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Sonidos del pasado

29/10/2020
 Actualizado a 29/10/2020
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Los sonidos son verdaderos agujeros de gusano que nos permiten viajar a través del tiempo. Con la única salvedad de que las agujas del reloj de tu propia historia sólo pueden avanzar vertiginosamente hacia la izquierda, llevándonos hasta lo vivido en algún momento del pasado o mejor dicho, hacia lo que recordamos haber vivido, que no siempre se corresponde con lo sucedido realmente. Nuestro cerebro se toma ciertas licencias y una de ellas es ésta, construir de vez en cuando recuerdos a medida, hechos con algunos trazos de realidad, pero enlazados con un hilo neuronal que sirve para quedar cosido en nuestra memoria.

Hace unos días el destino o la casualidad, llámenlo como quieran, hizo que desde mi casa, el silencio que atronaba desde el exterior se viera roto en mil pedazos por un chiflo de un afilador. En tan sólo un segundo mis recuerdos se afilaron tan rápidamente que retrocedí varias décadas, cuando siendo un niño, escuchaba ese mismo sonido en mi localidad natal, Valencia de Don Juan. Ese viaje al pasado finalizó repentinamente a causa de otro sonido. La voz de mi hija mientras me preguntaba qué era eso que se escuchaba. Le expliqué quién era un afilador, aunque si les soy sincero, no sé si conseguí que su razonamiento de nativa digital fuera capaz de entender una profesión que, sin duda alguna, está en peligro de extinción.

Instintivamente, me dirigí hacia la ventana para ver si conseguía ver a ese hombre procedente del pasado, pero no fui capaz. Sólo podía escuchar ese inconfundible silbido que otrora anunciaba la llegada de una bicicleta, que gracias a los artilugios que tenía instalados daba nueva vida a cuchillos igual de gastados que las manos de las madres y abuelas que alimentaban a todo un país. En ese momento pensé que quizás no existiera realmente ningún afilador y que el sonido que habíamos escuchado tanto mi hija como yo no pretendía avisarnos de la posibilidad de afilar los cuchillos viejos, sino que procedente de un lugar desconocido pretendía alertarme del momento en el que estamos viviendo.

La melodía emergente de un supuesto chiflo de afilador me hizo valorar realmente la suerte que teníamos de disfrutar durante muchos años de una normalidad que, ahora ha quedado demostrado, era un regalo que quizás no disfrutamos como se merecía. Ha tenido que venir un agente infeccioso microscópico para que ahora sí valoremos situaciones tan nimias aparentemente hasta hace unos meses como compartir la barra de un bar con un amigo, reunirnos con la familia o desplazarnos libremente tanto dentro de tu localidad como a otras poblaciones más o menos cercanas. Quizás esa música del pasado pretendía que pusiera en valor lo que tuvimos, que ahora no tenemos y que nadie puede garantizar cuándo volveremos a tenerlo, sí es que llegamos a poder disfrutarlo de la misma manera que antes de la llegada de la Covid-19.

El otro mensaje que me regaló mi viaje en el tiempo es que un afilador representa lo contrario de la sociedad actual, que sin duda alguna podría apellidarse de ‘usar y tirar’. Lo más lamentable es que el gusto enfermizo por lo efímero no sólo se aplica a objetos físicos, sino también a valores e ideas. Es evidente que nada dura eternamente, pero de esto a ser unos compradores compulsivos de todo lo que supuestamente nos aporta calidad de vida, existe una gran distancia. Hoy en día no queremos cuchillos que duren años y puedan ser afilados. Preferimos cambiarlos cada ciertos meses, sin darnos cuenta de que lo barato a la larga sale más caro, tanto para nuestros bolsillos como para el futuro del planeta Tierra, la gran víctima del usar y tirar que sale del chiflo de los afiladores de las modas de las que somos prisioneros voluntariamente.

Pero como decía anteriormente, lo más chirriante es la aplicación de ese usar y tirar que también ha colonizado el mundo de las ideas y de la política, en el que se arrojan constantemente al contenedor, sin vergüenza alguna, ideales y promesas hechas. Muy pocos de nuestros animales políticos actuales pasarían la prueba del afilador de la honestidad y la coherencia. Lo que está claro es que cada uno elige la banda sonora de su vida, pero en mi caso les aseguro que el sonido del afilador, que me traslada al pasado, es el mejor aliado para vivir el presente como se merece.
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