Un oro líquido que aumenta en el Bierzo

Los pequeños olivares proliferan en los últimos años en la comarca y recuperan el esplendor de un cultivo que casi llegó a desaparecer tras una decadencia que se remonta a más de cinco siglos atrás

Ical
17/04/2021
 Actualizado a 17/04/2021
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Circula una leyenda por los pueblos del Bierzo que asegura que en cada aldea sólo puede existir un olivo, habitualmente situado en las inmediaciones de la iglesia o del cementerio, cuya supervivencia estaba justificada por la necesidad de elaborar aceite para las lámparas de las iglesias. Sea cierta o no, la base de esta leyenda tiene que ver con la progresiva decadencia que experimentó el olivo en todo el noroeste peninsular a partir del siglo XVI y su abandono en beneficio de cultivos más rentables. Casi cinco siglos más tarde, el interés de los agricultores de la comarca por la producción de aceite regresa con fuerza, como demuestra el creciente número de olivares que proliferan en los últimos años en el campo berciano.

Al respecto, el director técnico de la Asociación Berciana de Agricultores (ABA), Pablo Linares, recalca que el olivo es “un cultivo con una tendencia al alza” en el Bierzo. “Están surgiendo varias plantaciones por diferentes zonas de la comarca”, señala Linares, quien puntualiza que el crecimiento de este cultivo puede llegar a convertirlo en “una alternativa más en el ‘pull’ de especies que se pueden trabajar en el campo berciano”. “Desde el punto de vista agronómico, el cultivo se adapta bien a la zona pero tendremos que ir viendo cómo avanzan las producciones”, avanza el responsable de ABA.

En ese sentido, Linares asegura que aún es pronto para valorar la evolución de estas plantaciones “muy jóvenes” para las que se han buscado referencias con otras zonas de climatología similar, como las variedades cultivadas en el norte de Portugal. Aunque estos primeros pasos deban darse “un poco a ciegas”, servirán a la asociación para recabar una valiosa información sobre las posibilidades de un cultivo del que “hay que ver cómo se comporta realmente en el territorio”. Por ello, gran parte de los que apuestan por recuperar este cultivo en el territorio berciano son personas que “están probando en el sector y han visto en el olivo una forma más rentable de empezar”. “La mayoría son gente que está iniciándose en la actividad, sin una relación previa con la agricultura”, señala.

Después de haber recibido en la asociación varias consultas sobre cuestiones como la ubicación, las variedades más adecuadas o la rentabilidad asociada a este cultivo, Linares destaca que muchas de las nuevas plantaciones se conciben como sistemas intensivos que aprovechan la presencia de regadío para entrar en producción antes que en el caso de los olivares tradicional del sur de España. “Las primeras aceitunas se pueden recoger en tres o cuatro años”, explica el director técnico de ABA, que señala que estos plazos son similares a los de cualquier otro frutal, con la diferencia de que estas explotaciones se orientan a la producción de aceite y no de oliva de mesa, lo que abre la puerta a un abanico de oportunidades vinculado a la transformación posterior.

Pionero de la recuperación


Uno de los primeros aventureros en lanzarse al cultivo de la aceituna en territorio berciano es Víctor Arroyo, propietario de la bodega Castro Bergidum. En el año 2010, Arroyo inició una pequeña explotación de la que cuatro años más tarde consiguió sacar los primeros litros de aceite. Más de una década más tarde, Oro del Bierzo produce 4.000 litros al año de aceite de oliva de elaboración artesanal que se distribuye en los mercados internacionales. “Ya contábamos con una explotación de viñedo pero queríamos seguir creciendo con otro producto que fuera compatible”, recuerda el agricultor, que explica que “el aceite y el vino usan canales de comercialización paralelos, muy ligados a la gastronomía y al buen comer”.

La primera plantación, con poco más de un millar de árboles, se situó en la localidad de Pieros, aunque en la actualidad la empresa ya explota varias fincas en los municipios de Cacabelos y Villafranca del Bierzo, con una superficie total de entre siete y ocho hectáreas en las que crecen cerca de 4.000 árboles. “En una de las fincas había dos olivos de unos 300 años y yo venía observando que todos los años tenían cosecha”, recuerda Arroyo, que señala que este cultivo se adapta a zonas donde la falta de riego obliga a recurrir a otros productos que requieran menos agua que frutales como los perales o los manzanos.

Además, otra ventaja para el bodeguero es que el cultivo del olivo es “parejo al de la vid”, aunque con un ciclo más largo que lo protege del peligro que suponen las heladas primaverales. A lo largo de estas semanas, los nuevos brotes, donde se producirá la fruta, salpicarán las copas de estos árboles de hoja perenne, con la previsión de que la floración arranque a finales de mayo, en la misma época que la viña. La cosecha, sin embargo, se retrasa respecto a la vendimia y se lleva a cabo hacia noviembre o diciembre. “Nos exige mucho menos trabajo en la parte central del año, que ya la tenemos ocupada con la viña”, señala Arroyo.

Respecto a la proliferación de plantaciones en el territorio berciano, el agricultor asegura que conoce a más de una quincena de personas que están lanzándose a la actividad e investigando las posibilidades que ofrecen los marcos de plantación intensiva. “Incluso en el sur de España, aquello de árboles a ocho metros de distancia está en desuso, debido a la mecanización de la recogida”, apunta Arroyo, que confía en que el ‘boom’ de un cultivo abandonado durante varios siglos sirva para recuperar “la cultura del aceite” que antaño existió en la comarca. “En el Bierzo hubo aceite hace muchos años, casi todas las casas generaban su aceite”, explica. Convencido de que “la unión hace la fuerza”, Arroyo apuesta por seguir el camino de búsqueda de sinergias marcado en las últimas décadas por las bodegas de la DO Bierzo para que la producción de aceite berciano consiga despegar como lo han hecho sus vinos.

Las causas de la desaparición


Existen diversas hipótesis sobre el motivo por el que los olivos desaparecieron casi por completo del territorio berciano y de otras zonas del noroeste peninsular. La más plausible, señalan Linares y Arroyo, apunta al periodo que siguió al final de la Revuelta Irmandiña, a finales del siglo XV, cuando los nobles de la época represaliaron a los habitantes de las áreas en las que se originó la rebelión obligándoles a arrancar sus olivos.

Otra versión asegura que, con el final de la Reconquista, los Reyes Católicos quisieron primar a los pobladores de las zonas del sur arrebatadas a los musulmanes, con la promesa de apoyar el cultivo del aceite. La aplicación de impuestos excesivamente altos a otras zonas de la península explicaría el abandono de este cultivo y su sustitución por otros de mayor rentabilidad.

En cualquier caso, sí existen vestigios de que el olivo formaba parte del paisaje del Bierzo en épocas pasadas, como acreditan las referencias históricas de siglos atrás o la existencia de ruinas de molinos de aceite o de la calle de las Aceiterías, en el casco antiguo de Ponferrada.

Un caso particular es el de Corullón, donde este año el Ayuntamiento reparte 500 plantones de olivo entre los agricultores del municipio. La iniciativa se suma al reparto de cerezos y de castaños que el Consistorio lleva a cabo desde hace varios años y está previsto que los olivos se planten en una zona denominada El Olivar, en los alrededores del Castillo.
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