Tomás Sánchez Santiago: "La excitación verbal me encaminó a la escritura"

El poeta y escritor zamorano residente en León regresa a la novela con ‘Años de mayor cuantía’, que este jueves presenta en la Biblioteca Padre Isla

Joaquín Revuelta
26/04/2018
 Actualizado a 19/09/2019
El escritor zamorano afincado en León, Tomás Sánchez Santiago. | CUENYA
El escritor zamorano afincado en León, Tomás Sánchez Santiago. | CUENYA
El poeta y escritor zamorano Tomás Sánchez Santiago, afincado desde hace largo tiempo en la capital leonesa, donde hasta el año pasado ha sido profesor del IES Giner de los Ríos, regresa a la novela con ‘Años de mayor cuantía’ (Eolas ediciones), que este jueves se presenta a las 19:30 horas en la Biblioteca Padre Isla, en un acto que también contará con la presencia del escritor Alberto Rodríguez Torices y del editor Héctor Escobar.

- ‘Años de mayor cuantía’ parece volver al territorio de ‘Calle Feria’, donde están presentes esos hechos del pasado que son capaces de configurar el carácter de una persona.
- Bueno, sí, hay ciertas conexiones necesarias porque realmente el componente de la memoria es importante también aquí, aunque no se trata de un libro de memorias, porque no creo en ellos, pero aquel espacio primordial que fue en mi vida la calle Feria, aquel comercio y aquella atmósfera en todo lo que tiene que ver con lo que yo llamo en este libro los años infantiles resurgen de nuevo.

- ¿Por qué la infancia es un periodo tan relevante en la vida de las personas y para los poetas y novelistas un territorio tan grato de explorar?
- ‘Años de mayor cuantía’ no es exactamente una novela de infancia. La novela está estructurada en cuatro movimientos: los años infantiles, los años escolares, los años mozos y de un tiempo a esta parte. El peso de la infancia corresponde sobre todo a los relatos que conforman la primera parte. Pero entrando en tu pregunta, me imagino que es un lugar común contestar con eso de que la infancia es la primera patria, quizás la única patria que tiene uno. Después ya no creemos mucho en las patrias, yo por lo menos. Y claro, toda la cargazón de sensaciones primordiales que cualquier persona experimenta en su infancia le va a acompañar con una fuerza imprevista, inusitada, toda la vida. Todo lo demás después se deja de estrenar. Yo creo que la verdadera cualidad, por ejemplo de un poeta, es saber estrenar las cosas continuamente. Bueno, no solamente de un poeta, sino de cualquier persona capaz de tener afilados los sentidos. Pero claro, eso es muy difícil y más en una sociedad como la nuestra en la que tratamos ya de no estrenar nada, sino de ir a lo consabido, de tener esa especie de sensación de seguridad de que sé lo que me va a ocurrir para estar tranquilo. Eso no ocurría en la infancia por razones obvias, insisto, porque era la primera vez de casi todo. Y yo creo que ese aletazo que te dan las primeras experiencias, las primeras sensaciones y las primeras impresiones a todos nos acompaña toda la vida y se nos presenta, se nos revela cuando menos lo esperamos. La prueba está en que los ancianos tienen ese disco duro de sus primeras experiencias infantiles prácticamente entero, mientras que no saben lo que hicieron hace un rato.

- ¿Por su experiencia personal, en qué momento un escritor empieza a sentir la necesidad de explorar ese territorio tan especial de los primeros años, valiéndose de las herramientas que proporciona la literatura, o si en su caso siempre ha estado presente en sus escritos?
- Yo no sé muy bien cómo es la experiencia de la escritura en otros escritores y uno es un modesto escritor. Pero estoy pensando ahora en una frase de John Berger que decía que ‘la escritura es una lucha para darle significado a una experiencia’. Y estoy muy de acuerdo con este aserto del escritor y pintor británico. Las experiencias no son anécdotas nada más, seríamos muy pobres si coleccionáramos anécdotas para comentar sin más relevancia o de una manera superficial. Lo que parecía que iba a ser una anécdota en tu vida acaba muchas veces por marcarte definitivamente, por configurar tu carácter. Y de eso es de lo que trata ‘Años de mayor cuantía’. Hay años en los que te sucedieron cosas que no son las cosas capitales que te pasan: las muertes, las ceremonias, los nacimientos... Hay una especie de calendario secreto, de almanaque secreto vital de cada uno donde están depositados estos hechos de mayor cuantía a los que yo me refiero, que al principio no parecían tener mayor relevancia, parecían estar destinados al olvido, y sin embargo, todos lo sabemos, las palabras de un profesor en un momento determinado o un encuentro con alguien al que no vuelves a ver en tu vida, acaban por ser decisivos, acaban por tener más fuerza, más proyección en uno mismo que esos otros sucesos que parecen que están destinados a construir tu identidad oficial. Precisamente ese hurgamiento en esos sucesos aparentemente inocuos pero que llegaron a ser decisivos es una de las claves de la novela y tengo la sensación de que por extenso está en todo lo que yo he sabido escribir.

- ¿Estos ‘sucesos capitales’ a los que se refiere en la contraportada de la publicación y que llegan a configurar el carácter de una persona se dan en diferentes etapas de la vida o son más frecuentes en un periodo determinado, por ejemplo en la infancia o en la adolescencia?
- Sí, se dan a través de la vida. Insisto en que no es un libro de infancia, no es un libro de iniciación en el sentido de novela de aprendizaje. Este libro no surgió deliberadamente, como no surge casi ninguno, yo creo, sino que fue creándose de una manera casi orgánica por una reflexión sostenida mía sobre todo esto. ¿Qué es lo que me ha configurado como soy? Siempre digo que este no es un libro que trate de decir qué es lo que me ha pasado a mí, porque además es mentira, este es un libro de ficción. Estará sustentado en la memoria y en hechos que sucedieron, pero donde no llegó la memoria llegó la imaginación. No juguemos en el territorio de la verdad y la mentira, porque eso son categorías morales que ni a mí ni a ningún escritor le interesan hablando literariamente. Este es un libro que no cuenta lo que a mí me ha sucedido sino por qué he llegado a ser así. Y claro, en cada uno de los relatos hay siempre un concepto (la compasión, la identidad, el azar, el miedo, el ensimismamiento...), que están encabezando cada uno de los relatos y que sí que hablan de cómo soy yo. Por qué soy una persona que tiene una determinada cualidad o defecto y a qué se puede deber. Los relatos o pequeñas novelas, porque algunos son muy extensos, lo que cuentan es cómo pudo exacerbarse en mí esa compasión, esa desilusión, ese miedo... Yo creo que si doy cuenta de mí mismo como un resultado, más que como un proceso, como una memoria, me quedaré tranquilo con este libro. Al menos es lo que he intentado.

- ¿Qué episodios de su vida terminaron por configurar al literato?
- Esto lo he contado ya muchas veces. Debo esta pulsión hacia la escritura a la escucha. Soy partidario y estoy convencido de que la escritura es un acto de escucha antes que nada.

- ¿Más que la lectura?
- Sí, en principio es un acto de escucha. A mí me encaminaron hacia este mundo la excitación verbal, la excitación por escuchar palabras en voz alta, y ya he contado muchas veces lo determinante que fue para mí la tienda de la calle Feria donde había un tráfico de zapateros, de hombres iletrados, ignorantes, todo lo que tu quieras, pero con una manera de hablar tan precisa en su propio mundo cuando hablaban de materiales y de sus cosas que a mí me fascinaba. A mí aquella manera de nombrar las cosas mientras las tocaban, luego lo he pensado, suponía que estos hombres, yo sin saberlo, me estaban revelando esa explicación mítica de cómo hay un momento en que las palabras y las cosas no tienen ninguna sutura; es decir, nombrar las cosas era que aparecieran, que es un poco el origen del conjuro, por ejemplo. A mí aquello me excitaba físicamente. Hay un capítulo en ‘Años de mayor cuantía’ donde cuento cómo surge todo esto. Y cómo a mí las palabras se me quedaban solas, aisladas –no hacía falta que fuera un relato– dentro de mí, hirviendo, bullendo. Me estremecían físicamente. Padecía, en el mejor de los sentidos, esas palabras. Pienso que eso fue realmente lo que me decidió, me orientó, hacia el mantener el culto a las palabras, no solo como escritor, que eso vino luego, sino como lector en primer lugar. Después de esto llegaron las lecturas y cuando leo ‘La isla del tesoro’, que es un libro que no se me ha agotado todavía, me doy cuenta de que es una manera de contar y de vivir a la vez. O cuando leo ‘El Quijote’ muchos años después me doy cuenta de que lo que hace Cervantes es ponerle a la lengua una melodía.

- ¿Su etapa como docente de qué manera está presente en la novela?
- Más que la etapa docente es la etapa durante mi docencia. Sobre todo hay una parte que me marcó, que es cuando yo di clase en Burgo de Osma, un pequeño pueblo de Soria a principios de los años ochenta. Pero no me refiero tanto a la experiencia docente, en la que he estado muy agusto durante más de treinta años, ya que me acabo de jubilar, sino a lo que podía suponer vivir en un pueblo ensimismado, en un pueblo al margen de una actualidad que podía calificarse de furiosa, y cómo aquello yo lo pude vivir en una localidad curiosa, por decirlo de algún modo, y sin demasiadas pretensiones de estar al hilo de lo actual. Eso fue lo que más me llamó la atención. Pero la experiencia docente como oficio realmente no me ha marcado.

- ¿Acudirá a la Feria del Libro. Le satisfacen este tipo de eventos?
- Te voy a ser sincero. No me gustan las ferias del libro, sobre todo cuando no hay verdadero amor al libro. En este caso debo de tener una lealtad a los editores y además quiero decirlo explícitamente si puede ser, a la editorial Eolas y a Héctor Escobar que rápidamente creyeron en este libro y le buscaron techo. El escritor tampoco puede ignorar que tiene que estar un poco pendiente de que el editor ha hecho un desembolso, quizá de mayor cuantía también, y hay que hacer lo posible por estar donde él te lleve. En este sentido presentaré la novela en la Feria de Astorga, pero no en la de León, donde sí que me han invitado a participar en unos encuentros literarios.
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