Un ‘Ernani’ para la historia en los Cines Van Gogh

Plácido Domingo protagoniza el drama de juventud de Verdi en La Scala en 1983, una grabación de leyenda que se proyecta este miércoles

Javier Heras
29/05/2019
 Actualizado a 17/09/2019
Plácido Domingo y Mirella Freni protagonizaron en los ochenta una memorable ‘Ernani’ de Verdi que hoy recupera los cines Van Gogh. | L.N.C.
Plácido Domingo y Mirella Freni protagonizaron en los ochenta una memorable ‘Ernani’ de Verdi que hoy recupera los cines Van Gogh. | L.N.C.
Más de un melómano soñaría con chasquear los dedos y retroceder en el tiempo hasta la época dorada de la ópera. Esta legendaria grabación de La Scala nos concede el deseo. En 1982, el templo milanés inauguraba su temporada con el exquisito Riccardo Muti al timón y una valiente escenografía de Luca Ronconi. Sobre las tablas, el milagroso Plácido Domingo, en el pico de su carrera como tenor; la italiana Mirella Freni, quizá la última gran soprano junto con Caballé, admirada por Karajan o Giulini, imbatible en papeles como Mimì o Adriana; su marido, el bajo búlgaro Nicolai Ghiaurov, dechado de fuerza, elegancia y dignidad a los 57 años; y el gran barítono verdiano de la segunda mitad de siglo, Renato Bruson, que con su timbre oscuro dejó huella como Rigoletto, Germont o Macbeth. La inferior calidad de imagen y sonido de aquella época quedan sobradamente compensadas por la altura de las voces.

El monarca codicia a una mujer, Elvira, a la que ama su opositor, que intenta salvarla mientras fragua un complot contra la corona La mayoría de guías de ópera incluyen esta versión entre las mejores de todos los tiempos de ‘Ernani’, obra de juventud de Verdi. Poco representada hoy, tuvo importancia en su carrera. En 1844, con apenas 30 años, saltaba a La Fenice veneciana después de cuatro estrenos en La Scala, entre ellos ‘Nabucco’. Su empresario, el conde Mocenigo, le concedió ventajas, entre ellas la libertad de elegir el argumento. Acudió a Victor Hugo, a quien regresaría en ‘Rigoletto’. Su drama ‘Hernani’, de 1830, había alcanzado un enorme éxito en París. Un enredo trágico en el reinado de Carlos I de España: el monarca codicia a una mujer, Elvira, a la que ama su opositor, que intenta salvarla mientras fragua un complot contra la corona. Su estreno en el Théâtre Français se considera una fecha clave del Romanticismo literario. Durante la representación, se enfrentaron a gritos y golpes los clasicistas y los jóvenes defensores de la nueva estética, que rompía las reglas (la unidad de tiempo y espacio) y exaltaba las pasiones en un escenario oscuro y medieval.

A Verdi le sedujeron sus actitudes heroicas, conflictos y gestos efectistas. Fue su primer contacto con la escuela romántica (seguirían Schiller, Lord Byron, Dumas…) y con el "tema español". Dado que se trataba de un drama de conflictos individuales más que corales, descartó colaborar de nuevo con el libretista Temistocle Solera y eligió al joven Francesco Maria Piave. Implicado con el proceso de creación desde la base, el músico esbozó la estructura de ‘Ernani’ (ya en italiano y sin la -h) y luego encargó los versos, para los que le pidió «brevedad y fuego». La acción debía ser clara, rápida, sin detalles superfluos, así que condensaron el texto, empeñados como estaban en entretener. Más tarde firmarían juntos otros nueve títulos, entre otros ‘La traviata’.

El compositor se sobrepuso a la censura austriaca (que desaprobaba a un bandido como protagonista), a las trabas del teatro y al mediocre elenco. "Habría agradecido cantantes que supieran cantar", relató a un amigo de Milán. Aun así, la sala se abarrotó de seguidores venidos toda Italia, que aplaudieron cada número y llamaron al autor al final de cada acto. Si bien a Hugo le disgustó –exigió que le cambiasen el título–, ‘Ernani’ triunfó incluso más que la obra original, y traspasó fronteras: 65 teatros europeos la habían representado en 1846, y fue su primera ópera traducida al inglés.

Pese a que hoy resulta anticuada su estructura de esquemas cerrados de bel canto (que obligaban a que tras un recitativo siguiese un aria y luego una cabaletta de lucimiento), todavía emociona su sangre teatral. El Verdi de juventud, a falta de fluidez o profundidad, derrocha vitalidad y energía. Se va reconociendo su sello en el carácter urgente, sencillo pero muy preciso; en su visión de conjunto, reflejada en su primer uso del leitmotiv (el breve preludio introduce el tema del cuerno de caza de Silva que precipitará el desenlace), y, cómo no, en su gran don: la riqueza melódica. Los cuatro protagonistas cuentan con intervenciones estelares que conquistaron al público. Sobre todo las de la soprano, un nuevo tipo de heroína que reduce ornamentos y sacrifica la belleza por la contundencia y la expresividad. El coro de conjurados ‘Si ridesti il leon di Castiglia’ se empleó como himno patriótico del Risorgimento con modificaciones en la letra.
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