Trascastro renace

Al pueblo omañés regresan un buen número de hijos del pueblo que le dan nueva vida

Fulgencio Fernández
04/04/2021
 Actualizado a 04/04/2021
Juan, Camino, Pepe, Alita (tapada), Leticia, Mario (en el carrito), Trini, Carolina y Catalina en bici, Laurita en patines, Aitana en zancos y Darío. | F. Fernández
Juan, Camino, Pepe, Alita (tapada), Leticia, Mario (en el carrito), Trini, Carolina y Catalina en bici, Laurita en patines, Aitana en zancos y Darío. | F. Fernández
Hay pequeños pueblos, víctimas de la despoblación, en los que en un momento determinado se crea un clima especial, solidario, comunal, que propicia el regrese frecuente de sus vecinos, las actividades... un buen termómetro de cuando esto ocurre s la celebración de hacenderas y fiestas de hermandad, generalmente con comidas.

Trascastro es un ejemplo claro. Trascastro de Luna, ese pueblo perteneciente a Omaña con apellido de Luna pues allí tuvieron castillo —hoy sólo ruinas— los Condes de Luna.

De hecho, al pueblo lo atraviesa el Río Omaña y propicia a su vez una de las características de Trascastro, el uso de zancos para atravesarlo. «La mayoría de los prados y fincas de labor están del otro lado del río y no se hizo el puente hasta finales del pasado siglo, por lo que los vecinos usaban zancos para atravesar el río e ir a trabajar»; explica Juan, uno de los que ha regresado, uno de los motores de esa nueva vida comunal que también ha aprendido a manejar los zancos y le ha hecho otros a la medida a su hija Aitana, que camina por el pueblo ‘como Pedro por su casa’ subida a ellos, bajo la atenta mirada de su abuelo Pepe, al que se le intuye debajo de su mascarilla una sonrisa de evidente orgullo: «Los zancos altos eran los míos. Y yo les enseñé a andar en ellos».

Sorprende llegar a media tarde a la plaza de un pueblo que imaginas casi vacío, en una comarca muy azotada por la despoblación, y encuentras una gran actividad... y muchos niños, en zancos, patines, bicis. «Y no están todos, alguno más hay en el pueblo y otros que no pudieron venir, como los hijos de Toño, que como viven en Extremadura no pueden salir por el Covid y están rabiados», explica Camino, la mujer de Juan.

Y es que este buen ambiente de Trascastro ha propiciado que, por ejemplo, «nos hayamos hecho casa varias familias: nosotros; los padres de Laurita (Laura y Dima); o Andrés, que no la ha hecho, la ha comprado;también la ha arreglado Toño, el que está en Extremadura, que se presenta aquí nada más que tiene un segundo; Manuela y Roberto;Yoli, que se quedó a vivir de continuo...». Justo en ese momento llega, con su mono de trabajo, Elena, con una feliz noticia: «Hoy va a ser la primera noche que podemos dormir en la casa, ya está en condiciones».
- Habrá que celebrarlo.

- Por supuesto; dicen casi a coro pues son muy de celebrarlo todo; de hecho aparece Camino con limonada casera y unas torrijas. «Son las primeras que hago, ¿a ver cómo han quedado?».

La verdad, muy bien.

Este clima de cercanía y buena vecindad también ha beneficiado al pueblo. «Hacemos muchas hacenderas, para ir haciendo cosas, arreglando lo que se puede. Cada año hacemos una para limpiar el río; también hemos puesto un banco y hecho un puente para los mayores, que se puedan sentar a charlar en tardes como la de hoy. Y ese transformador de la luz que ves ahí, estaba caído y mira cómo quedó».

Está como nuevo el viejo transformador y es este trabajo comunal como un ejemplo de las iniciativas que tienen en mente. El pequeño edificio luce un cartel en madera, ‘El Caseto’. «Lo hizo Saúl, el hijo de Toño, que está sufriendo el pobre por no poder venir».

Toño es José Antonio González, que es uno de los personajes que mejor recuerdo dejó en su breve paso por la lucha leonesa, que practicó antes de irse a Extremadura y cautivó a la afición con su nobleza y buen carácter.

La idea que manejan todos de cara al futuro es recuperar las viejas escuelas, que les sirvan como lugar de reunión, una especie de casa del pueblo pues vienen haciendo sus encuentros en lugares particulares. «Nos vendría muy bien, con una pequeña biblioteca e, incluso, un poco de cantina pues, como hemos dicho, somos muy de celebraciones: hacemos una pulpada con concurso de tortillas en agosto; una queimada en la noche de San Juancon su hoguera y un magosto por el puente de diciembre», explica Camino y Trini, añade mirando a la limonada y las torrijas: «Más lo que surja».

A la vez que hablan del arreglo de las escuelas lo vinculan a la creación de una asociación cultural y seguir haciendo cosas en común en la vida diaria, «como jugar a los bolos por el verano, que nos gusta mucho».

Ni que decir tiene que quienes más disfrutan son los niños y los chavales jóvenes: Aitana, Darío, Laurita, Carolina, Catalina, José Manuel, Saúl. «Son los que tiran de nosotros... que lo tienen fácil». Tanto que casi ni se quejan del mayor ‘problema’ de Trascastro: «La cobertura de móvil es fatal, sólo se coge en algunos puntos del pueblo, hay ‘procesiones’ hasta ellos y cola».

Aunque no disfrutan menos los abuelos, Pepe y Pencho (o Lolo), que miran hacia la plaza llena: «En invierno seremos 10 ó 12, es una alegría verlos volver, el bullicio por el pueblo, andar con los zancos... no pensamos que iba a ocurrir algo así». Y se hacen una pregunta muy significativa: «¿Qué tendrá Trascastro que llama a sus hijos con tanta fuerza».
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