstante, no es discernir desde cuándo están las piezas de museo en la universidad si no el hecho de que estén ahí. «Sabemos que el modelo equino debiera tener más de 3.500 piezas anatómicas y esperamos ir encontrando la mayoría poco a poco», apunta Luis Miguel Fernández, quien sostiene que en estos casos hay una pugna entre museos e instituciones y casas de subastas. «Al final, muchos de estos objetos acaban en salones de coleccionstas porque este tipo de piezas tienen un valor incalculable y pueden dar mucho dinero», continúa para zanjar que su lugar, sin duda, está en un expositor para todos los públicos.

No es sólo el francés una de las figuras destacadas de las maquetas anatómicas, también está el escultor alemán Max Landsberg que se dedicaba a hacer réplicas a escala de animales domésticos concretos para conseguir el ejemplar ideal. «Estos modelos se estudiaban tanto en las facultades de veterinaria como en las granjas, para distinguir y seleccionar los mejores animales para hacerlos sementales y acercarse al canon de lo que, en la época se consideraba deseable», explica el profesor Vicente González Eguren, quien reseña que parte de una colección «valiosísisima» se encuentra repartida entre Nápoles y León. «Nosotros tenemos 42 modelos y supimos a quién le pertenecían de la misma forma; por indagar y hablar con otros profesores», explica el catedrático.
Así, como en el caso francés, constataron que las figuras bovinas que llevaban años en despachos pertenecían a una colección única de la que quedan muy pocos modelos repartidos por occidente.

«Como ya hemos comentado, esta colección en concreto se completa con la que ostenta la Universidad Federico II de Nápoles», dice el catedrático, quien desvela que en la ciudad italiana tienen la colección completa de razas de caballos. «Hay piezas en otros lugar, por supuesto, hasta en Japón, derivados de los traslados de la II G.M, pero son muy difíciles de encontrar», zanja.

El ideal de Max Landsberg


No es sólo el francés una de las figuras destacadas de las maquetas anatómicas, también está el escultor alemán Max Landsberg que se dedicaba a hacer réplicas a escala de animales domésticos concretos para conseguir el ejemplar ideal. «Estos modelos se estudiaban tanto en las facultades de veterinaria como en las granjas, para distinguir y seleccionar los mejores animales para hacerlos sementales y acercarse al canon de lo que, en la época se consideraba deseable», explica el profesor Vicente González Eguren, quien reseña que parte de una colección «valiosísisima» se encuentra repartida entre Nápoles y León. «Nosotros tenemos 42 modelos y supimos a quién le pertenecían de la misma forma; por indagar y hablar con otros profesores», explica el catedrático.

Así,  al igual que en el caso francés, constataron que las figuras bovinas que llevaban años en despachos pertenecían a una colección única de la que quedan muy pocos modelos repartidos por occidente. «Como ya hemos comentado, esta colección en concreto se completa con la que ostenta la Universidad Federico II de Nápoles», dice el catedrático, quien desvela que en la ciudad italiana tienen la colección completa de razas de caballos. «Hay piezas en otros lugar, por supuesto, hasta en Japón, derivados de los traslados de la II G.M, pero son muy difíciles de encontrar».
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