Teresa Aranguren: "El sufrimiento forma parte de la información"

La periodista alavesa protagoniza este martes a las siete de la tarde la primera de las tres conferencias programadas para este mes de febrero con motivo de la exposición fotográfica ‘Mujeres en conflicto’, de JM López, en el Museo de León

Joaquín Revuelta
04/02/2019
 Actualizado a 15/09/2019
Teresa Aranguren entrevista a Aradat en Tunez en 1987, cuando la OLP se estableció en esta ciudad tras ser expulsada de Líbano en la invasión israelí de 1982.
Teresa Aranguren entrevista a Aradat en Tunez en 1987, cuando la OLP se estableció en esta ciudad tras ser expulsada de Líbano en la invasión israelí de 1982.
Como complemento de la exposición ‘Mujeres en conflicto’, del fotoperiodista leonés JM López inaugurada la semana pasada en el Museo de León, tendrá lugar desde este martes un ciclo de conferencias organizado por La Nueva Crónica, la Fundación Jesús Pereda de CCOO Castilla y León, Caja Rural y la Fundación Almirante Bonifaz, que se prolongará hasta el 19 de febrero con la participación de las periodistas Teresa Aranguren y Olga Rodríguez y la comandante del ejército de tierra Elena Carretero.

La periodista y escritora alavesa Teresa Aranguren Amézola inaugura el ciclo este martes a las 19:00 horas con la conferencia ‘Rostros de mujer, escenarios de guerra’, donde comentará la actividad desarrollada como enviada especial durante la década de los ochenta y noventa cubriendo conflictos como la invasión de Líbano por Israel, la guerra entre Irán e Irak, la primera Guerra del Golfo o la Guerra de los Balcanes, siendo una profunda conocedora del conflicto palestino al que ha dedicado varias publicaciones, como ‘Palestina: El hilo de la memoria’ (2004), ‘Olivo roto: Escenas de la ocupación’ (2006) y ‘Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba, 1889-1948’ (2015). Aranguren confiesa no conocer personalmente al fotoperiodista JM López y hace ya bastantes años que no visita León, por lo que está encantada «de regresar a una ciudad preciosa en la que por estas fechas suele hacer bastante frío, por lo que me he acercado hasta un centro comercial cerca de casa para comprarme unos guantes», comenta esta veterana periodista ya jubilada que cuando comenzó a trabajar como enviada especial a principios de los años 80 «se podían contar con los dedos de la manos las mujeres que desarrollábamos esta actividad y en alguna ocasión yo era la única mujer entre el grupo de periodistas que estábamos en la zona», reconoce Aranguren, quien acumula una gran experiencia profesional ligada a la información internacional del mundo árabe y zonas de conflicto. Comenzó su carrera en 1980 y un año más tarde se hizo cargo de la sección internacional de Mundo Obrero. En esa etapa, como enviada especial, cubrió la invasión de Líbano por Israel. «En mi caso no fue tanto porque me gustara o tuviera vocación de ir a zonas de conflicto, sino porque ya tenía un conocimiento y vínculos de haber vivido en zonas que por desgracia padecen situación de conflicto; en concreto te hablo de la zona de Palestina, Líbano..., donde yo había estado a comienzos de la década de los ochenta con mi marido dando clases de español y había entrado en contacto con refugiados palestinos de Jordania. Ese conocimiento de la zona fue lo que hizo que Mundo Obrero me enviase por primera vez a cubrir la invasión israelí del Líbano en 1982. Eso dice mucho en positivo de quiénes eran entonces los responsables de Mundo Obrero, que no valoraban el hecho de que fueras hombre o mujer, sino que se tuviese un conocimiento de la zona a la que se iba», sostiene.Como enviada especial a las zonas de conflicto, Teresa Aranguren siempre tuvo claro a la hora de informar sobre una situación de guerra que lo importante, lo realmente significativo, es intentar contar qué es exactamente la guerra a través de aquellos que la padecen. «Yo he estado en ciudades bombardeadas, como Bagdad, Beirut, Belgrado, y lo que muchas veces he echado en falta en algún tipo de información es contarnos la vida de allí donde caen las bombas. No esas imágenes que todos hemos visto del piloto con una maquinita en la que aprieta un botón y de repente sale como una especie de hongo gris en una pantallita. Muchas veces creo que se ha abusado de esta información referente a objetivos alcanzados, tipo de armamento utilizado, en terminología que olvida que básicamente una guerra es la pérdida más absoluta de la racionalidad y la humanidad porque consiste en convertir a otros seres humanos en objetivo a eliminar», señala Aranguren, que en su caso siempre ha buscado contar cómo es la vida de esa otra parte más alejada del mundo de los ejércitos.El conflicto palestino, que es uno de los que mejor conoce Teresa Aranguren, parece haber perdido protagonismo informativo al ser relegado a un segundo plano, a pesar de ser el origen de la desestabilización de Oriente Próximo. «Así es. Yo pienso que está tapado en parte porque son demasiadas décadas y la perspectiva de los medios obedece muchas veces a que esto ya no interesa porque la gente está cansada. Sin embargo, uno se da cuenta, cuando conoce la zona, de hasta qué punto es la raíz de la desgracia que ha caído sobre todo en la zona de Oriente Próximo. En este sentido me pareció muy oportuno el discurso del director del corto documental sobre Gaza en la última entrega de los Goya en el que hace una llamada a las conciencias de la gente y nos vuelve a decir que al otro lado del Mediterráneo hay un pueblo que está padeciendo una situación de ‘apartheid’, de ocupación militar, de violaciones continuadas de los derechos humanos. Desde el lado occidental del Mediterráneo no solo lo estamos consintiendo, es que lo estamos ignorando y a veces premiando al opresor. Por eso el comentario del director de ‘Gaza’ en el que dijo que no podemos legitimar el ‘apartheid’ es muy importante recordarlo porque el intento de liquidación del pueblo palestino no es simplemente una cuestión que les ocurre a otros, tiene que ver con el conflicto de humanidad que pretendemos mantener, buscar o defender, tiene que ver con la dignidad humana, y en ese sentido también es responsabilidad nuestra», asegura.

Sobre cómo le afectaba anímicamente la actividad desarrollada en las zonas de conflicto, Teresa Aranguren no cree que el periodista deba ponerse una coraza para que no le afecte lo que ve. «Otra cosa es que eso no le debe impedir buscar los datos, los hechos, los testimonios que considere más significativos de la situación. Ponerse una coraza contribuye a lo que denunciaba el otro día el director de ‘Gaza’, legitimar al que ejerce la violencia, porque nos presenta situaciones atroces – una matanza o el bombardeo de una ciudad– como algo digamos aséptico, y el sufrimiento forma parte de la información, contar el sufrimiento de la gente es un dato trascendental, importantísimo de lo que es una información de guerra, y en ese sentido no creo que la información deba de ser fría, distante y aséptica, lo que tiene que ser es verdadera, buscar la verdad, perseguir la objetividad en el sentido de dar el máximo de claves posibles, hablar y trasladar testimonios de la gente que sufre. Uno se puede equivocar, pero no se debe equivocar en lo que busca», espeta la periodista alavesa.

Teresa Aranguren reconoce que cuando volvía a España después de cubrir informativamente algún conflicto armado se mostraba más quisquillosa ante los problemas cotidianos de la gente. «Yo necesitaba unas semanas para volver a situar las cosas en su ser y darme cuenta de que la gente no tiene que estar angustiada constantemente porque además no sirve de nada», declara la periodista y escritora, que reconoce ha cambiado mucho la información desde los años ochenta hasta hoy. «Desde luego hay un cambio fundamental, que es el tecnológico, que ha eliminado una de las cuestiones que teníamos muy presentes los periodistas que teníamos que informar desde zonas en las que la posibilidad de llegar a una ciudad era complicado. Para un periodista en los años 8o y 90 lo prioritario era poder enviar la crónica. Podías tener la información más impactante del mundo pero sí perdías la hora de satélite que tenía contratada la cadena de televisión, en este caso Telemadrid, para enviar la crónica pues no servía de nada. Esa presión ahora no existe porque los avances tecnológicos te permiten transmitir desde un teléfono móvil. Lo que yo creo que no ha cambiado y que considero que es una buena crónica es aquella que está bien contada, que transmite elementos suficientes como para que quien la escucha, la lee o la ve se pueda hacer una idea lo más aproximada a la realidad de lo que está ocurriendo, y eso tiene que ver con el conocimiento de la zona que tenga el periodista, por la capacidad de transmitir, por la sensibilidad y para mí esos siguen siendo los mismos parámetros, con la ventaja de que ahora no se está tan sujeto a la tiranía de tener que llegar a tiempo para enviar la crónica, sea de televisión, de radio, etc.», destaca Aranguren, para quien otro aspecto que ha contribuido en buena medida a este cambio ha sido el hecho de que los medios de comunicación se han acomodado a que no sea necesario –«porque siempre es caro»– enviar periodistas especializados a zonas de guerra, «porque para eso está lo que llega a través de redes sociales, que tiene una cierta ventaja en el sentido de que es una buena fuente de información, pero tiene también el gran inconveniente de se trata de un tipo de información mucho menos verificable, y pienso que en ese sentido hay que mantener, hay que defender a ultranza la necesidad de verificar aquello que se está transmitiendo; es decir, identificar la fuente, quién lo dice, qué posición tiene el que lo dice, si hay alguien más que corrobora eso... Esto, que es una herencia del periodismo, creo que en este momento está muy perdido. Y es peligroso porque la capacidad de manipulación se ha triplicado. Siempre ha habido capacidad de manipulación, siempre ha habido injerencia para crear determinados escenarios, por ejemplo para justificar una guerra, como se hizo en el caso de Irak y en cierta medida también con Yugoslavia, pero ahora mismo todo eso ha crecido exponencialmente a través de la presencia de las redes sociales como fuente de información y de la ausencia de periodistas especializados en las zonas de guerra porque los medios han decidido: ¿para qué los necesitamos?».
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